BILBAO. Hace un año, Ibai aguardaba en el hospital La Paz de Madrid que Olentzero le llevara unos órganos para su pequeño cuerpo enfermo. El milagro se produjo y el carbonero barrigón viajó hasta la capital madrileña para hacerle entrega del mejor de los regalos: la vida. "Le he pedido a Olentzero un ordenador para ver películas", comenta hoy en día el chiquitín, doce meses después de aquella experiencia que le tocó vivir pese a su corta edad.

Ibai Uriarte fue sometido a un trasplante multivisceral de hígado, estómago, duodeno, intestino delgado y páncreas el 29 de diciembre de 2010. Una operación compleja que el león de Galdakao logró superar con una fuerza que sorprendió incluso a los propios médicos que le atendieron. Una semana después de aquella intervención quirúrgica, el 6 de enero, DEIA compartió con el pequeño su día de Reyes en la UVI de la Paz. Con el pelo en punta, repeinado y con una sonrisa recibía al rey Melchor. "Estoy bien", le dijo al mago de Oriente, sentado en la cama.

Este año, Ibai también quiere estar con los lectores de este periódico y celebrar la llegada de Olentzero, pero esta vez correteando y jugando con su hermano Markel y sus amigas del barrio de Arkotxa, Tatiana y Genma. "¡Markel, coge la pelota y chuta!", grita un Ibai repleto de vitalidad, con ganas de saltar y brincar. Corre de un lado a otro como si quisiera recuperar el tiempo perdido. Pendiente del pequeño, sus padres, Javier y Susana, vigilan los movimientos de Ibai, que se enfada cada vez que Susana le dice que hay que volver a casa. "No quiero, estoy jugando", le dice a su madre, refunfuñando. "No para ni un segundo", comenta su ama. "Ibai, a casa que hace frío", le repite.

Pero el pequeño de Galdakao debe cuidarse. Desde que el 15 de abril el hospital La Paz le diese el alta, el camino recorrido no ha sido nada fácil. Muchos controles, pruebas y un par de ingresos tanto en el hospital de Cruces como en el de La Paz han formado parte de este intenso y largo año de recuperación. "Una señora me dijo que lo duro de un trasplante empieza después. ¡Qué razón tenía! Ibai estuvo muy enfermo y hay que ser muy cuidadosos. Está más bajo de defensas y cualquier catarro para él puede llevarle a una complicación", reconoce un preocupado padre.

El pasado 18 de noviembre, Ibai cumplía 5 años y un problema respiratorio le llevó a regresar al hospital madrileño para ser tratado de la dolencia. "Tuvimos que estar quince días porque el problema se complicó. Teníamos previsto celebrar el cumpleaños y lo tuvimos que retrasar. Pero sí lo hemos celebrado, con magos y todo", relata un emocionado Javier. "Estamos todo el día con la mosca detrás de la oreja. Estar en casa es bueno, pero nos da miedo que el niño se ponga malo y tengamos que salir corriendo una vez más para Madrid", admite. Como aquel 3 de diciembre de 2010. El puerto de Somosierra estaba cubierto con un manto blanco -nevado completamente- y de madrugada, después de haber trabajado por la mañana, el aita de Ibai cogió su coche para ir a Madrid detrás de la ambulancia en la que trasladaban a su hijo, muy enfermo. "No sé cómo llegué. Ahora lo pienso y me digo la fuerza que saqué. No sabía si mi hijo iba a llegar bien. La Guardia Civil paraba todos los coches y a mí que me dejaron pasar. Cómo me verían...", recuerda con los ojos enmudecidos.

Navidad en casa Llega la Navidad e, inevitablemente en estas fechas, afloran recuerdos y sensaciones que han estado presentes durante días y semanas en el seno de esta familia. "Este año celebraremos la Navidad en Arkotxa y Olentzero vendrá con regalos a casa, ¿verdad, Ibai?", pregunta Javi a su pequeño. "Todo no nos puede salir mal", comenta.

Los domingos Javier acude a misa para pedir a Dios y a la Virgen que siga protegiendo al chiquitín de la casa. "Qué mal lo pasamos hace un año... Fue duro y todavía seguimos ahí, luchando. Hay días mejores que otros. Sé que todavía nos queda muchos por pasar, pero lo lograremos. Desde arriba nos han ayudado y seguirán haciéndolo. Estoy convencido", apunta, con fe, el padre.

Pese a todo, los padres de Ibai intentan que el pequeño haga vida normal. Siempre que su salud se lo permite, acude cuatro horas al día al colegio donde estudia junto a sus amigos el último curso de preescolar. "Le encanta ir a la ikastola. Se lo pasa genial. Tiene una profesora de apoyo que le atiende", dice Javier. Pero lo que más le gusta a Ibai es ver películas de dibujos animados y que su aita le lea cuentos. "Me vuelve loco. No para. Estaría viendo vídeos todo el día", relata.

Después de un rato jugando en el barrio con sus amigos y la gata Mini que cuidan entre todos, el pequeño regresa a casa para ver sus películas preferidas. Susana le viste el pijama mientras que el pequeño mete un vídeo en el DVD. "Lo controla mejor que yo", afirma su madre. Por una vía le introducen con jeringuilla las vitaminas necesarias para que el niño esté alimentado. "Come poquito. Tiene que estar hidratado", explican.

"Son muchos los cuidados que necesita. Desde que se levanta hasta que se acuesta hay que estar pendiente de él. Antes de ir a trabajar le suministro la medicación y, cuando regreso, otra vez. En estos casos, un olvido o cualquier infección pueden provocar en el niño un problema más grave. No vivimos", explica Javi. "Es lo que nos ha tocado y hay que asumirlo así", sentencia.

Nadie diría que tras los grandes y expresivos ojos marrones de Ibai se esconde semejante patología. "No nos podemos quejar para cómo estuvo y para lo que podría haber pasado. Todavía recuerdo cuando los médicos nos dijeron en Madrid que el niño estaba muy malito", añade. Pero la vida sigue y el pequeño de Galdakao, desde su inocencia, observa atentamente a su padre como si entendiese el sentido de sus palabras. "Le miro y digo ay, mi pequeño, todo lo que le está tocando".

El niño Jesús Durante la conversación, en la tele comienzan a saltar los protagonistas de su cuento preferido: El oso y el pato. "Aita, mira, mira cómo se ríe hartza (oso en euskera)". Ibai se sienta en el sofá para ver la película más cómodo. A su lado, un nacimiento preside la mesa del salón junto a puzzles, cuentos, pinturas, cuadernos y el león del Athletic que le acompañó en su larga estancia ingresado en Madrid. "Aquí está el niño Jesús, chiquitito como yo", afirma Ibai, con una sonrisa picarona. "No se le escapa una", comenta un orgulloso Javier.

Cuando pasen las Navidades, en enero, deberán regresar a Madrid para someter a Ibai a una pequeña operación. "Poco a poco, paso a paso, con paciencia. No ganamos nada con agobiarnos", dice el aita.

Lo más inmediato son estas entrañables fechas, que vivirán todos juntos en casa, lejos de las salas de espera y de los nervios que les quitaron el sueño a lo largo de meses de ingreso en Madrid. "En un año hemos comprendido que hay mucha gente que lo pasa muy mal y que cuando estamos bien no lo valoramos. Ahora me he vuelto mucho más sensible y solidario", explica Uriarte. ¿Qué le pide Javier a Olentzero? "Fuerza para poder cuidar de nuestros hijos", concluye. El carbonero anota todos los deseos.