Colección de Rolls busca garaje céntrico e Bizkaia
Los dueños de los 45 coches expuestos en Galdames buscan una sede urbana permanente en Bizkaia
Galdames. Un tesoro oculto tras los muros de una fortaleza medieval que parece inexpugnable. Nada menos que 45 Rolls Royce guarda el museo Torre Loizaga de Galdames en sus estancias y en los pabellones habilitados cuando las salas empezaron a quedarse pequeñas. Ahora estos coches podrían dejar el recóndito barrio de Concejuelo y poner rumbo a otra localidad de Bizkaia.
Los herederos de Miguel de La Vía, el empresario encartado apasionado del automovilismo que reunió una colección única en el mundo por la cantidad y calidad de sus piezas, buscan una nueva ubicación para exhibir este medio centenar de automóviles. Mientras tanto, los otros 30 coches que completan la muestra permanecerían en Enkarterri. "En efecto, están dando vueltas a la idea. Les gustaría llevar los Rolls Royce a otro municipio para que pueda verlos más gente", según confirma Pedro Olabarri, abogado y portavoz de la familia.
Al parecer, Bilbao encabeza la lista en sus preferencias, aunque no descartan asentarse finalmente en "cualquier otro punto de Bizkaia que resulte igualmente atractivo", en caso de que no encuentren en la villa un emplazamiento que reúna los requisitos necesarios para albergar los automóviles. Sin entrar en más detalles sobre las alternativas que barajan, Olabarri solo desvela que "ahora mismo todas las opciones están abiertas".
un edificio grande Dar con el lugar adecuado para guardar casi 50 coches no es tarea fácil. "De entrada, tiene que ser un edificio de grandes dimensiones para que quepan todos holgadamente, porque no es cuestión de tenerlos amontonados", asegura. Y de momento la sede perfecta que tienen en mente no ha aparecido aún. Si la búsqueda sigue siendo infructuosa se plantearían incluso construir un pabellón o "trasladarlos a un sitio de forma provisional para ir aunando voluntades de cara a la mudanza definitiva", detalla.
Por voluntades se entiende la colaboración de diferentes instituciones a las que sondearán para que se involucren en la puesta en marcha de "un proyecto de gran envergadura".
En cualquier caso, los términos del acuerdo de cesión implicarían que el municipio en el que aparquen los automóviles debería asumir los gastos de mantenimiento que requiere una colección de valor incalculable en todos los aspectos.
Todos y cada uno de los 45 Rolls Royce funcionan como el primer día gracias al mimo con el que se ocupan de ellos en Galdames. "Para que se mantengan igual de bien es imprescindible arrancar los motores y circular con ellos cada cierto tiempo", asegura Pedro Olabarri.
Por otro lado, si los planes salen sobre ruedas, como pretenden y confían, han pensado sumar más modelos a la muestra actual. "En un futuro trataríamos de adquirir más coches para conseguir una exposición que guste más si cabe a los visitantes que la contemplen", adelanta el abogado.
Desde 1910 Amantes del automovilismo conducen hasta Galdames solo para admirar la única colección a nivel mundial que puede presumir de contar con todos los modelos salidos de la factoría de Rolls Royce hasta que BMW compró en 1998 esta marca inglesa de lujo.
Se trata de piezas históricas que han pertenecido a personalidades de todo signo, como la reina madre de Inglaterra. El más antiguo fue bautizado como Silver Ghost Roi des Belges y data de 1910. Con asientos de cuero rojo y capota para protegerse frente a la lluvia, tiene una cilindrada de 7.036 centímetros cúbicos. En el castillo de Concejuelo se le ha reservado un lugar privilegiado, en una espectacular sala de piedra con un artesonado en madera.
Aunque quizás el más valioso sea el Phantom IV fabricado en 1955. Para calibrar su importancia valen una serie de datos, que expone Pedro Olabarri: "En todo el globo quedan solo 17 unidades originales: el rey de España posee tres de ellas como herencia de Franco,-de hecho, alguna se ha utilizado en las bodas de sus hijos-, y nosotros otro que fue propiedad del emir de Kuwait y hoy se conserva como el primer día".
Hacerse con él no fue nada fácil. "Al final lo conseguimos en Australia", rememora, en una de las múltiples ocasiones en las que Miguel de la Vía puso a prueba sus dotes como empresario para hacer crecer su increíble colección hasta unas cotas que nadie ha podido igualar. El último Rolls en encontrar su hueco en los salones de la Torre Loizaga fue el Silver Spur, que salió de los talleres en 1990. Con él se cierra la recopilación de modelos de todas las décadas del siglo XX.
¿Desaprovechado? Sin embargo, la familia De la Vía sostiene que este patrimonio podría gozar de bastante más repercusión en el circuito turístico con un simple cambio de ubicación.
Consideran que muchos visitantes desisten de ir a verlo por la situación del castillo, que dista 34 kilómetros de Bilbao. Los accesos por carretera también constituirían un obstáculo, ya que "en varios puntos la calzada es de dirección única" y la poca señalización despista a los conductores.
Además, las limitaciones de espacio impiden mostrarlos como a sus dueños les gustaría. "Están colocados todos en fila, con lo cual es más complicado apreciar los detalles", argumenta el abogado. Cuando se agotó la superficie disponible en el interior del castillo se habilitaron seis pabellones. Una vez en su nueva morada, los coches estarían acompañados por paneles informativos que aporten datos como el año de fabricación o el diseñador de la carrocería.
A los visitantes siempre les sorprende la magnitud de la colección que formó en dos décadas Miguel de la Vía, un empresario emprendedor y discreto a partes iguales. Su afición por los automóviles le llevó a adquirir modelos clásicos de marcas que son historia, Jaguar, Mercedes o Cadillac, pero desde el principio mostró una predilección hacia los Rolls Royce. "Todo el impresionante conjunto de automóviles que se puede visitar se ha formado con mucho estudio y trabajo detrás", certifican las personas que todos los días se preocupan de mantenerlos en perfectas condiciones.
El discreto Miguel de la Vía contempló con satisfacción el rumbo que tomaba su proyecto y la forma en la que ha contribuido al desarrollo de Galdames. Su muerte en septiembre del año 2009 cerró simbólicamente una época.