DOS óleos de gran formato -Personajes del silencio y Ecce Homo...-, alguno que otro más a menor escala y casi 50 grabados en estampa inkjet sobre papel Hahnemühle (a los profanos nos dice más bien poco ese apellido sajón pero debe ser, al decir de los que saben, el recopón de los papeles...), albergan parte de la fecunda imaginación de Jesús Jáuregui, un polifacético artista bilbaino que lleva una vida ultramarina (de Bilbao a México en un ir y venir constante...) y trashumante. No es un cualquiera. No en vano, ha trabajado la amistad, el aprendizaje y la colaboración con dos grandes de nuestro tiempo, Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea. Este último, incluso, le bautizaba con el sobrenombre de El maestro. Ayer, volvió a impartir una lección con esos tonos metálicos y casi oxidados. Se diría que, para la ocasión, Jesús ha pintado y ha grabado con los restos de una antigua fundición. Casi que la colada al rojo vivo corre por sus venas. ¿El resultado...? ¡Espectacular!

Jesús trabajó hombro con hombro con Nestor. Tanto que colaboró con él para una serie de documentales grabados para ETB2 sobre la cultura de América precolombina. Hoy en día trabaja en la construcción de un monumento al pastor vasco en Reno (Nevada) y en su zurrón de creaciones lleva de todo, como aquellos aventurados hombres. Desde esculturas urbanas, hasta óleos de gran formato, pasando por grabados y litografías, escenografía en pequeños teatros experimentales, puestas en escena públicas o charlas sobre creatividad. Todo ese mundo bulle en su interior.

Ayer, ya digo, la exposición en la galería de Juan Manuel Lumbreras del número tres de la calle Henao, la muestra era de pinturas y grabados. A la entrada de la sala, los tres rostros sombríos y metálicos de un gran óleo sobrecogen al visitante incluso con su nombre, Personajes del silencio. Al fondo, un Ecce Homo acojona, por decirlo a la pata la llana. Elogia todo su trabajo el arquitecto César Caicoya, quien compartía la admiración de Nestor. “Es un maestro, no tenga duda”, repite.

procesión de fieles Ante esas credenciales no era de extrañar la procesión de fieles que se acercó a la galería, donde Begoña Lumbreras desplegaba las bellas artes del oficio mamado en casa. No faltaron Eugenia Calvo, Mikel Elorriaga, las singulares hermanas Carmen y Pi Ortiz, dos creadoras de imaginación ardiente que aguardan, expectantes, la inminente llegada a Bilbao del fotógrafo Alberto García Alix, uno de los presidentes de aquella república a la que llamaron La Movida; Mercedes Briones, Pablo de Miguel, Juan Manuel Santa Coloma, Carmen Pinto, Jorge Elizondo, el coleccionista de arte Alberto Ipiña, hombre de exquisita sensibilidad y amante de la fuerza de Jesús, José Luis Arenillas, tocado con txapela, Iñaki Ballesteros, Javier Elorza, Izaskun Martínez, quien se refugió del frío en aquella fragua, Luis Idigoras, Koldo Iturriaga, María Jesús Fernández, José María Bengoetxea, Carlos Ortuzar y un puñadito de seguidores impenitentes del artista.

La muestra, que lleva por título Caras vemos, lleva un prólogo de Josu Landa que habla de las infinitas caras que somos, de la inspiración del tzompantli azteca (me resisto a preguntar qué es el tzompantli pero suena algo duro...), de los ecos de la vida. Josu escribe y se deja llevar: “(...) el artista fisiógnomo bilbaino ve en el rostro humano una especie de ónfalos en dispersión.” Se diría, simplificándolo todo, que nada detiene a Jesús R. Jáuregui (así firma...) en sus creaciones, que lo suyo es, también, dejarse llevar por la creatividad y sacar y sacar. Sacar del hondón del alma tanto cuanto lleva dentro. Y plasmarlo para pasmo y asombro de quienes lo vean.