Portugalete

A las nueve de la mañana partía por primera vez el tren de Portugalete a Bilbao, un 24 de septiembre. "Por aquí iba la vía", señala un portugalujo frente a la puerta de la antigua estación de tren, en el paseo de La Canilla. De aquello hizo justo ayer 123 años. "No he visto yo trenes ni nada por aquí", decía mientras observaba unas locomotoras muy singulares. No levantaban más de medio metro del suelo. Y sus pasajeros no iban dentro, sino encima. Son locomotoras a escala, hechas a mano y con mucho mimo, que ayer sirvieron como homenaje a ese primer recorrido entre la villa jarrillera y la bilbaina de la mano del Ayuntamiento de Portugalete, la asociación de Amigos del ferrocarril y la agrupación de Modelismo Ferroviario Tripulado de Bizkaia.

150 metros de vía, construida por los miembros de la asociación, guiaban el recorrido de las máquinas, una de vapor y dos eléctricas, que no descansaban ni un segundo mientras decenas de niños guardaban cola para su viaje. Solo faltaba el pica, para revisar los billetes, ya que hasta un pequeño se encargaba de dar la salida con el silbato en cuanto el semáforo se ponía en verde. "Lo disfrutan muchísimo", explicaba Javier Sánchez, vicepresidente de la asociación. Por eso, porque el mundo del tren de jardín o de cinco pulgadas -que es como se conoce a estas máquinas- atrae tanto al público infantil como al mayor, la asociación está buscando un lugar en Bizkaia donde crear un circuito permanente para estos trenes. "Queremos formar un recorrido con semáforos, curvas, más vías... Solo necesitamos el lugar; nosotros somos de la margen izquierda y obviamente nos tira esta zona, pero cualquier municipio de Bizkaia es perfecto para una iniciativa así", explicaba Javier mientras comenzaban a poner a punto la máquina de vapor. Sevilla, Madrid, Ourense, Valencia y Catalunya ya posee circuitos cerrados de estas características.

Maderas húmedas, carbón, agua... La locomotora de vapor Abando, una réplica exacta de la que se encuentra en la estación bilbaina, esperaba paciente en el centro del circuito a que comenzara a salir el vapor necesario para su funcionamiento. Tres cuartos de hora tardó en ponerse en marcha. Bastante menos de lo que sus creadores, Fernando Prado y Mikel Burtubai dedicaron a su creación. "Fueron ocho años, pero solo le dedicábamos nuestros ratos libres", explica Mikel. Su compañero de hobby es ferroviario, y él, en su pasado, también ha tenido familiares ligados a este mundo. En cuanto el vapor comenzó a salir por la chimenea de la locomotora, todos los niños querían probarla. "Yo quiero en esa que echa humo", decía uno. "A mí me gusta la del humo, que corre más", apuntaba otro.

La iniciativa, además de celebrar la efemérides junto a la estación de La Canilla, pretendía acercar a los más pequeños el mundo ferroviario, algo que les es desconocido y que, sin embargo, les atrae mucho. "En cuanto los niños ven un tren se vuelven locos, no sé que les pasa", aseguraba uno de los padres que esperaba paciente a que su hija terminara la vuelta a los lomos de la máquina de vapor.

Tres locomotoras Ayer había tres posibles trayectos para escoger en Portugalete. La máquina de vapor, que llevaba hasta Abando; el tren de La Robla, y el antiguo suburbano que unía Bilbao y Plentzia. Las tres reproducciones aceptaban viajeros, pero tenían un conductor de honor: sus dueños.

Pepe tardó año y medio en construir la réplica exacta del tren con destino a La Robla. "Primero hacía las piezas en madera y, después, en hierro", explicaba. Su obra maestra está compuesta de este material y pesa 100 kilos. Sus nietos están encantados con el juguete de aitite, "y no solo ellos, también los hijos de mis amigos se vuelven locos por venir a mi casa", añadía mientras dejaba su máquina al mando de un compañero.

Ser dueño de una locomotora a escala como las que viajaron ayer por Portugalete ronda los 5.000 o 6.000 euros. Al menos es lo que le costó a Emiliano Sobrino que tenía el capricho de guardar en su casa el tren que siempre había visto de pequeño: el que unía Bilbao con Plentzia. Aunque según el modelo y el trabajo artesanal, el precio se puede disparar. Ayer Emiliano estrenó su tren con decenas de niños. "Es el mejor estreno", aseguraba a punto de recoger la máquina hasta otra ocasión.