Bilbao - Quién iba a decir hace treinta años, cuando la ría era una cloaca llena de mierda, que algún día se pudiera navegar en piragua por sus aguas tan plácidamente, disfrutando de un paisaje espectacular y sin riego de sufrir un envenenamiento cutáneo o intestinal. Pues pasado el tiempo, y gracias al gran esfuerzo económico realizado por las instituciones para transformar Bilbao, sobre todo por parte del Consorcio de Aguas, el milagro es posible. Para comprobarlo, DEIA se unido a un grupo de personas convocadas previamente por Bilbobentura a través de la redes sociales para navegar por la ría. El resultado es una agradable y divertida travesía guiada desde el Puente Euskalduna hasta el Arenal y vuelta. Las sensaciones de los participantes que nunca habían realizado esta experiencia acuática por la ría son parecidas: “No pensaba que el agua estaba tan limpia”, “las visión de la ciudad es totalmente diferente” y “seguro que repetiremos”.

La cita era a las cuatro y media de la tarde del pasado jueves en la sede de Bilbobentura, que se encuentra junto a la grúa Carola, muy cerca del Museo Marítimo. Después de una inquietante víspera lluviosa, una ventana de buen tiempo se abrió a esa hora y permitió que el grupo, compuesto por una docena de personas, pudiera realizar la travesía sin estar pendiente del cielo. Así que, una vez equipados con la indumentaria propia para realizar una actividad acuática, incluido el salvavidas, Markel nos dio una pequeña charla sobre los fundamentos básicos de la navegación en piragua.

“Tocarla sin miedo”

Markel Garitagoitia es un monitor de Bilbobentura. Exfutbolista reconvertido en piragüista y triatleta, solo tiene un defecto: es de la Real Sociedad. Lo ha heredado de la madre, que es guipuzcoana, de Itziar. Por lo demás, es un joven simpático, divertido y competente. Lleva tres años guiando a grupos por la ría, así que con un vistazo ya sabe cómo debe manejar el nuestro. Tras las explicaciones teóricas, llega el momento de la verdad, el de coger la pala y montarse en la piragua. Todas son insumergibles, excepto la del monitor. La mayoría son dobles y unas pocas, individuales. La primera toma de contacto es de tanteo. Markel deja por unos minutos que la gente vaya acoplándose a la piragua hasta que hace un llamamiento. “A partir de ahora sois mi equipo, ¿vale?”, nos dice antes de darnos unas breves instrucciones sobre la navegación en la ría previas a iniciar la marcha. Comenta que vamos a ir siempre por la margen derecha y nos advierte que hay que tener cuidado con el tráfico marítimo, aunque suele ser escaso. También nos dice que iremos contracorriente hacia el Arenal ya que a partir de ese momento comenzará a bajar la marea. Pero antes de dar la primera palada rumbo al Arriaga nos dice que comprobemos por nosotros mismos que “el agua está limpia”. “Coged, coged con las manos y veréis que está muy limpia”, repite. Tiene razón. El agua presenta una aspecto muy saludable aunque a primera vista, quizá por el reflejo de los fondos, no dé esa sensación. La prueba de que el agua está sana es que no huele.

Pasadas la cinco de la tarde, y con una leve brisa, comienza la travesía. “Id suave, poco a poco”, advierte Markel. En pocas paladas llegamos al puente de Deusto. Primera parada del grupo antes de atravesar el histórico puente, antaño levadizo, para darnos unas pinceladas de su pasado. Lo atravesamos por un lateral estrecho para que podamos ver la maquinaria del puente. A todos nos sorprende las tripas de esa gran obra de ingeniería y el ruido que produce el tráfico que circula por él.

Fotos y más fotos

Pasado el puente de Deusto, Markel nos obliga a hacer otro reagrupamiento frente a un edificio cercano a la Universidad de Deusto que aparentemente no dice nada y lo es todo para la ría. Se trata de una de las instalaciones del Consorcio de Aguas Bilbao-Bizkaia, el gran artífice de que la ría goce actualmente de esa gran salud, desde donde se bombean las aguas hasta la depuradora de Galindo. En la otra orilla, donde antiguamente llegaban los plátanos de Canarias a través de los barcos de Línea Pinillos, cientos de personas pasean, quedándose extrañados de que unos piragüistas se diviertan surcando la ría. “Les sorprende mucho”, comenta Markel, “sobre todo a la gente que es de aquí, porque los turistas están más acostumbrados a ver este tipo de actividades por las ciudades”. Saludos amigables y fotos, muchas fotos, son las que nos sacan los paseantes, justo cuando la expedición se para frente al museo Guggenheim. A ras de agua, la imagen impresiona mucho más que visto desde el asfalto. Es en ese momento cuando Markel aprovecha para explicarnos la historia del puente de la Salve, llamado así popularmente porque desde ese lugar de la ría se ve la basílica de Begoña y en ese punto, los marinos que volvían a puerto, entonces en los aledaños del Arenal, rezaban un salve en acción de gracias por volver sanos y salvos a tierra.

Con unos tímidos rayos de sol reflejando en las placas de titanio del Guggenheim, la expedición de Bilbobentura continúa su singladura a base de paladas. Alcanzamos el puente Zubizuri, la polémica obra del ingeniero/arquitecto Calatrava. Aquí es cuando Igor, amigo y colega de Markel, explica la intrincada historia de este puente que solo ha dado disgustos a las personas que se han caído al cruzarlo y al Ayuntamiento por los pleitos e indemnizaciones que ha tenido que pagar. Siguiente parada: puente del Ayuntamiento. El reloj del edificio consistorial marca las 6 de la tarde. Llevamos casi una hora de travesía. Solo falta un pequeño tramo para llegar a nuestro destino: El Arenal. “Hay que atravesarlo por un lado y volver por otro, que da buena suerte”, recomienda Markel. Dicho y hecho. Todos cumplimos con el sortilegio y hacemos una parada para que Sira y Janire se den un chapuzón. Las miradas desde ambos lados de la ría se multiplican. También las fotos.

“Repetiremos”

El regreso se hace más rápido. Por algo vamos a favor de la corriente. De esa forma se hace más llevaderas las conversaciones de piragua a piragua. Esteban, por ejemplo, es un joven colombiano que lleva nueve años viviendo en Bilbao y me comenta que “no sé cómo no lo había hecho antes”. Le ha gustado tanto que anuncia que repetirá. Lo mismo que Janire y Sira. “Nunca habíamos navegado por la ría, pero estamos encantadas, tanto es así que dentro de unos días vienen unos amigos de Madrid y Murcia y les vamos a traer aquí”. También piensa repetir la experiencia Luis. “La próxima vez vendré con mi hija”, dice. O Mirian, de Leioa, que ya está pensando en alquilar una piragua para cuando sean los saltos de Red Bull, a finales de septiembre. Todos coinciden en alabar la limpieza del agua. Txomin Aranbarri, responsable de Bilbobentura, señala en este sentido que “la gente viene con miedo al agua, no quieren ni tocarla, pero en cuanto les explicas que tiene un 90% de oxigenación, que hay peces, que está verde por las algas, cambian de idea y acaban bañándose”.