A Jesús Pastor le hubiese gustado ser arquitecto. Esa era su verdadera vocación, tal y como reconoce, pero no sabe cómo ni por qué acabó matriculándose en Biológicas en la UPV. Total para nada, porque acabó dejando la carrera. Abandonó los estudios científicos por las artes plásticas. Y la culpa la tuvo un curso de cerámica que realizó en unos Talleres de Extensión Cultural que por aquella época, finales de los años setenta, organizaba la Universidad del País Vasco. “Me apunté para pasar el rato, ya que también lo hicieron mis amigos”, confiesa, “porque yo, la verdad, no me sentía muy hábil para esto”. Pero algo debió pasar en su mente y en sus manos porque a partir de ese momento se dio cuenta de que lo suyo era la escultura. “Me empezó a entrar el gusanillo y me enganchó”, cuenta. Y ya no ha parado. Desde entonces ha dedicado toda su vida a crear pequeñas esculturas por encargo que acaban convirtiéndose en trofeos o regalos de instituciones y empresas. “Yo hago arte a la medida”. Así define su trabajo, que, por cierto, ha sido reconocido con bastantes premios a lo largo de su trayectoria profesional. Desde un pequeño y destartalado taller de Irala salen las ideas y los bocetos de las esculturas que decoran muchas vitrinas de Euskadi.
Antes de lanzarse al mundo de la escultura, la única relación que tenía Jesús con las Bellas Artes era las visitas que hacía a exposiciones de pintura. “Me gustaba ir a ver porque yo de dibujar, poco; es más, aquellos años escribía más que dibujaba”, dice. Pero la vena artística le acabó saliendo. Quizá la heredó de su aitite, que llegó a ganar un premio como impresor, o de su aita, que, a pesar de que se dedicó al negocio familiar de la imprenta, “siempre quiso ser ebanista”. El caso es que Jesús, con 19 años encarriló su vida hacia el arte. Tras el curso de cerámica iniciático formó parte del equipo escultórico FFIJ, con el cual ganó más de un premio y montó las primeras exposiciones en salas tan prestigiosas como Windsor, en Bilbao. Esos reconocimientos le hicieron pensar que iba en el buen camino, así que decidió seguir formándose. Comenzó a hacer cursos en cualquier lugar que le resultara atractivo para su crecimiento artístico, llegando a viajar a Italia y Suiza. Pero de quien más aprendió, según confiesa, es de “la gente con la que me he relacionado, que han sido unos monstruos”. Entre ellos destaca, por ejemplo, al pintor Fernando Mirantes, “que para mí ha sido mi maestro” o a José María Sánchez, profesor de diseño de la Facultad de Bellas Artes.
Trofeos El punto de inflexión de la carrera artística de Jesús se produjo tras el fracaso económico “muy serio” de una exposición que montó en una galería bilbaina y que coincidió con el nacimiento de su hija, hace ahora 17 años. “Entonces me planteé que quería aplicar mis aptitudes y conocimientos artísticos al diseño de piezas que tengan que ver con la filosofía de instituciones, empresas o asociaciones, y que yo lo llamo arte a la medida”, dice. Eso se tradujo en la creación de pequeñas esculturas que son utilizados como trofeos y regalos por parte de sus clientes. Entre ellos figuran la Cámara de Comercio, para quien lleva creando veinte años el trofeo que se entrega con motivo del concurso de escaparates, LARES o BBVA. También tiene clientes particulares. A todos ellos, lo primero que les pregunta es “cuánto quieren gastarse”. Porque Jesús puede diseñar un trofeo desde “los 150 euros por pieza a los 500 o 600 euros, dependiendo de la tirada y los materiales”. Unos materiales que pueden variar, desde la madera hasta el bronce, pasando por el gres, latón o aluminio. En el taller de Irala comienza el proceso creativo. “Antes de nada”, explica Jesús, “hablo con el cliente para que me cuente y me aporte la mayor información, y después me pongo a dibujar sobre el papel, luego lo paso al ordenador, lo voy corrigiendo y dando matices, y al final se lo paso a unos colaboradores excepcionales que tengo en el valle de Aiala, donde, en su taller, se corta la chapa o se funde y se termina la escultura”. La mayor parte de los clientes, según confiesa, “se quedan bastante sorprendidos de forma agradable, porque de verlo así, en bocetos sobre el papel, a verlo en tres dimensiones cambia mucho”. Eso ha hecho que Jesús se haya hecho un nombre en el sector y “extrañamente, todos los años, consigo un cliente nuevo”. Pero su mayor ilusión sería que el Ayuntamiento le encargue una escultura a mayor escala que los bocetos para instalarla en la calle. “Me encantaría porque Bilbao lo llevo muy dentro”, dice. Algún día llegará.