BILBAO - Las nubes que cubrían ayer Zeanuri recordaron que ya ha vuelto el primer fin de semana de agosto y que con ello todos tenían una cita pendiente. Una inconfundible humareda blanca volvió a emerger entre los robles de San Justo para perderse en la cumbre del Gorbea e inundar de misterio el monte. Durante el amanecer de hoy el horno de Zeanuri ha vuelto a vomitar los primeros trozos de cal.
Puntuales, Juan y Julián Arana procedieron ayer (11.00 horas) al encendido del calero de San Justo bajo la atenta mirada de niños y mayores, que querían aprender, y otros muchos recordar, cómo se enciende un calero y la gran importancia que tuvo para nuestros antepasados. Esta vez, los hermanos Arana contaron con el apoyo de una delegación de Fórum Ibérico de la Cal, cuyos miembros viajaron desde Madrid, Barcelona y Mallorca para estar presentes en el encendido. “Desde que creamos nuestra asociación hace cinco años teníamos pendiente venir a Zeanuri para ver el calero”, explicó Joan Mestre, expresidente de la Asociación, que ha viajado desde Mallorca para estar presente en el encendido del calero. Muy emocionado, Joan Mestre relató: “Ya no hay hornos de este tipo. Antes se juntabas varios caseríos y se hacía la cal para auto consumo, no para comercializar”. Fabricantes, bioconstructores, restauradores y hasta niños curiosos se dieron cita ayer en torno al calero restaurado en 1996 por el colectivo vecinal Ipizki Taldea.
Mil utilidades
“Es muy emocionante vivir esta experiencia y ver cómo encienden el calero. Al fin y al cabo, están volviendo las tradiciones de toda la vida”, aseguró Mestre. Antaño, mezclado con agua y tierra, se obtenía el mortero necesario para la construcción de muros y paredes, y combinando la cal con agua era utilizada para el blanqueado de los caseríos. “El calero servía para todo y era un elemento habitual que servía para desinfectar los establos y hasta como conservante en los huevos”, añade Igor Intxaurraga, desde Ipizki Taldea.
El espeso humo de los caleros se apagó hacia mediados del siglo XX, pero en 1996 la asociación Ipizki Taldea de Zeanuri recuperó el viejo calero de San Justo situado al pie del monte de Gorbea y elaboró la cal a la antigua usanza.
Desde entonces, el primer fin de semana de agosto se celebra una romería y también los más pequeños tienen la oportunidad de aprender una de nuestras tradiciones más importantes. “Nuestro objetivo es poner en valor el patrimonio natural e histórico cultural de Zeanuri, en particular, y de Gorbeialdea en general”, aseguraron desde Ipizki Taldea.
Misterio Llenar el calero de leña fue el primer paso fundamental que dieron ayer para comenzar con el esperado encendido. Sobre esa madera se dispuso una capa de piedra caliza. Y, desde abajo, prendieron fuego. Este año, Juan y Julián Arana le pasaron la antorcha a los más txikis de Arratia, “para que aprendan nuestras culturas y podamos seguir en el futuro con esta tradición”, dijo Intxaurraga. Después, a medida que avanzaba el proceso de calcinación, se procedió a cargar el caldero con más combustible y, así, con lentitud y sin prisa alguna, se fue creando una cortina de humo que fue extendiéndose por todo el monte llenándolo de misterio. Un misterio que también se mantendrá hoy con la misa de las doce, con el Euskarria -pequeño refrigerio de vino blanco y galletas- y el concurso de paellas junto al campeonato de bolos.