Getxo. JUAN Zabala se autodefine como "un hombre a la antigua usanza" y ejerce como tal. No tiene móvil, ni coche, aunque sí carnet de conducir, y nunca ha usado reloj. "Yo siempre me he despertado con el canto del gallo", dice sonriendo. Juan vive rodeado de animales en un caserío en el barrio getxotarra de Larrañazubi. Es de los pocos baserritarras que quedan en la zona. Por eso y por su carácter es toda una institución en Uribe Kosta. Estos días se muestra algo más nervioso de lo normal. Se acerca uno de los acontecimientos más importantes del calendario agroalimentario: la feria de Santo Tomás. Y desde que era un niño no ha faltado nunca a la cita bilbaina. El próximo miércoles acudirá a la Plaza Nueva con un centenar de animales. Un año más expondrá unos impresionantes pavos, capones, ocas, pollos y conejos, y probablemente será merecedor del primer premio en la modalidad de animales vivos. Juan los cría durante todo el año con mimo y cariño porque "para hacer esto hay que tener verdadera devoción por los animales", confiesa.

La víspera de Santo Tomás, Juan siente el mismo cosquilleo en el estómago que cuando era un chaval y acompañaba a su madre al mercado. "Ahora es peor", dice, "porque la noche anterior no duermo pensando en que tengo que meter casi cien bichos en jaulas". Este año está más preocupado que nunca "por la huelga del metro y porque cada día me ponen más pegas para llevar animales". En las últimas ediciones ha recibido críticas de los ecologistas, "así que hay días que me dan ganas de no ir más". Pero al margen de que acuda o no a Santo Tomás o San Lorenzo, en Getxo, Juan seguirá criando animales. "Es lo que he hecho toda mi vida y aquí seguiré; nací en el pesebre y moriré en el pesebre", filosofa mientras muestra la pareja de pavos, de casi cuarenta kilos cada uno, que exhibirá en Santo Tomás. "Mira qué preciosidad, qué cosa tan bonita", repite una y otra vez.

Caserío Juan aprendió el oficio de ganadero desde pequeño en el caserío Yauri de la familia materna, que ya no existe. "A mi siempre me ha gustado esto: los animales y la naturaleza", confiesa. Aun así, cursó los estudios primarios y el bachiller en Algorta, "en el colegio Martínez Rivas acabé", recuerda. Pero como era hijo único, su futuro estaba escrito: tarde o temprano tendría que hacerse cargo del caserío. Así que, una vez acaba la mili en Garellano, "donde iba a dormir todas las noches después de ordeñar las vacas", se volcó en las tareas domésticas. Durante muchos años se dedicó a las vacas lecheras, pero con el paso del tiempo y el bajo precio de la leche, la cabaña ganadera de Juan se ha transformado en vacas "de carne" y en una variopinta legión de aves. "Afortunadamente", comenta, "yo vendo todo porque a mi me conoce todo el mundo en Getxo, hasta las ratas". El buen género que cría le asegura las ventas en diferentes restaurantes y establecimientos de Bizkaia que en los últimos años se han sumado al movimiento culinario Slow Food.

Juan reivindica con su quehacer diario los viejos métodos de crianza de animales y cultivo de hortalizas. "Los alimentos que se venden en las tiendas y supermercados ya no son como antes", dice, "todo sabe igual, todo es artificial". Por eso, sus gallinas, capones y pavos "sólo comen maíz y verduras, y están al aire libre". Ese esfuerzo se ve compensado con los premios que acumula en las estanterías del caserío. "Siempre gano, pero debe ser porque soy el único que me dedico a esto", comenta irónicamente. Se dedica en cuerpo y alma desde hace mucho años. Así lo exige el trabajo del baserritarra. "Aquí no ha ni fiestas ni vacaciones", dice, "pero ¿para qué quiero vacaciones", se pregunta, "si donde mejor estoy es aquí, en casa". Y ahí sigue, sin pensar que se está perdiendo "algo importante" fuera del caserío. "De vez en cuando ya voy a comer por ahí, con los amigos, pero tampoco puedo estar mucho tiempo fuera de casa porque hay que dar de comer a los animales", comenta. "Esto a las tardes", señalando hacia una de las cuadras, "parece una discoteca por el ruido que montan los bichos cuando están hambrientos".

Soltero Esa plena dedicación al trabajo le ha impedido tener una vida social más activa y, quien sabe, si ha contribuido a mantenerse soltero. "No he encontrado una mujer que quiera compartir esta vida, porque esto es muy duro". Esa es su explicación. Pero no lo echa en falta. Él es feliz con sus animales y vendiendo hortalizas en verano. "A estas alturas de la vida", dice, "lo mejor de todo es vivir aquí, solo y en plena naturaleza". "Esto es un paraíso", dice mostrando los prados cercanos al caserío donde normalmente pasta el ganado. Lo dice con orgullo y pena a la vez porque reconoce que desde el punto de vista rural "Getxo está muerto". "Ya no hay nadie que se dedique al campo, la gente sólo quiere casas y adosados". Una tendencia que a Juan le da igual. El sigue a lo suyo, despertándose a las seis de la mañana para atender el ganado. Y así, sin parar, hasta las once de la noche, que se va a la cama sin ver la televisión "porque llego muy cansado a la cama". Tampoco echa siesta porque "luego te levantas atontado". Y de salud, ni hablamos. No ha ido nunca al médico. Solo fue hace unos meses para que le quitaran un tapón de cera. "Eso es lo bueno que tiene vivir en el campo, que nos hacemos duros". Lo dice el último mohicano de Getxo.