"Mi ama fue una niña huérfana acogida por la Casa de la Misericordia", explica Yolanda que acompaña a su madre Tomasa, de 87 años, "para mí es toda una oportunidad conocer a sus antiguas compañeras y ver cómo rememoran el pasado". Tomasa vivió en la Casa de la Misericordia de Bilbao desde niña, cuando el edificio funcionaba como orfanato. Actualmente, reside allí de una manera diferente, lo hace como usuaria de la residencia de ancianos. Yolanda, su hija, es la primera vez que acude con ella a la fiesta que celebra la casa en homenaje a su patrón, San Mamés. "Estar aquí todos reunidos, relacionándose, conocer al resto de familiares... Proporciona otra energía a los residentes", afirma Yolanda mientras Tomasa disfruta de una paella y un ´vinito´ tras la eucaristía. "Disfruto de la fiesta sin privarme de nada, con mi andador soy imparable", ríe Tomasa.

Una de esas compañeras es Pepi, que, al igual que Tomasa, fue una hija de la Misericordia. Pepi entró al orfanato con dos años de edad, y lo abandonó cuando alcanzó la mayoría de edad. Aunque admite que "es triste" crecer en una infancia sin tus padres, se muestra agradecida con la casa, a quien atribuye recibir "una buena educación". "Salí bien preparada y con un buen puesto en la Telefónica, algo que quizá no hubiera logrado de no haber ingresado aquí", asegura. Aunque actualmente Pepi solo viene de visita para reencontrarse con sus compañeras, disfruta del evento como cualquier usuario, el cual admite que se trata de "una gran oportunidad" para ver a sus antiguos amigos; aunque realmente se preocupan por mantener contacto el resto del año y organizar alguna que otra comida.

Es cierto que los grandes protagonistas de esta festividad son los 180 ancianos que viven en el centro, el pilar fundamental y motor de la casa son sus trabajadoras, que los acompañan tanto en su rutina diaria como en días tan señalados como este. "Vivimos la fiesta con la misma emoción que los residentes", afirma Julia, trabajadora del centro. Esta empleada admite que el día anterior los nervios recorren los cuerpos de residentes y personal del centro, aunque, una vez finaliza la fiesta, los y las profesionales de la residencia concluyen la jornada "satisfechos y reforzados" al ver las caras de felicidad de los ancianos y el sentimiento de satisfacción que les invade. El Presidente de la Junta de Caridad de la Casa de la Misericordia, Vicente del Arenal, por su parte, detalla que el personal "cuida con mucho mimo" tanto a los usuarios, como a los preparativos del evento. "Si este entorno y actividades son beneficiosas para nuestros residentes, lo son también para nuestro personal; quienes sonríen en todo momento durante días como este", concluye.

Fiesta y gratitud

La Casa de la Misericordia de Bilbao lleva prestando sus servicios desde el año 1872. Inaugurada por el rey del estado español, Amadeo I de Saboya, inicialmente custodiaba a los niños huérfanos de la villa, y a la propia casa les custodia San Mamés. A fin de venerar a su patrón, la Casa de la Misericordia organiza este evento anualmente (a excepción de los años 2020 y 2021) para, más allá de los motivos religiosos, ofrecer a sus usuarios un día especial, diferente, y por y para ellos. Además, año tras año se aprovecha la oportunidad para premiar a personas o instituciones que hayan tenido "especial incidencia" en el desarrollo de la actividad de la casa, tal y como le ha explicado Vicente del Arenal, a DEIA. A este evento, a su vez, han acudido personalidades como la Concejala de Fiestas de Bilbao, Itziar Urtasun, quien le ha reconocido a este diario "la gran labor" que ha realizado la Casa de la Misericordia desde su apertura, así como lo "agradecidas y en deuda" que se sienten las instituciones por el trabajo que han llevado a cabo tanto cuando funcionaban como orfanato, así como ahora que funcionan como residencia.

Usuarias danzando al son de la orquesta en el jardín. Pablo Vi?as

En la edición del pasado año, los premiados fueron todos los miembros del personal que trabaja día tras día en la residencia. "Nuestro equipo se deja la piel constantemente, pero sobre todo en la pandemia", confirma Vicente. "Cuando retomamos la fiesta aprovechamos para reconocer su esfuerzo y dedicación". Este año, el premio ha sido destinado a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Esta orden religiosa ha trabajado para la casa desde el año 1881, hasta que la abandonaron debido a complicaciones con el relevo generacional y la imposibilidad de garantizar la continuidad de la orden. Tal y como detalla Vicente del Arenal, esta orden ha estado durante "más de la mitad" de la historia de la casa ofreciendo "todo tipo de servicios", desde la lavandería, cocina, asistencias sanitaria y religiosa... "Las hijas han sido para los usuarios su consuelo en la adversidad, su compañía en las coches, su hombro en el que descansar, y muchas veces la última mano a la que se agarraban nuestros residentes", confiesa Vicente totalmente emocionado y agradecido.

Siempre acompañados

Así como las hijas han actuado en ocasiones de familia para los diferentes ancianos que han tenido paso por la Casa de la Misericordia; ha de tenerse en cuenta con un factor clave: no todos los usuarios tienen una familia en la que apoyarse, con la que disfrutar su compañía o celebrar grandes fiestas como las de este viernes. Beatriz ha estado durante toda la misa acompañando a una usuaria. Esta mujer realiza voluntariado dentro de la asociación Argibe, quienes luchan por combatir la soledad de las personas mayores en las residencias en los territorios de Bizkaia y Araba. "El gran problema del voluntariado es que quienes participamos no solemos estar a largo plazo", explica Beatriz, "el mayor miedo que tienen los ancianos es no volver a verte, se les hace corto, porque al de un tiempo logras establecer un gran vínculo con ellos y te demuestran lo mucho que te quieren". Del mismo modo, la voluntaria ha afirmado que actividades como esta "mantienen a los residentes motivados", ya que en ella "pueden cambiar de entorno", lo cual le resulta muy positivo para los ancianos.

Igualmente, varias familias se han acercado para disfrutar con sus mayores un día tan apasionante como el de hoy. Luis y su hija María han aprovechado para visitar a la abuela. Con 97 años, disfrutan en familia de la música, comida y bebida. "Mi madre antes estuvo en otra residencia, pero en la Casa de la Misericordia está mucho mejor; realiza bastantes más actividades, está mucho más entretenida y contenta", comenta Luis. Su hija María agradece eventos como el de hoy, ya que la familia, aunque vienen frecuentemente a visitar a la abuela, no suelen estar en Bilbao a lo largo del periodo estival. "Aunque soy joven, días como este son una gran oportunidad para visitar a la abuela, estar en familia, compartir momentos juntos, comer y disfrutar", admite.

Tras la eucaristía y la concesión del premio a las Hijas de la Caridad de San Paúl, todos los asistentes han disfrutado de la actuación de la orquesta mientras sostenían sus paellas y bebidas en las manos. Varios grupos de ancianos se reunían, recordaban anécdotas de la infancia, y no dejaban que el ritmo cesase en ningún momento. Julia, trabajadora del centro, ha admitido que aunque la fiesta de hoy termine, los usuarios "continúan animados" y es más, confiesa que "son como chavales" porque, al igual que cuando uno es joven, "nunca ven el momento de parar de comer y de pasarlo bien". Al final, como se suele decir, "la vejez es la segunda niñez".