El Restaurante Mina vive sus últimas semanas en Marzana. Sin anuncio oficial pero con una señal clara, anunciando que el próximo 17 de agosto es el último día para reservar mesa en su web, es decir, la cuenta atrás ha comenzado. La cocina del chef Álvaro Garrido se despedirá este verano del mítico local asomado al Nervión para comenzar una nueva etapa en pleno centro de Bilbao, junto al Hotel Ercilla, a partir de otoño.

Mina no es un restaurante más en la ciudad. Desde su apertura, ha marcado una forma de entender la gastronomía: sello personal, menú degustación sin carta, cocina a la vista y una apuesta absoluta por el producto. Su cocina no necesita fuegos artificiales ni narrativas forzadas. Y esa manera de cocinar, honesta, directa y pensada para emocionar, ha convertido el local de Marzana en uno de los espacios más queridos y reconocidos por quienes buscan experiencias gastronómicas auténticas. Allí, Garrido construyó una cocina personal, precisa y directa, sin artificios ni espectáculo, centrada en el producto, el fuego, y en una sensibilidad que prioriza la emoción del sabor sobre la forma.

Pero el tiempo de Mina en Marzana se agota. Quienes quieran vivir por última vez la experiencia tal y como ha sido durante estos años tienen apenas cuatro semanas para hacerlo. Después de esa fecha, las puertas se cerrarán definitivamente, aunque el local seguirá utilizándose más adelante para eventos y celebraciones privadas.

Tras casi veinte años dando forma a una propuesta culinaria única, el chef Álvaro Garrido y la directora del restaurante, Lara Martín, se preparan para dar un giro importante en su trayectoria. El restaurante se trasladará al centro de la ciudad, al local que hasta hace poco ocupaba Sushi 99, junto al Hotel Ercilla, con previsión de reabrir en otoño.

Nuevo hogar

Mientras tanto, el equipo ya trabaja en lo que será su nuevo hogar, en el corazón de Indautxu. Un espacio que promete mayor amplitud, misma esencia y una nueva energía. La cocina seguirá abierta al comensal. Habrá barra, cercanía, madera de roble y la misma filosofía de fondo: cocina de fuego y mano, con productos de temporada del Cantábrico, setas, caza y elaboraciones propias.

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El traslado no supone una ruptura, sino un paso más en la evolución de un restaurante que ha demostrado que se puede hacer alta cocina sin alardes ni artificios. Mina se va del muelle, pero Bilbao no lo pierde: lo gana en el centro, donde seguirá marcando el camino.

A quienes aún no han cruzado la puerta del restaurante original, les queda una última oportunidad para hacerlo. Porque sí, la cocina seguirá siendo Mina, pero el lugar donde nació, donde todo empezó, está a punto de cerrar el telón.