La quinta marcha
NADA que suceda a las tardías horas de la media mañana es de mi interés". Ese tratado de filosofía vital fue cazado al vuelo del quinto aniversario del Pub Art, enclavado en el ecuador de Alameda Rekalde, donde la modernidad cabalga entrada la noche, como si fuesen una horda de aparecidos a lomos de sus fantasmagóricos caballos. El trajín del pub recuerda a un mercado persa: la gente va y viene a ritmo trepidante. Entra y sale según arrecie el calor o la sed, cruza saludos e intercambia besos (en ocasiones extraordinarias hacen lo mismo con números de teléfono...), mira y se deja mirar, todo bajo una ley inquebrantable: hay que ir vestido para matar. Toda una liturgia se escenifica en este tipo de fiestas en las que las autoridades sanitarias advierten que aburrirse perjudica seriamente la salud.
No lo hicieron quienes acudieron a la fiesta de conmemoración, regada por el champán Mumm que vino de la mano de Enrique Larrañaga, quien al parecer le da muy buena vida. Música chill out y una decoración de vanguardia recibió a una fauna variopinta; desde el pisaverde que te llama pocholo y te estampa, ¡muac, muac!, dos sonoros besos, al tipo legal que acude con un par de amigos a desintoxicarse, a mediatarde, del estrés del mediodía, pasando por las chicas bien y la gente divertida, los hombres inflables (hace años un viejo amigo bautizó así a uno de esos tipos, fornidos como búfalos, que lucen bíceps morrocotudos y tuvimos que salir por piernas, antes de que se empeñase en deshincharnos a bofetadas secas y calientes...) y las mujeres avispa. Toda una fauna, ya digo, que convive en un local de copas. Nada extraordinario para los ojos de quien acostumbra a salir por estos lares.
Lo que sí resulta llamativo es cómo, en tan sólo cinco años, Art Bilbao se ha convertido en una referencia dentro de la ciudad. Dieron fe de lo que les cuento el sastre Óscar López, Rafael Pardo, Álvaro Beraza, Borja Aretxabaleta, Víctor Rodríguez, Aitor Pertina, Marina Sotelo, Eva Penas, Joseba Elejalde, Mabel Martínez, Alicia Bengoetxea, Ivonne Ruiz, Aitziber Amorrortu, Nagore Ortiz, Asier García, Isabel Zubizarreta, quien se descalzó con encanto y discreción, fatigada por el trajín que conlleva el oficio de princesa ejercido las veinticuatro horas del día, Olaya Santamaría, Carmen Sarmiento, las ángeles custodias del champán Mumm, Igone del Cid y Giselle Arias, Idoia Mendizabal, Aitor Basaldua, Óscar Martínez, Miren Mancisidor, Ainara Bilbao, Willy Olmos, Mikel Zarate, Ander Iturriaga,Jon Álvarez, Ángel Rodríguez, José Luis Aranguren, Nagore Balenciaga, Aitor Agirre, Fernando Salazar, Gorka Idigoras, Ángel Robles, emperador de Le Cluby un sinfín de amigos de la diversión con un toque chic y desenfadado.
Iban y venían la tarde y la noche, cruzaban por la calle los gatos golfos, las mangueras de los servicios municipales de limpieza y algún que otro pajaro nocherniego que miraba, atónito, como el runrún de la noche entraba al pub, a tomarse la penúltima. Coincidió en el local con Manu Urizar, Itxasne Oñaederra, Beñat Olabarria, María Intxausti, Naiara Martín, José María Igartua, Ander Mujika, Leire Ortega y así hasta llegar al Cabo de Hornos del día, donde la luna repliega sus velas y cede el paso a su majestad en sol. No son murciélagos ni vampiros, pero las primeras luces del día rompen el hechizo. Y se van.