Muchos piden el día libre en el trabajo o hacen lo imposible porque sus vacaciones coincidan con este día tan especial. Otros, los más mayores, pueden disfrutarla sin tener que cuadrar calendarios. Pero lo cierto es que tanto unos como otros disfrutan de La Guía, la fiesta de los portugalujos que cada año organiza el grupo Berriztasuna. Ayer, a pesar de que el tiempo no acompañó, la villa se abarrotó de devotos a esta virgen que, como cuenta la leyenda, guiaba a los navíos para evitar que encallaran en la temida barra de arena. La de ayer, además, dejará un recuerdo imborrable en las 144 personas que pudieron acompañar por primera vez a la talla en su procesión marítima.
El barco Txinbito llegaba al paseo de La Canilla pasadas las doce del mediodía. Por primera vez en la historia de esta popular celebración, el Ayuntamiento ha colaborado con Berriztasuna para, a través de una petición del PNV, abrir la procesión a la participación vecinal. Así surgió el sorteo que este año ha animado a cientos de vecinos a embarcarse en esta nueva experiencia. “Nos parece genial que hayan decidido hacer un sorteo porque así nos permiten conocer este lado de la fiesta desde dentro”, aseguraba ayer Raimunda Pérez, una de las agraciadas en el sorteo. Ella decidió probar suerte y, al conocer que había sido una de las ganadoras, llamó corriendo a su amiga Virginia Arza. “Yo he tenido la suerte de tener una amiga tan buena”, le agradecía esta última. Cada uno de los afortunados, en total 72, podía embarcar con un acompañante, por lo que en el Txinbito paseó ayer a 144 personas.
Entre los pasajeros se encontraban también Amparo Blanco y su hija, Noelia Barón. “Yo he tenido la suerte de montar otras veces con la virgen, pero quise probar suerte y ahora voy a ir con mi hija”, explicaba Blanco. “Nunca nos perdemos La Guía pero este año va a ser más especial”, indicaba Barón.
MIsa abarrotada El tiempo hizo que la jornada tuviese algún adepto menos que otros años pero, aún así, en la misa en honor a la Virgen de La Guía no entraba ni un alfiler. “Como siempre, es muy difícil entrar en la iglesia si no vas con tiempo”, decía una vecina, esperando a la embarcación. Unos cohetes anunciaban la llegada de la talla impoluta de la Virgen hasta la embarcación. “Qué pequeñita es”, apuntaban quienes visitaban por primera vez esta tradicional fiesta. El viaje hasta el faro precedía al cántico que miles de portugalujos ofrecían a la santa frente al mercado de abastos. Y allí eran vigilados por las miradas de los Dominguines -dos populares vecinos de la calle Coscojales que cuelgan desde lo alto de los balcones durante toda la jornada.
Así, la fiesta que comenzaba a las ocho de la mañana se alargaba durante veinte horas más, acompañada en muchos momentos por la lluvia. Pero ni si quiera eso aguó la jornada más especial de Portugalete, que consigue reunir a más de 55.000 personas guiados por la pequeña Virgen hasta la villa.