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Juanjo Moreno, una vida dedicada a la enseñanza

A sus 76 años, Moreno recibió ayer el premio Durangaldeko Teila 2014 de manos de Gerediaga Este jesuita a inculcado valores importantes a generaciones enteras del colegio Jesuitak de Durango

Abadiño - “Si antes quería mucho al Duranguesado, ahora no lo voy a poder apartar nunca de mi corazón”. Con esa frase, el jesuita Juanjo Moreno puso el broche final al emotivo pero distendido discurso que pronunció en el mediodía de ayer tras recibir el premio Durangaldeko Teila 2014. Con este reconocimiento Gerediaga Elkartea distingue cada dos años a una persona que, no siendo natural de la comarca, haya realizado una gran labor a favor de la misma.

El acto se celebró en la Campa Foral del barrio abadiñarra de Gerediaga, donde Moreno estuvo suelto, en su salsa, rodeado de un centenar de personas que le guardan un inmenso aprecio, su familia. Tanto la de sangre como la que fue formando durante cuatro décadas en la zona, los alumnos y compañeros del colegio Jesuitas -donde entre otras muchas cosas impartía clases de química-, y la gente del Tabirako -club de baloncesto en el que impulsó el trabajo de cantera-, todos quisieron estar presentes. Muchas fueron las aportaciones de este jesuita desde que tuviera su primer contacto con Durango a mediados de los 60 y hasta que fuera destinado a continuar su labor en Tudela en 2010. Una de las últimas fue la fundación de Jesuiten Etxea, una casa de acogida para inmigrantes. Esta familia también quiso arropar a Moreno en un día tan especial.

“Cuántas cosas hemos hecho juntos, y subrayo juntos, porque sin vosotros yo no hubiera hecho nada y no estaría hoy aquí”, agradeció Moreno, una persona polifacética pero que, tal y como recordó la exdirectora de Jesuitas, Isabel Kapanaga, “se ha guiado siempre por la fe” y cuyo “manual es el evangelio”.

Nació en Basurto en 1938, en una familia sencilla en la que desde pequeño comprobó la importancia de compartir. “De Bilbao, pero de barrio”, apunta. Su padre, Juantegi, era futbolero pero a él siempre le apasionó el baloncesto. Era el único que jugaba con alpargatas, pero aún así destacaba, tanto que llegó a jugar en la máxima categoría estatal en las filas del Iberia de Zaragoza, ciudad en la que estudiaba, e incluso debutar en 1958 con la selección española absoluta. “Era el compañero ideal, nunca se le escapó un reproche y llegaba el primero a entrenar, a las 7 de la mañana y en calzón corto”, recordó su compañero deportivo Paco Almazán.

El deporte no le apartó del camino de Jesús. “Si es lo que quieres, bien está”, le dijo su aita, tras quedarse un rato pensativo frente a la ventana cuando Juanjo, con la ayuda de su madre Milagros -a la que se lo había contado un poco antes, le confesó que quería ser cura. Momento clave fue conocer al padre Vicente Zabala, sacerdote que, fallecido en 2004, dejó huella en Durango. A través de él Moreno comenzó a ir a Jesuitas los fines de semana para entrenar a chavales.A partir de ahí, se convirtió en una figura clave en la historia del Tabirako, que le quería como jugador, pero él valoró que había una labor más importante. Y es que solo había un equipo, el senior, y lo que hacía falta era una cantera. Así que crearon un infantil. Después llegaron el juvenil, el minibasket, etc. Fue la semilla del club que es hoy, con 52 equipos, 662 baloncestistas y 120 entrenadores.

Filosofía Juanjo implantó una filosofía que aún mantiene el Tabi, como es el voluntariado de sus integrantes. “Dar gratis lo que hemos recibido gratis”, sintetiza uno de sus muchos pupilos, Txiki Moreno, al que el propio entrenador le puso ese mote “pese a que era el más alto”. Otro colega del mundo del basket es Pedro Perugorria, ex presidente del club durangués. Aunque coincide con la mayoría en lo difícil que es definir a Juanjo en una frase, le considera “un educador entre canastas, un jesuita con una gran muñeca”.

En lo deportivo, los resultados no tardaron en llegar. Clave fue aquel clinic del 72 impartido en Madrid por el estadounidense Bobby Night y del que Moreno aprendió unos novedosos fundamentos defensivos que aplicó en el Tabi. Al año siguiente fueron campeones estatales infantiles, y en el 74 terceros de España juveniles, ganando al Barça y perdiendo en la semifinal contra el Madrid.

Antes, en el 71, había sido ya destinado a Durango, donde empezó a dar clases en Jesuitas. “No sabéis cómo era el chamizo cuando llegué”, bromeó, “pero lo importante eran las personas”.