JACQUELINE Txertudi lleva unos días bastante atareada desgranando alubias con mucha paciencia y mimo en el caserío Barrenetxebarria, en el barrio Idokilis de Kortezubi, para poderlas exhibir como se merecen en el Último Lunes de Gernika. En la otra punta de la geografía vizcaina, en Karrantza, Eurkene Portillo está aprovechando la baja maternal para disfrutar de su pequeño Unax, que apenas tiene mes y medio de vida. Pero en enero deberá incorporarse a su trabajo como conductora de autobuses de transporte escolar en la comarca. En otro barrio del mismo valle, en Otides, Cristina Garay colabora en las tareas de la explotación familiar ganadera dedicada al vacuno de leche. Jacqueline, Eurkene y Cristina son tres ejemplos de la cada vez mayor presencia de la mujer en el ámbito rural. Son tres mujeres apegadas a la tierra que cuentan a DEIA sus experiencias en un mundo tradicionalmente dominado por hombres.

Eurkene Portillo es la más joven de las tres. Tiene 31 años y vive en el barrio carranzano de Soscaño. Sus abuelos siempre se dedicaron al campo, como la mayor parte de los habitantes de la comarca encartada, pero su padre rompió la tradición ganadera. Decidió dedicarse al transporte. Así que en casa de Eurkene las conversaciones siempre han girado en torno a autobuses y recorridos. Aun así, los comienzos laborales de esta joven no fueron en el mundo del motor. En un principio decidió hacerse administrativa en Bilbao, por lo que sus primeros trabajos los desempeñó, de acuerdo con lo que había estudiado, en el Ayuntamiento de Karrantza y en los Talleres de Empleo.

Pero como vio que el futuro laboral no tenía buena pinta, Eurkene decidió sacarse a los 23 años todos los carnés de conducir posibles para poder incorporarse a la empresa familiar. Lo fue haciendo paulatinamente. "Empecé haciendo viajecillos por la zona con los equipos de fútbol", recuerda. Y en ello sigue los fines de semana. Porque Eurkene y su marido mantienen una estrecha relación con el fútbol. Su marido es el entrenador del Karrantza y ella regenta el bar del campo de fútbol. Así que el matrimonio tiene una agenda muy completa los sábados y domingos. Eurkente se encarga, además del bar, de transportar a los equipos en sus deplazamientos de liga. También realiza viajes con los futbolistas de Ramales, el pueblo vecino de Cantabria. Y, de lunes a viernes, emplea su tiempo en el servicio de transporte escolar que presta la empresa familiar Portibus. Su profesión hace que esté muy en contacto con un pueblo eminentemente ganadero. Por eso, aunque en su casa solo tenga huerta, sabe cómo respira el valle.

Turismo En los últimos meses, por ejemplo, el tema de conversación estrella es el de la reciente nominación de las cuevas de Pozolagua como Mejor Rincón 2013 de la Guía Repsol. "Yo creo", dice Eurkene, "que puede tener tirón turístico". De hecho, confirma que en los últimos meses ha visto "muchos autobuses que vienen con turistas". Y esos turistas son los que están dejando dinero en los bares. "Hay restaurantes que han empezado a dar comidas entre semana porque viene gente, algo impensable hace años", señala . Ese movimiento de visitantes también le puede beneficiar a Eurkene, ya que también ha notado que "de vez en cuando salen excursiones a Bilbao desde el balneario". Peor visión tiene del futuro agrario del valle. "La verdad es que están desapareciendo explotaciones, sobre todo de vacuno, por eso la gente está haciendo algo diferente, montando granjas de conejos o gallinas", concluye.

vacuno de carne La que sigue las raíces ganaderas de su familia es Jacqueline. Aunque nació en Estados Unidos, donde su padre fue a trabajar de pastor, la familia regresó a Kortezubi para retomar las labores del caserío. Jacqueline tiene 42 años y siempre se ha dedicado a la cría de ganado. Desde hace unos años ha apostado por el vacuno de carne, pero de calidad. Por eso, todas sus reses son sacrificadas tras superar los exigentes controles de Eusko Label. Además de la carne, Jacqueline cultiva la prestigiosa alubia de Gernika y la calabaza autóctona.

"Este año va todo muy retrasado porque, debido al mal tiempo que hizo en primavera, tuvimos que sembrar la alubia en julio", dice. Así que estos días se esmera en desgranar las pocas alubias que han recolectado. "Me estoy viendo un poco pillada para llegar al Último Lunes de Gernika", señala, "pero hay que estar allí". De todas formas, Jacqueline no solo realiza sus ventas a través de mercados presenciales. Desde hace tiempo ha optado por entrar en el gran escaparate que supone internet. A través de la web www.nanike.net vende carne envasada, alubias y calabaza. Está contenta con la iniciativa, aunque le gustaría que fuese mejor. "Pero como el consumo está bastante parado", dice, "no se puede hacer otra cosa". Jacqueline aprovecha la ocasión para animar a los vizcainos a que "consuman productos de aquí aunque sean un poco más caros". Según ella, es la única forma de dar un impulso al sector agrario. "Nosotros no podemos competir en precios con las grandes superficies", se queja Jacqueline. Por último, anima a los jóvenes a que monten negocios en el mundo rural, "aunque ya les digo que te tiene que gustar mucho para estar metido en esto".

Trabajo Cristina Garay es la más veterana de las tres. Tiene 65 años. Ayer celebró el Día Internacional de las Mujeres Rurales participando en el encuentro que organizó el Gobierno vasco en Durana (Araba). De vuelta a casa, al barrio de Otides, en Karrantza, le esperaban las labores propias de una explotación ganadera de vacas de leche. Aunque su marido ya está jubilado, Cristina sigue al pie de la cuadra junto con sus dos hijos de 42 y 36 años. "Yo me he dedicado más a la huerta y a las labores de casa", cuenta Cristina, "pero bastante he tenido con eso y con criar cinco hijos". Aun así, también ha compaginado el trabajo en el caserío con la limpieza de oficinas en Karrantza. Por eso, resalta que sigue cotizando como autónoma. "El año que viene ya veremos lo que hago, igual me jubilo", dice. Se lo pensará porque quiere seguir activa "para no quedarme encerrada en casa en invierno". Mientras tanto sigue apoyando a sus hijos en la dura tarea de ordeñar las vacas todos los días del año. Una tarea que "ya no es tan dura como antes, gracias a la maquinaria que hay hoy en día". Lo duro del campo, según Cristina, "es depender siempre del tiempo".