Poco más de un siglo ha pasado desde que el Titanic llenó los titulares de todos los periódicos luego de hundirse trágicamente en las gélidas aguas del Atlántico, de hecho 111 años exactamente. En 1997 James Cameron utilizó a Jack y Rose para mostrarle al mundo una trágica historia de amor que el Titanic separó, y ahora en 2023, Bilbao hace lo mismo con los icónicos caramelos de Arrese. No muchos saben que entre los miles de preciados objetos y regalos que se hundieron con el transatlántico estaba una caja de toffes de la pastelería bilbaina y con ella, un amor que iba más allá de la pantalla grande. 

Unos meses antes de que la embarcación británica zarpara, dos jóvenes de pudientes familias madrileñas contrajeron matrimonio. Las nupcias de Víctor Peñasco y Castellana y María Josefa Pérez de Soto fueron un evento significativo que dio pie a una larga luna de miel que seguiría en Francia, concretamente en Cherburgo, donde la pareja pronto insistiría para ingresar al supuesto —como citó Cameron en su largometraje— barco que "no podía hundirse”. En ese momento el Titanic simbolizaba un referente en la construcción náutica, siendo uno de los barcos más grandes del mundo para ese entonces.

Fotografía de Víctor Peñasco y Castellana

Fotografía de Víctor Peñasco y Castellana Ibon Pérez

No fue inusual que al anunciar tal hito entre la familia, muchos amigos desearan enviarles algún regalo que pudieran llevarse consigo a territorio norteamericano, de hecho fue el caso de una señora perteneciente a la familia Mariartu. Con anterioridad a que la pareja embarcara en el Titanic, esta se acercó al local de Arrese en la calle Bidebarrieta 8 para comprar cerca de 2 kilos de toffes, producto estrella del negocio. Estos manjares realizados con leche condensada eran uno de los dulces más vendidos por Arrese y por ende, el regalo perfecto para unos recién casados que se dirigían a nuevos horizontes en otro continente. 

Caja de toffes en mano y boletos de primera clase más que garantizados, el matrimonio ingresa al transatlántico con la doncella de la joven, Fermina. Dejaron a su mayordomo Eulogio en París, haciéndole creer a la madre de Víctor Peñasco y Castellana, Purificación, que seguían viajando. Esta tenía un mal presentimiento sobre el viaje del Titanic a Nueva York y estaba segura de que algo pasaría. 

Llegan las horas finales de la noche del 14 de abril de 1912. La pareja termina de cenar un poco antes y vuelven a su habitación cuando notan que las luces titilan y el barco se sacude. El Titanic había chocado contra un iceberg. Era el comienzo de uno de los naufragios más trágicos en la historia, uno que marcaría las desigualdades socioeconómicas de toda una generación y la pérdida de miles de vidas a 4.000 metros de profundidad. 

Los toffes que dejaron atrás

La pesadilla para los 2.223 pasajeros comenzó en ese momento. Al grito de ‘mujeres y niños primero’ empezaron a llenarse los botes salvavidas. Sin embargo, como es bien sabido en esta historia, no había suficientes de estos botes para todos los pasajeros. El Titanic tenía muchos lujos, pero poca seguridad. La jóven pareja madrileña de 22 y 24 años respectivamente, salió a cubierta, aunque sólo uno de ellos logró salvarse. María Josefa Pérez de Soto tuvo que dejar atrás a su marido y después del accidente, se reunió con su doncella en el Carpathia, ya encaminadas a Nueva York. Pero, como todas sus otras pertenencias, la caja de toffes de Arrese quedó hundida con el Titanic y, por lo tanto, un trozo de Bilbao también. 

Fotografía de  María Josefa Pérez de Soto

Fotografía de María Josefa Pérez de Soto Ibon Pérez

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La historia de la pareja terminó en el mar y con ella en Estados Unidos sin poder justificar la muerte de su marido porque no había cadáver. De vuelta en España, la madre de Víctor Peñasco y Castellana, desolada por el fallecimiento de su hijo empezó a publicar su esquela, pero nunca paró. Purificación continuó poniendo esquelas sobre Víctor hasta sus últimos días. 

Actualmente, gracias al trabajo de investigación de los periodistas Ibon Pérez, Carlos Largo, Josu Hormaetxea y la colaboración Gonzalo Urrestarazu por parte de Arrese, el relato de este matrimonio madrileño acompañado de emblemáticos toffes bilbainos en el Titanic se ha dado a conocer. La pastelería Arrese continúa siendo uno de los símbolos más emblemáticos de la villa, y sus dulces siguen formando parte de muchas historias alrededor de Euskadi