Hoy vengo a hablarles de dos historias singulares: un corazón de tiza en la pared, a la manera de la vieja canción de Radio Futura, que puede contemplarse, entre otras maravillas (no es un corazón cualquiera sino uno propio de los libros de anatomía...), en la cervecería Casco Viejo inaugurada ayer en la plaza Unamuno y otro grande como un roble. Qué digo como un roble, como un chopo, si juzgamos que su propietario es José Ángel Iribar, quien ayer recogió en Ibaigane el gigante de cerámica con el que la comparsa Moskotarrak agasaja, cada año, a la personalidad triunfadora del concurso Manda Huevos. Ya ven, dos historias paralelas que se cruzan, en claro desafío a las leyes de la geometría.

Contémoslo por orden cronológico. Al filo de las siete y media de la tarde, apenas minutos antes de que todo un clásico de Pozas, el legendario Oker, encendiese las luces de neón con las que celebraba su trigésimo aniversario. comenzó la celebración de la puesta de largo de la cervecería Casco Viejo que ocupa hoy lo que ayer era territorio Gambrinus y anteayer una degustación que regía el abuelo, José María Seguín. Hoy lo regenta la nieta, Jessica Sánchez, quien ayer explicaba la vocación del local: convertirse en un archipiélago de tranquilidad donde tomarse una buena cerveza o una copa bien puesta a cámara lenta. Habrá una barra de pintxos de útima generación y una serie de raciones variadas sin salirse del carril clásico. Y en las paredes lucen, junto a ese corazón pintado, un collage de prensa antigua, cromos de futbolistas y programas de mano de la primera Aste Nagusia elaborado por José Iraolagoitia; lámparas ideadas por una asociación de ayuda a las familias en crisis y tulipas creadas por otra asociación, en este caso de ayuda a mujeres maltratadas. A la cita acudieron, entre otros, Mitxel Seguín, Andrés Vázquez, Ane Seguín, Lara Azkona, Bego Seguín, María Seguín, Jon Aldeiturriaga, Arantza San Andrés, Jagoba Etxeberria, Isma Txurruca y un buen número de amigos y clientes viejos de la familia, con más de dos décadas de asentamiento en la plaza.

Echándose la tarde a dormir, ya digo, la comparsa Moskotarrak invocó a dios en Ibaigane. Dios, para los despistados, es José Ángel Iribar, quien recogió, de manos de la presidenta Gloria Prieto, el gigante que le acredita como ganador del concurso Manda Huevos de la pasada Aste Nagusia. Ejerció de anfitrión Jon Zapirain y de maestro de ceremonias José Mari Amantes en una tarde en la que se saludaron Paloma Panizo, Luis Ángel Castrejana, Bixente Lonegan, Mikel Bilbao y un buen puñado de moskotarreños.