DOCE pesetas en el bolsillo, un paquete de cacahuetes y una hora delante de la gran pantalla. No había mejor plan en Portugalete para un domingo a la mañana. Ir al cine, a la sesión matinal de los Java, era una de las mayores diversiones de hace años en la villa. "Era un cine muy curioso, construido con madera por dentro y rodeado de palcos", recuerda Unai Gabe, miembro de la asociación cultural Ramón Bikuña. Como él, Portugalete recuerda esta semana sus días de cine. Se trata de un pasado grabado en celuloide que por desgracia, no cuenta con un presente y cuyo futuro está diluido entre las grandes salas de centros comerciales y la subida del IVA cultural. Una exposición en el centro Santa Clara pone de nuevo en la boca de los jarrilleros nombres como Ideal, Mar, Rex y Java.

Son los nombres de los cuatro cines principales de Portugalete. Todos extintos. Sin final de película. Todos historia. Sus pantallas se apagaron hace tiempo. Primero se apagó la pantalla del Cine Mar, en la plaza de Larrantxe. Después se fundió en negro la del cine Ideal, y la del Rex y la del Java, aunque también funcionaba cono sala de cine el Teatro Portugalete, conocido como el Treatrillo. Las últimas en desaparecer, las salas del cine Ballonti, que se apagaron antes del verano.

El apagón en cambio no borró la existencia de los cines de la memoria de Txomin Hermosilla, vecino de la villa que desde que tiene uso de razón ha coleccionado con mimo todo el material en el que se ve impresa la palabra Portugalete. "Son cosas que no quiero que se pierdan; no quiero que se olviden", cuenta. Ahora, parte de su colección -compuesta por miles de objetos dispares- ha hecho posible refrescar la memoria de los vecinos de la villa con antiguos programas de mano, entradas de cines y carteles cinematográficos que se remontan hasta el año 1921.

Txomin aún recuerda el título de la primera película que vio en el cine de Portugalete. La mano que aprieta. "Era de cine mudo, y duraba entre 12 y 20 minutos", dice sin dudarlo ni apenas un segundo. Era una época dorada para el cine. Unos tiempos en los que salas proliferaban en cualquier local de la villa. Hasta el batzoki albergó, en la época del régimen, una sala en la que se proyectaban películas.

Ya entonces Txomin guardaba todo lo que le parecía interesante sobre su querido Portugalete. Se puede ver en su colección. Programas de mano que abandonaban la forma cuadrada para siluetear las figuras de las estrellas de cine de la época. "Después cambiaron el formato y comenzaron a hacer todos los programas cuadrados, una pena", asegura el coleccionista.

La lonja en la que guarda cada uno de los recuerdos de la localidad jarrillera es historia viva de la misma. Entre sus cajas, perfectamente ordenadas, descansan entre 4.000 y 5.000 carteles con Portugalete grabado. En lo referente al cine, las vitrinas del centro Santa Clara exponen entre 50 y 60 programas de mano. Aun así, Txomin se guarda para una futura ocasión miles de piezas más. Entre sus favoritas destacan las últimas entradas vendidas en los cines Ballonti. "Subí a ver la última película que proyectaron y compré las últimas entradas que vendieron", cuenta a modo de homenaje a las grandes salas.

Además de los grandes cines, a los que acudían los vecinos de localidades cercanas, la villa también contaba con el Cinematógrafo Carmen, que estuvo activo entre los años 1906 y 1912. Muy famosas se hicieron las sesiones al aire libre en la plaza, a comienzos del pasado siglo que después se trasladaron al parque de Doctor Areilza, y el Cineforum portugalujo.

Pero la villa no solo era una buena opción para ver las historias de celuoide sentado en una butaca. Los paisajes de Portugalete fueron durante años escenarios de grandes películas. El pico, era uno de los títulos que pasaron por el municipio. Antonio Banderas, Miguel Bosé, Ana Belén... son algunos de los nombres que se recuerda haber visto captadas por las cámaras en las cercanías del Puente Colgante, que también protagonizó junto al antiguo Hotel Puente Colgante, alguna escena. "Portugalete era un referente cultural. Lo tenía todo y atraía a muchísima gente", asegura Unai, uno de los responsables de que esta exposición de cine haya visto la luz.

Los carteles y programas cinematográficos son un espejo de esa vida cultural; la misma que la asociación Bikuña se propuso recuperar desde sus inicios. "Es una pena que todo eso se haya perdido. Es triste, de verdad, ver el declive cultural que estamos viviendo", subraya. El centro cultural Santa Clara mantendrá estos recuerdos de celuloide hasta el 4 de octubre. La exposición nació con la idea de "tocar la fibra sensible" de los portugalujos. Esos mismos que, años atrás bajaban a misa los domingos para después, con varias pesetas en la mano, comprar varias bolsas de gominolas y sentarse en las butacas de la sesión matinal. Esperar a que se apague la luz y empezar a soñar.