Luces en el callejón
LOS callejones dan un nosequé. Los hay sangrientos y sin salida; del gato, del perro y de cualquier otro animal callejero. Los hay oscuros, donde uno siempre sospecha de su sombra, y umbríos, donde uno siempre sospecha de Jack, el Destripador. Existe el callejón del oro, en Praga, y los callejones Diagon y Knockturn, celebrados por todos los seguidores de la saga de Harry Potter. El escritor egipcio Naguib Mahfuz escribió sobre el callejón de los milagros y Edmund Goulding dirigió una extravagante película que llevaba por título El callejón de las almas perdidas. Son bien conocidos ese dédalo de calles estrechas en Belfast, los callejones neoyorquinos donde la mafia derivó a gánster y los callejones de Los Ángeles, donde uno puede hacerse con ropa y bisutería al por mayor. Incluso, si se fijan un poco más arriba, existe un callejón de las botxerías, donde siempre se procura, con desigual fortuna, que ocurran cosas interesantes.
El callejón protagonista de la historia de hoy es un clásico de Bilbao y tiene nombre propio: particular de Indautxu. Viene al caso porque allí se acaban de abrir dos comercios al alimón: la tienda de alta costura de Amparo Iriarte y la tienda de decoración, moda y complementos que han abierto Amaia Barañano y Berta Rodríguez bajo el nombre de Narata. En esta última pueden contemplarse, incluso, pequeñas exposiciones de arte. Arístide Stornelli, Fernando Villena, Elena Aizkoa y Juan Carlos Astorga presentan allí su trabajo. Tiene las horas contadas. Sin asustarse; sólo quiere decirse que dentro de dos meses cambiará la exposición.
Los invitados a ambas aperturas de persiana aprovecharon la coincidencia de día y hora para citarse en la sede multiusos de Bilbao Centro, el Cabo Cañaveral desde el que Jorge Aio acaba de despegar hacia la galaxia de las constelaciones mayores al ser nombrado ejecutivo del año... ¡Enhorabuena, Jorge! La historia de hoy discurre, por tanto, en sus dominios. Allí se encontraron la diseñadora de alta costura Helena Maneque y el zapatero artesano Paco Franjul,recién llegado de las pasarelas de Nueva York. Junto a ellos, Fernando Suárez, María Santibáñez, Cristina Serrano, Xandra de la Vega, Jon Sarasola, Jon Iriarte, Paula Santibáñez, Javier Redondo, Mikel Etxebarria y un buen número de invitados y curiosos que se entremezclaron a la luz de las prendas exclusivas de la tienda, especializada en bodas de alto copete, como se decía antaño (como se decía antaño por los cursis, quiero decir), y al calor del vino de cóctel.
Unos metros a la izquierda, casi puerta con puerta, Narata emprendía el mismo viaje. El comercio es un billete incierto al futuro: un billete sin asiento. Y, sin embargo, Amaia y Berta han partido sin mirar atrás. Abren una tienda audaz, donde la decoración fluye por las venas y el diseño, casi irreverente, es el rey. Merecen la suerte del que arriesga, esa misma que les desearon el propio Arístide Stornelli, vestido con una camisa indescriptible, Begoña Rodríguez, Félix Barañano, Diego Garate, Ana Rodríguez, Maite Mendibelzua, Arantza Mendizabal, Gorka Palacios y un buen puñado de amigos e idénticos intrusos a los descritos a la otra inauguración.
Así que ya ven. Dos nuevas farolas alumbran en el callejón de Indautxu, convertido en los últimos tiempos en un recóndito lugar de encuentro para los ciudadanos, más acogedor que la fría plaza que da nombre al barrio.