EL pasado 19 de noviembre, la vieja Escuela de Minas de Bilbao cumplió 100 años. Y como si fuese uno de esos venerables ancianos de Japón que irrumpen de vez en cuando en nuestras pantallas, goza de una salud envidiable. Nació para formar capataces pero un siglo después la formación ya no es la misma. Aún se pueden estudiar en sus aulas los misterios de las entrañas de la tierra, pero hoy se imparten clases sobre energía u obras públicas: sus alumnos pueden hacer proyectos de voladuras e incluso formarse para dirigir una central... Los tiempos han cambiado.
Aún con todo, ni uno solo de los protagonistas de estas historia está matriculado en el actual curso que se imparte pared con pared con el nuevo San Mamés. Entonces no. Cuando los hombres de la promoción de 1964 dejaron la Escuela partían a hacerse una vida desde la sede de Ibáñez de Bilbao, en el antiguo edificio de Bomberos de la villa. Lo recordaban ayer al alimón Andrés Ansoleaga, Juan María Prieto (a ambos el siglo XXI les conocen por Ander y Jon, pero su coetáneos les siguen llamando Andrés y Juan Mari...) y Juanjo Saornil, los tres promotores de este feliz reencuentro. No por nada un puñado de supervivivientes -“por desgracia ya faltan unos cuantos...”- decidieron ayer darse un baño de nostalgia y celebrar el medio siglo de vida transcurrido fuera de las aulas. Algunos llegaron desde Madrid y otros desde Tarragona, pero la inmensa mayoría procedían de los pueblos de Bizkaia. ¡Cómo no, siendo este un pueblo introspectivo, que tanto ha mirado a su interior en las minas!
El encuentro comenzó a las 11.00 de la mañana en la iglesia de San Vicente, donde una misa sirvió de recuerdo por los ausentes y de encuentro entre los presentes. Allí se vieron otra vez las caras gente que llevaban veinte, treinta, cuarenta años sin cruzarse una palabra. “La vida, eso es la vida”, aseguraba uno de ellos. Cumplido el ritual (que se abrochó en los jardines exteriores con un aurresku de honor...), los escolares subieron al autobús rumbo a Gallarta, donde visitaron el Museo Minero. Y desde allí, donde se soltó algún que otro lagrimón, volvieron a Bilbao para celebrar la vida en el Baita Gaminiz de Aitor Elizegi, donde brindaron; en su terraza primero y sobre una buena mesa después.
nombres de hierro Disfrutaron del día intenso nombres de hierro, algunos de ellos peritos y otros facultativos. Así, junto a Andrés, Juan Mari y Juanjo gozaron del día Jesús José Amantegi, Pedro Mari Amarika, Santiago Arce, Jon Arregi, José Tomás Aurrekoetxea, Eduardo Benito, Francisco Javier Borjabaz, Domitilo Jesús Bravo, Daniel Delera, José García Natividad, Fortunato Gómez, Manuel González Herrán, Alfredo González, Javier Gonzalo, Jorge Jerer, Luis López de Letona, Jaime Lugarezaresti, Juan Mari Lus, Jesús Maguregi, Domingo Marqués, Fidel Muñiz, Jon Ortuondo, Joseba Orueta, José Miguel de Pablo, Guillermo Plagaro, Rafael Puerta, Mario Javier Redondo, Roberto Rodríguez Collazos, Valentín Royo, Ángel Santurtún, César Torres, Gustavo Vázquez, Iñaki Garabieta, Armando Gisasola, Juan Carlos Las Fuentes y Lorenzo Muro. La inmensa mayoría de ellos ellos han vivido su particular viaje al centro de la tierra, esa travesía que cincuenta años después del día en que partieron aún recuerdan. Hablaron. Hablaron mucho entre ellos. Tenían tantas cosas que contarse medio siglo más tarde...