Elixane Castresana

Zalla - El nombre de Altanero no le hace justicia. Cariñoso y receptivo, atiende las indicaciones de su dueña, Ane Galíndez, de 16 años, en el centro ecuestre Orive de Aranguren con paciencia hasta que consiguen el resultado deseado. La compenetración entre ambos les ha aupado desde Zalla hasta el campeonato de Europa de doma clásica de ponis, que albergará la ciudad sueca de Malmö entre el 5 y el 9 de agosto. Para la amazona, que se subió a un caballo por primera vez a los cuatro años, debutar fuera del Estado supone un paso de gigante en una trayectoria meteórica, el premio que solo desea “disfrutar”.

Superó el miedo a montar tras una caída que sufrió a los 5 años enfrentándose a él y desde entonces dedica todo el tiempo que puede a su gran afición, sin descuidar el colegio, como le han marcado sus padres. “Si estudias, tendrás caballo. Si no, no”, recuerda Ane mientras cepilla cuidadosamente el cabello de Altanero. Con la “gran suerte” de estar respaldada por su familia y “una profesora experimentada que sabe guiarme y conoce lo que le pasa al caballo”, ha saltado barreras en el mundo de la hípica a una velocidad asombrosa. Ya en 2011 se colgó la medalla de oro por equipos y recientemente fue seleccionada para participar en una concentración dirigida por la medallista olímpica de doma clásica, Beatriz Ferrer-Salat.

Ahora encara la última fase de la preparación antes de la gran cita cerca de su casa de Zalla, en las instalaciones del centro hípico de Aranguren. “Viene seis días a la semana y descansa otro, porque es importante desconectar”, explica su entrenadora y también amazona, Mónica Negueruela. La doma clásica requiere disciplina para coordinar los movimientos y “los jueces valoran que la ejecución sea correcta y que no se reflejen la tensión y los nervios del momento”, detalla Mónica, al frente desde hace veinte años de la hípica que ha visto pasar a campeones de España y ha guiado a otros dos alumnos a los europeos. A veces entra en juego la música, “con lo cual es el doble de difícil”, valora Ane.

Ambas coinciden en que el caballo da lo que recibe y en el caso de Ane y su compañero de fatigas se palpa el cariño. “Es casi como un niño. Si ve que miro el teléfono móvil empieza a llamar mi atención”, describe. Adaptarse el uno al otro les ha tomado su tiempo en los tres años que llevan juntos -la esperanza de vida de caballos como Altanero, que tiene nueve, ronda los treinta, según explica la joven amazona-, ya que llegó con problemas técnicos que hubo que corregir.

Para pulir los últimos detalles, de vez en cuando viajan al plan de tecnificación de la Federación Española, tal y como relata el padre de Ane, quien reconoce que “hay que quitarse de muchas cosas porque se trata de un deporte caro, empezando por el mantenimiento del caballo”. No obstante, la familia no ha dudado en apoyar también a su hija Naiara. A sus once años, es una firme promesa que camina tras los pasos de su hermana mayor.

Dentro de un mes, Ane acudirá a Suecia sin presión, “alemanes y holandeses están intratables”, según apunta su entrenadora, con ganas de conocer las entrañas de la hípica al más alto nivel y avanzar en su aprendizaje.

¿Y después? ¿Se imagina en unos Juegos Olímpicos? Sería un paso de gigante para el que se exige algo más que talento: dedicación plena a la hípica y un caballo con el potencial suficiente para sobresalir. “Estamos hablando de animales que cuestan como mínimo medio millón de euros”, indica. Ella prefiere concentrarse en el corto plazo.

Cuando haya terminado su aventura sueca retomará el curso escolar y sus entrenamientos en Zalla. Y en poco tiempo le tocará decidir hacia dónde enfoca su futuro académico, con la biología en primera posición. No es de extrañar para una amante de los animales.