Trapagaran - Dicen que cuando un niño viene al mundo lo hace con un pan debajo del brazo, claro que en el caso de la trapagarandarra Elsa Pérez Yangüas, lo hizo además con un buen trozo de queso fresco. “Desde que tengo uso de razón he estado con contacto con el queso y su elaboración, ha sido una parte muy importante de mi vida”, comenta esta jovial vecina de La Arboleda que a pesar de que ya ha sobrepasado hasta la edad de jubilación de Rajoy asegura que seguirá al pie del cañón “hasta que me lleven a La Lejana”, nombre de una de las muchas explotaciones mineras que jalonan los montes de Triano que la vieron nacer.
“Que conste que aunque viva en La Arboleda yo soy nacida en La Gorriga, en el caserío de mis padres, sin duda el barrio que mejor romería tiene allá por el tercer sábado de septiembre”, presume esta madre de dos hijos, separada “hace muchos años” que mamó el cuidado de las ovejas desde muy niña. “Fue mi padre quien empezó en el caserío a hacer el queso fresco. Recuerdo verle cargar a la burra con dos zurrones donde llevaba el queso para vender por los pueblos de la zona minera y de la margen izquierda. Llegó a tener que comprar mucha leche a otros ganaderos porque con la que daba su rebaño no llegaba para atender la demanda que tenía”, rememora con orgullo esta coqueta mujer que presume de tener en el actor Karra Elejalde “no solo a un buen cliente si no sobre todo a un buen amigo”. Fe de ello lo dan algunas de las fotos del actor que junto a un óleo del caserío familiar adornan su puesto de venta en La Arboleda, “en unos antiguos locales que ocupaban los vehículos de la familia Asensio, una gente muy maja y muy formal”, sentencia Elsa quien a la entrada de su tienda se entretiene en los ratos de asueto con su dos fieles teckel de pelo duro Pascualín y Gara.
Relevo “Se les coge mucho cariño”, dice emocionada esta abuela para quien su mayor ilusión es que el negocio siga siendo familiar. “Mi hija Eva se encarga ahora de hacer el reparto fuerte de los quesos entre nuestros clientes. A mí ya solo me dejan llevar a unos cuantos, y mi hijo Andoni tiene una tienda en Gallarta, aunque cuando yo cierre el ojo no te digo que se venga para aquí”, señala Elsa quien a pesar de su edad aún hace entre ceca de 40 mil kilómetros al año con su inconfundible citroen rotulada con la marca familiar. Algo que la llena de orgullo y que supone para ella todo un legado que quiere trasmitir a su único nieto. Su secreta esperanza, cuenta, sería lograr que Iñigo -de 17 años y estudiante de último curso de Bachiller- “se animara a seguir en el negocio familiar. Yo ya le digo: Iñigo, hijo, si no tienes claro lo que quieres ser o hacer, aquí siempre tendrás una ocupación. Con la de mi padre sería la cuarta generación elaborando quesos”, anhela Elsa.
Sin conservantes Desde luego buena maestra no le iba a faltar pues como ella misma recalca, “aquí no hay ningún secreto, solo buena leche de oveja, buen cuajo, sal y la pasteurización. Aquí no hay conservantes que valgan”, remarca esta quesera que antes de su actual ubicación tuvo una tienda en la calle Ocerinjauregi de La Arboleda. “Aquel local estaba siempre más limpio que la patena, pero las exigencias sanitarias nos impidieron seguir allí porque faltaba espacio“, recuerda Elsa quien siempre tuvo muy claro que la higiene era muy importante. “Antiguamente en el caserío la cosa era como más natural, pero llegaron aquellas famosas fiebres y la gente quedó un poco asustada. Por ello en el 83 se abrió aquel local dotado con máquinas de pasteurizar”, señala Elsa quien destaca que su principal producción se dedica al queso fresco aunque tampoco le hacen ascos a elaborar quesos semicurados. “Hacemos producciones cortas y sobre todo para llevar cuando vamos a alguna feria con nuestro producto estrella”. Lo será también para Iñigo?. “A mí me haría muy feliz”, dice Elsa, la de La Gorriga.