La historia de la tienda Sombreros Merche se inició gracias a una tía rica. Ella fue quien apadrinó a un niña que despuntaba por sus grandes aptitudes para la costura, el diseño y las manualidades. Le proporcionó estudios en París y Barcelona y le ayudó a montar su primer negocio. El resto lo hizo la joven Merche León, que se convirtió en un referente en Bilbao de los tocados y los sombreros. Murió hace ocho años con 92 primaveras, y a esa edad toda seguía yendo a la tienda "a mandar", como resalta su hija Carmen, su heredera en el elegante arte de los tocados. Carmen mantiene intacto el espíritu del negocio y hasta la decoración vintage de la tienda. "Aquí todo es artesanal", dice, "no hay ninguna máquina, las herramientas de trabajo son las manos, un molde de madera y una plancha sin vapor". Así que de sus manos y de su cabeza salen las creaciones que muchas mujeres lucen en las bodas desde hace muchos años.

Carmen comenzó desde muy pequeña a trastear por la tienda. "Salía del colegio y venía a ver lo que hacían en el taller", recuerda. Así que no es de extrañar que a los 16 años se incorporase al negocio ya que "era una estudiante muy mediocre", confiesa. Ayudaba en el mostrador, atendiendo a las clientas, y poco a poco fue aprendiendo el oficio. "Los domingos por la mañana", recuerda, "venía con mi madre para que me explicara ciertas cosas de la confección porque entre semana no podía hacerlo debido a la cantidad de gente que iba a la tienda". Había días, según recuerda Carmen, que "las clientas tenían que esperar en el pasillo de las galerías". Sí, porque Sombreros Merche, abrió sus puertas a mediados de los años cuarenta en una galería comercial, "la primera de Bilbao", en la calle Colón de Larreategui, frente al Café Iruña, que desembocaba en la calle Ledesma. "Esto fue un boom al principio, una maravilla, había tres restaurantes, peluquerías? pero luego fue un fracaso, sólo quedó la tienda de mi madre". Y se mantuvo porque los sombreros y tocados que diseñaba Merche eran ya muy conocidos en la capital vizcaina. Su fama se la había labrado con una primera tienda en la calle Víctor, la que le ayudó a montar su tía rica, "pero que luego le fue pagando religiosamente", aclara Carmen, y, posteriormente, en un piso de la calle Correo. Pero como se le quedaba pequeño, por la creciente demanda, se instaló en la Galería Bilbao, que así se llama. Eran años de esplendor. En el pequeño taller de la tienda llegaron a estar trabajando ocho chicas. Pero en los años ochenta llegó la caída de ventas "porque los grandes de la moda no ponían sombreros a sus modelos", explica Carmen. Aun así se mantuvieron gracias a la fidelidad de las clientas de Sombreros Merche.

Bodas

Hoy en día sigue Carmen sola, pero está contenta. No solo porque disfruta con su trabajo sino porque "el negocio está muy bien". Parece que en los últimos años ha vuelto la moda de los tocados y los sombreros, sobre todo cuando se trata de ir a una boda. "Es para lo que más trabajo, para las bodas,", explica Carmen. ¿Y cuál es el perfil de las clientas? "Hay de todo", contesta, "ahora ya no hay clases sociales; yo tengo chicas que limpian oficinas, pero que el día de la boda, cada una, de acuerdo a sus medios, quiere vestirse bien e ir elegante". Por eso, Carmen vende tocados "desde 120 euros en adelante". "Esta tienda ha sido cara", especifica, "pero ha habido que bajar los precios".

Todas las confecciones salen de sus manos y de su imaginación. "Hay clientas que me traen una revista porque han visto algún personaje famoso con un tocado o un sombrero, y yo se lo hago idéntico". Ese es su único secreto, además de las muchas horas que mete en el taller. "Pero no me importa", dice, "yo disfruto mucho aquí, cuando vengo por las mañanas revivo otra vez". De sus manos también salen los pañuelos que diseña para las mujeres que están en tratamiento de quimioterapia. "Hago unas cosas muy bonitas para que las que están pasando por ese trance, por lo menos se vean guapas", dice. Y lo debe conseguir porque, según ella, "suelen venir tristes y compungidas y salen de la tienda con subidón". Lo que ya no diseña son los tocados y sombreros que llevaban las mujeres por Carnaval en las fiestas privadas que se hacían por Neguri. "Eso ya desapreció", afirma. Pero no por ello le falta trabajo.

La pena es que Sombreros Merche desaparecerá cuando Carmen decida jubilarse. Sus dos hijos, "que están bien situados", no seguirán la estela familiar. Pero tampoco le importa. Ella es feliz en la tienda. "Todavía me fluyen las ideas", concluye Carmen.