La voz del pueblo que sube al cielo
La calle lo dice a su manera, con esa sabiduría popular que se desgrana del refranero para decir aquello de "voz del pueblo, voz del cielo". Aquí en esta tierra -y más se hace en días como el de ayer, un 4 de febrero en el que cada año Santa Águeda renace de sus cenizas y su memoria puebla las calles de voces graves o angelicales, según se tercie...- cantar es un deporte nacional, una costumbre que rompe la barrera del tiempo y traspasa los siglos sin perder el gusto por expresarse como los pájaros. Y sin son txinbos, mejor, que diría una txirene.
Ayer cruzó el ecuador la Semana Coral Vizcaina que este año celebra sus cuarenta de vida. La basílica de Begoña, año tras año, acoge el peregrinaje de decenas y decenas de asociaciones corales que inundan de voz la nave central hasta tocar con los dedos las bóvedas de crucería. En la sacristía, donde se cuece el buen funcionamiento de los conciertos diarios, se echaba de menos el nervio y el viejo corazón del rector del santuario, el inolvidable Jesús Garitaonandia que se descabalgó de la vida hace unos meses. Ese vacío será difícil de llenar.
Sin olvidarle, pero sin caer en las redes de la nostalgia estéril, Pilar Jauregi, Italia Canna, Luis Bartolomé, José Luis Larrea, Elena Urquijo, Maribel Eginoa, Rosa Quintano, Arantza Carbajo y José María Etxebarria entre otrosse movieron ayer entre sombras, atentos a que todo funcionase con la precisión del carillón del reloj de la torre. No era fácil. No en vano, actuaban cinco agrupaciones, desde San Inazio Abesbatza, dirigido por Gorka Beriain, hasta el coro de Basauri, Soinu Biea, dirigido por Gerardo Carbajo, pasando por el Coro de Ingenieros de Bizkaia, cuyas voces volaron al compás marcado por José Ángel Robles; la coral Irutasun, de Algorta, con Irina Shenguelia marcando el ritmo o Lagun Zaharrak Abesbatza Elkartea, donde marca el ritmo Javier Bustamante. Había que hacer un duro ejercicio de tramoya y ordenar el tráfico de coralistas, de acá para allá toda la tarde. Lo bordaron en una tarde-noche de seda pese al funeral previo, que siempre enfría el ánimo y los corazones.
Dan fe de ello quienes prestaron sus voces para hacer de este lunes de la semana coral un día grande. Con la radiofónica voz de Ramón Bustamante como guardia de tráfico, desfilaron por la basílica Itziar Matarranz, Vega María Benito, Antonio Mareque, Juan Pedro Alzola, Iñaki Kareaga, compositor, además, de Amets Saltzailea, la canción para tres voces que interpretó el coro Soinu Bidea; Estibaliz Gutiérrez Iriondo, Karmelo Suero, Javier Domingo, Gerald Simba, Marta Erdoiza, Javier Hernández, Miguel Ángel Pastor, Iñaki Elorriaga, Julián Salvador, Isabel Marañón, José Miguel Andrés, Joseba Aranguren, Juan Carlos Martínez y un sinfín de voces que, engranadas unas con otras, logran que la música se convierta en un vehículo de ascensión a un estado superior.
No me dejarán mentirles Jon Madariaga, María José González, Aitor y José Ramón Basañez, matxorris asiduos a esta semana coral desde hace más de veinte años; María del Carmen Anuzita, María Jesús Olabarria, Josefa Martínez, a la que no frenaron sus 90 años; Joseba Ugalde, Benita Uriarte, José María García, Agustín de las Heras, María Ángeles Agirrezabal, Idoia Muguruza, Magdalena Hernández, Josefina Álvarez, quien recordaba su juventud coral; José María Beitia, Aránzazu Rojo, Elena Ballesteros y un buen número de asistentes que no quisieron perderse un compás, desde el O Vos Omnes de Tomás Luis de Victoria que abrió la sesión de ayer, hasta el River de Ennio Morricone que la cerró, sin olvidar, por supuesto, el tradicional Begoñako Andramari, pan nuestro de cada uno de los días en que los coralistas tocan aldabas a un mundo mejor. Y la suerte es que les abren.