El pueblo romaní conmemora cada 16 de mayo el Día de la Resistencia Gitana. En ese marco, la colectividad vasca de esta etnia llegada a Euskadi en el siglo XV reivindicó el pasado jueves en Bilborock bajo el título Entiende mi dolor, respeto y reconocimiento como una comunidad cultural con historia, lengua y costumbres propias que “han de ser reconocidas, respetadas y visibilizadas”, enfatizó el Tío Óscar Vizarraga, portavoz de la asociación Kale Dor Kayiko.

La jornada recordó a las víctimas de su pueblo “a 6.000 gitanos de todas las edades” -amplificó Kheila Vizarraga- gasificados en el campo de concentración de Auswitch durante el Holocausto nazi. “En proporción, mataron a más gitanos que judíos. Nosotros fuimos el único pueblo que los nazis no consiguieron apartar, estaban las familias juntas”, apostilló. 

Tres romaníes aportaron testimonios sobre su vida diaria en una sociedad que -insistieron- “invisibiliza” y que los diferencia como “raros, excluidos, inferiores”, lamentan quienes aseguran “no ver mejora” en la sociedad debido al “racismo sibilino” que impera. A pesar de todo, esta etnia ha conseguido mediante su lucha la tipificación en el código penal del antigitanismo como delito que conlleva una pena de uno a cuatro años de prisión. 

Al mismo tiempo, lanzaron una petición a todos los partidos políticos de Euskadi un “verdadero compromiso con apoyar nuestra causa recogiendo acciones claras y específicas para atajar la situación de ‘incomodidad’ que manifiesta la población vasca en referencia a la convivencia con las personas gitanas”. Más concretamente y según refleja el estudio Demoscópico Neurtu 2022, reivindican que “aparezcan los términos: gitano, gitana y pueblo gitano en sus discursos, dejando ya, de una vez, de invisibilizarnos o diluirnos en el grueso de la población general”.

“Que nos quieran como somos” La tarea diaria de las asociaciones romaníes y de sus componentes, no obstante, es en positivo: contribuir a la mejora de la situación del pueblo gitano. Sin embargo, hay departamentos institucionales en los que la vida se les complica por ser de esta etnia. Los enumera Palmira Dual de Kera Elkartea, coordinadora de mujeres guipuzcoanas. “educación, empleo, vivienda y salud. Seremos los gitanos los únicos que lo sufrimos en los cuatro ámbitos, porque hoy todo es sutil, indirecto, invisible”, subrayó dolida y fue más allá en su deseo: “La institución de educación tiene como asignatura pendiente el gitanismo. Se nos habla de integración que es una palabra que no nos gusta porque lo que quieren con ello es que yo deje de ser gitana y yo lo que quiero es que me quieran como soy”. 

Los ponentes de la jornada aseguraron sentir el racismo desde la infancia. “Yo tenía seis años -narra el Tío Antonio García- y vino la policía a mi casa a llevarme al colegio. En ese momento, yo pensaba que me iban a meter en la cárcel”. 

Palmira agrega otra evocación: “Era una niña en Irun y no sabes entonces lo que es el racismo. Eres una niña como el resto. Y vas cogiendo razón de ser y te vas dando cuenta de que la sociedad te quiere como una gitana mala, en lo que, claro, acabé convirtiéndome”, precisa esta euskaldun preparada con estudios de grado medio de Marketing y concluye este año grado superior de Integración Social.