Getxo - Espadas irreales que son empuñadas por jovenzuelos de sonrisas rebeldes, pelucas fosforitas que desafían los tintes habituales de las cabezas, máscaras que ocultan identidades, maquillajes en los que se clavan las miradas... El universo manga tiene fieles y numerosos seguidores y este fin de semana se hacen notar en Getxo, en el festival dedicado en exclusiva a la cultura japonesa: a sus cómics, sus videojuegos, su comida, sus tradiciones... Ayer se abrieron las puertas de este salón, que hoy vuelve a recibir a sus invitados desde las 11.00 hasta las 14.30 y desde las 17.00 a las 21.00 horas.

La mayoría de los huéspedes de este evento no llegan a la veintena de edad y otros muchos la superan solo por centímetros. Y todos se cuentan por cientos: colas ininterrumpidas se formaban ayer en la taquilla (el acceso al recinto de la plaza de la Estación de Las Arenas cuesta 3 euros) para adentrarse en este mundo manga. Son la generación que rompe los esquemas, los que se sientan en pupitres mirando a pizarras digitales y desconocen las huellas de la tiza en las manos, los jóvenes de la era táctil, los de los años noventa y dos mil...

Ellos fueron la presencia mayoritaria ayer en Getxo y gran parte de ellos acudieron disfrazados o, mejor dicho, asistieron al festival como cosplayers -término que viene de cosplay, contracción de costume play, un tipo de moda representativa, donde los participantes usan disfraces, accesorios y trajes que representan un sujeto específico o una idea-. No hay vergüenzas, no hay miedo al juicio opinativo. Es la generación libre y pasional. “Cuando me llaman friki, yo respondo: gracias”, cuenta sin rubor Heike, que acude caracterizada, junto a sus amigas Gehe, Virginia e Isabel, a la cita getxotarra. “Soy friki y me da igual”, insiste. “Y aquí nos juntamos todos los frikis”, añade, entre risas. Los destinatarios de este calificativo de corta edad sacan pecho y presumen de su afición, en este caso, al manga. Un sentimiento visual, por eso, en la carpa de Las Arenas había personas convertidas en Pikachu (Pokemon), en Son Gohan (hijo de Goku), en Scout (videojuegos Team Fortress), en Luchia Nanami (serie Pichi, Pichi, Pitch) y hasta en un Jack Sparrow algo desubicado... Todos ellos pudieron pasar por el photocall que la organización habilitó por primera vez para que sus looks quedasen retratados. Otras actividades que brindó el festival ayer fueron una demostración y cata de shushi, un taller para pintar las uñas, una clase de japonés, una charla sobre videojuegos y dibujo, a cargo de Antonio Alonso -autor del cartel de la edición del salón de este año- o unas lecciones de Origami -el plegado de papel sin usar tijeras ni pegamento para obtener figuras de forma variada-.

El descubrimiento Tera y Ao son dos chicas de Bilbao y Santander, de 15 y 17 años, que fueron seducidas por el manga y sus plurales extensiones. Usan esos nombres para identificarse y aseguran que se las conoce más así que por las letras que se plasman en sus carnés. La red de redes fue fundamental para que pudieran llegar hasta Japón y sus mundos infinitos. “Demasiado tiempo en casa y...”, la mente inquieta quiso descubrir nuevos horizontes. “El anime solo se puede ver por Internet, no es algo muy común en la sociedad”, admiten, por otra parte. A Ana María Cuesta la curiosidad también le pellizcó muy joven, pero en este caso, a través de la televisión y de esas magical girls de Sailor Moon que tantas niñas quisieron imitar. Esta cosplayer acudió a Getxo desde Santander, y es que el festival es punto de encuentro de numerosos seguidores de la cultura nipona que no proceden solo de Bizkaia. También se reúnen en el recinto de Las Arenas varios establecimientos comerciales. Buscó su hueco allí, por ejemplo, Modpc, que cuenta con dos tiendas de informática en Bilbao. “Tenemos merchandising y gaming de esta temática y este salón nos permite llegar a un público diferente y, además, colaboramos con las actividades de videojuegos, por lo que es una buena oportunidad para nosotros”, señala Iago Itxaso, uno de los responsables del negocio.

Con todos estos ingredientes, Getxo recibe hoy orgulloso a nuevos frikis.