Cada semana, en una sala del ambulatorio de Bombero Etxaniz de Bilbao, un grupo de pacientes y cuidadores se reúne para hablar de emociones, alimentación y hábitos de vida. Ríen, se escuchan, se animan. Todos tienen algo en común: viven con diabetes o cuidan de alguien que la padece. El encuentro forma parte del programa Paziente Bizia-Paciente Activo, una iniciativa de Osakidetza que promueve el autocuidado entre iguales.

7% de la población vasca tiene diabetes

Este viernes, Día Mundial de la Diabetes, el Departamento de Salud recuerda que la enfermedad afecta al 7% de la población vasca, unas 162.000 personas, y que cada año se detectan cerca de 9.000 nuevos casos, la mayoría de tipo II, cada vez más presente en jóvenes y mayormente ligada a la falta de ejercicio físico y hábitos saludables. Frente a estas cifras, Osakidetza refuerza su compromiso con la prevención a través de talleres como el de este jueves.

Las dinámicas se imparten en grupos reducidos y duran siete semanas, con sesiones de dos horas y media una vez por semana. “No es una clase, es un encuentro coral”, explica Yolanda García, una de las monitoras. “Aquí no venimos solo a escuchar, sino a compartir. Todos somos pacientes o cuidadores, y eso genera una empatía enorme”.

Miedos y dudas

Carlos Fernández, también monitor, coincide con ella. Ambos participaron primero como alumnos, y casi por azar, marcaron en una encuesta de satisfacción la casilla para formarse como guías de taller. Este jueves, lo hacen de manera altruista, convencidos de que reciben más de lo que dan. “Los talleres no son unidireccionales; cada persona aporta su experiencia y entre todos aprendemos. A veces uno cree que está solo, pero aquí descubre que muchos comparten los mismos miedos y dudas”, afirma Carlos.

El funcionamiento es sencillo. Cada encuentro comienza con una presentación, los asistentes se colocan una chapa con su nombre y comparten un propósito semanal. Es el punto de partida para el aprendizaje. “Yo leer hora y media al día”, dice uno. “Yo recopilar poesías”, añade otra. El ambiente es cálido, y pronto se crea una corriente en la que la diabetes deja de ser un tema clínico para convertirse en un enemigo a batir. Siempre desde los buenos hábitos.

Tres pilares contra la diabetes

Los talleres se apoyan en tres pilares: alimentación, actividad física y gestión emocional. “A veces olvidamos que la tristeza también afecta a la salud”, explica Yolanda. Por eso enseñan técnicas de relajación, respiración y manejo del estrés. En cuanto a la alimentación, Carlos subraya la importancia de romper mitos: “No hay nada prohibido, pero todo tiene que ser en su justa medida. Lo fundamental es equilibrar cada comida con carbohidratos, proteínas y grasas, y evitar el azúcar y los ultraprocesados”.

En clase, la mayoría de los asistentes tienen diabetes tipo II, el tipo más común. Entre ellos está Marian Galán, diagnosticada hace cuatro años. “Fue una faena, pero toca lidiar con ello”, cuenta. “Al principio tenía que pincharme varias veces al día en la punta del dedo, y era muy molesto. Ahora uso un glucómetro y controlo todo desde el móvil, es mucho más cómodo”. Marian valora el taller como un espacio de aprendizaje mutuo. “Cada cuerpo es distinto, y aquí lo entendemos. Todos aprendemos de todos”, dice con una sonrisa.

El valor de concienciar

Recibir el diagnóstico no fue fácil. “Fue un palo duro, pero luego pensé que había pasado por cosas peores. Decidí asimilarlo”. Hoy mantiene una vida activa, hace teatro, toca la guitarra, canta en un coro y participa en diversas actividades. “Este año he bajado el ritmo porque descansar también es salud”, bromea.

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Marian transmite su aprendizaje a su familia. “A mi nieto Adrián, de 15 años, le digo que no coma tanta comida rápida. No es agradable tener diabetes, y la gente joven no lo valora. Los monster que beben me preocupan”, confiesa. Aunque ha dejado los dulces “al 99%”, admite entre risas que de vez en cuando “algún bombón sigue llamando”.

Las sesiones están llenas de frases que resumen la sabiduría grupal. “Si se tarda más en comerlo que en hacerlo, es precocinado y no suele ser bueno”, bromea uno de los asistentes, provocando carcajadas. Entre consejos y confidencias, la tarde transcurrió en un pestañeo. Al fin y al cabo, los contratiempos pesan menos cuando son compartidos.