“Para mí estar aquí es como vivir en un palacio”, confiesa Carlos, quien ha pasado los últimos 25 meses en el Centro Penitenciario de Araba. Para cualquier persona al uso, podrían parecer muy exageradas las palabras de este reo, pero la situación de Carlos es un caso especial. Este hombre ya ha cumplido gran parte de su condena y, a punto de obtener el tercer grado, cuenta con una severa enfermedad respiratoria. “La cárcel no es un buen sitio para nadie, pero menos para alguien en estado grave o incurable”, reconoce la próxima directora de Bidesari, Arantza Saenz de Ugarte. 

La Junta de Tratamiento ha determinado que se encuentra en vías de reinserción y que no existe peligrosidad ni reincidencia en su perfil. Sin embargo, Carlos no posee un respaldo social o familiar para atender sus necesidades médicas. Tampoco el sistema sociosanitario es adecuado para el caso. Ni la cárcel, ni el ambulatorio, ni la familia sirven.

Con ánimo de solventar esta situación y de la mano del Gobierno vasco y Bidesari nace, Eusten -al que el Gobierno vasco ha destinado una partida de 500.000 euros-, el primer centro residencial destinado a personas que, debiendo progresar a tercer grado, carecen de un respaldo familiar o social para atender su gran dependencia. “Es un recurso excepcional de tránsito para unir la salida del centro penitenciario con los servicios sociosanitarios en casos extraordinarios donde los usuarios padecen una enfermedad grave o incurable que atente contra su dignidad en su último ciclo de vida”, declara la responsable del centro Elena Reifarth. 

En el último año, Bidesari, entidad que cuenta con 20 personas y 36 voluntarios, ha trabajado con 350 reclusos– el 90% provenientes de cárceles de la CAV–, 150 reos han asistido a talleres semanales psicoeducativos y 37 mujeres presas han sido acompañadas. 

ATENCIÓN LAS 24 HORAS

En su día a día, Carlos obtiene atención las 24 horas y permanece acompañado por un equipo interdisciplinario formado por integradores sociales y atención médica. También tiene a su servicio apoyo psicológico y jurídico. “Me gusta leer”, detalla Carlos, a quien su estado de salud le merma las labores del día a día. “Intentamos que logre la mayor autonomía posible, pero en caso de que no pueda le ayudamos”, expresa parte del equipo. 

Cabe destacar que remitirse a esta opción es un caso muy particular y es necesario haber cumplido una gran parte de la condena impuesta y poder clasificar al reo como tercer grado. “En la cárcel también hay gente con tetraplejia, en silla de ruedas…”, lamenta Carlos, quien espera en septiembre complementar su actividad diaria en un centro de día. Su temporalidad en el centro dependerá de la condena, la evolución de la enfermedad y la obligación de implicarse en el proceso de inserción, el respeto a las normas y la colaboración en las tareas diarias.