Estamos hasta los cojones del lobo... y de los ecologistas". Así de contundente se expresa el sobrino de un ganadero del valle de Karrantza ante los últimos ataques del "mamífero carnicero", término que utiliza el diccionario de la RAE para definir al temible lobo. Los ganaderos tienen el miedo metido en el cuerpo después de que el sábado por la noche hiciera una incursión en una finca del barrio de Matienzo y se llevara por delante tres ovejas y dejara malheridas a otras tres. En un mes el lobo está manteniendo una media de un ataque por semana. De ahí que los dueños de los rebaños se están viendo obligados a tener las ovejas estabuladas, sin poder pastar, "y estos animales necesitan la hierba del campo", aseguran. La solución para acabar con los ataques, según opinan algunos ganaderos, pasa por aumentar las batidas. Otros no lo ven tan claro. En lo que todos están de acuerdo es que "no se debe proteger tanto a una especie tan dañina para el ganado". Por eso, también están hartos de los ecologistas.
último ataque
Resignación
A pesar de la difícil orografía de Karrantza, el ataque que sufrieron las ovejas de Ramón Barreras el sábado pasado corrió como la pólvora por todos los barrios del valle. La noticia fue acogida con una mezcla de resignación e impotencia por un pueblo que en los últimos años está sufriendo demasiado los zarpazos de un animal odiado por los ganaderos y querido por los proteccionistas. "No sabemos cuál es la solución", dice Ramón, "pero algo tendremos que hacer porque ha llegado un momento en el que nos da miedo sacar a las ovejas de las cuadras, y así estos animales no pueden vivir".
Los técnicos de la Diputación Foral de Bizkaia han instalado cebos (ovejas muertas) en la zona cercana al último ataque para atraer al lobo. Pero según dicen los cazadores de la zona, "dar muerte al lobo y seguir su rastro es bastante complicado porque se mueve mucho". El año pasado pusieron cebos, siguieron su pista, le cercaron en una zona de pinares, pero al final no consiguieron abatirlo. Se escapó y meses después volvió a hacer de las suyas.
El lobo ataca de noche y de forma "muy dañina debido al instinto criminal que tiene", según cuenta Ramón. La prueba de ese instinto es la "carnicería" que montó con las 25 ovejas de Ramón. Dejó tres cadáveres, a otras tres les "picó" en el cuello, "con lo cual dentro de un tiempo se me morirán" y las demás huyeron despavoridas. "El lobo no come tanto, por eso no entiendo lo desproporcionados que son sus ataques", comenta Ramón. Los que sí comen son los buitres, que minutos después de que el lobo, ya saciado, abandona sus presas, están dándose un banquete. Eso es lo que ocurrió el domingo por la mañana cuando más de un centenar de buitres acabaron con los restos de las tres ovejas muertas. "Fue un espectáculo que lo vieron los técnicos de la Diputación y se quedaron impresionados", subraya Ramón. Y es que los buitres también han cambiado de actitud y costumbres. "Antes sólo eran carroñeros, pero ahora atacan a animales vivos", dice. Los ganaderos no pueden descuidarse ni cuando una vaca o una oveja pare en mitad del campo, porque "en cuanto ven sangre, los buitres se lanzan y acaban con las crías recién nacidas".
Exceso de protección
Desequilibrio
Algunos vecinos de Karrantza consultados por este periódico creen que el "exceso de protección de algunas especies" ha propiciado la situación que ahora vive el valle: presencia masiva de buitres, corzos jabalíes, ciervos y, por supuesto, de lobos. "Se ha roto el equilibrio que existe en la naturaleza", dicen. Según ellos, mucha culpa de ese proteccionismo la tienen los ecologistas "que luego llegan a casa y quieren tener todas las comodidades, pero que los ganaderos se mueran de hambre". Frases como estas se escuchan estos días en los bares de Karrantza, donde el lobo ha tomado el protagonismo de las tertulias. Todos coinciden en que no es normal que el lobo se acerque tanto a la civilización en busca de comida. Los ganaderos más antiguos del valle coinciden en que "antes el lobo andaba en el monte y allí se las arreglaba, pero de un tiempo a esta parte baja demasiado". "Será porque no tienen comida", dice uno de los ganaderos. Como curiosidad recuerdan que hace pocas semanas un coche atropelló a un lobo en una carretera cercana. "Eso antes era impensable", dicen. Durante las últimas nevadas también vieron en el mismo valle, en la zona de Bernales, a dos ejemplares paseándose tranquilamente por la carretera.
En Bernales vive Joni, un ganadero que la semana pasada perdió cinco ovejas por culpa del lobo. Pero no ha sido el único ataque que ha sufrido su ganado. El verano pasado perdió nueve cabras, cinco terneros y un novillo por las dentelladas de los lobos. "Que los eliminen porque así no se puede vivir", exige Joni. Según este ganadero, ya no puede sacar a los animales sin protección ni a las campas que están cerca de casa. Cuando habla de protección se refiere a los mastines, fieles guardianes a los que el lobo todavía les teme. Precisamente, los ataques de este verano se debieron a que los mastines, por un parto, no pudieron ofrecer la suficiente protección.
Joni resalta que el valle de Karrantza ha sido siempre una zona ganadera y, como tal, "es incompatible con el lobo". Por eso, pide a quien corresponda que "los eliminen". No sabe cómo porque el lobo es muy astuto y, según dicen los viejos del lugar, "sobrevive por listo". Él está convencido de que los lobos llegan a Karrantza desde Burgos y no cree, como algunos piensan, que "sean soltados por alguien". Lo que quiere es que se acabe con esta incertidumbre en el que viven los ganaderos de este precioso enclave vizcaino. "Sólo queremos que nos indemnicen como nos merecemos por todos los perjuicios que nos provocan los ataques del lobo", concluye Joni.