Hay personas que traspasan la piel y se incrustan en el alma. Son aquellas que, como Iñaki Ozamiz (Algorta, 1979), dejan un vacío que nunca se llenará de la misma manera. Aquellas que provocan con su marcha que la famosa tonada Algo se muere en el alma cuando un amigo se va cobre el máximo sentido. Hablar de Iñaki Ozamiz es hablar de sonrisa, de generosidad, de voluntarismo, de compañerismo. De simpatía, de amistad, de cariño, de entrega y de compromiso. Hablar de Iñaki es hablar de eso y de mucho más.

Curtido en la ikastola San Nikolas de Algorta, desde bien joven Iñaki ha formado parte de la vida de cientos de personas. Como monitor de gaztetxos en el batzoki de la localidad que le vio nacer, hasta maisu de danza. Eta abar, eta abar. Una cuadrilla de niños y niñas, por cierto, ahora ya cerca o pasada la treintena, a los que se ganó con esa forma de ser tan única en él. Muestra de ese sembrar logró mantener relaciones con estas generaciones aún pasados los años. Porque Iñaki era y será para siempre en nuestra memoria, ante todo y sobre todo, una gran persona, alguien maravilloso, le recuerda su gran amigo Iñigo Iturrate, a quien todo el mundo quería por su ánimo y, sobre todo, coinciden otros muchos amigos y amigas, por su gran sonrisa. Y por una risa que se oía desde lejos, una carcajada singular, contagiosa, de esas que siempre recuerdas e identificas a la primera. La risa de Iñaki Ozamiz. Inconfundible. Inolvidable.

La implicación con el mundo que le rodeaba fue también clave para una generación de egikides nacidos en los ochenta y principios de los noventa en Bizkaia. Jeltzale peto petoa, Iñaki fue el encargado de involucrar a muchos nuevos alderdikides del territorio en las tareas del Partido. Logró hacer equipo y crear a su alrededor un grupo de jóvenes en unos momentos complicados. Él era el enlace para las cuadrillas; él era el que llamaba, el que organizaba…

Esta dedicación, esta implicación en lo personal, le llevó a que le vieran como un hermano mayor, siempre pendiente de todo y de todos. “Un ángel de la guarda”, afina Iturrate. Tanto, que era capaz de encontrar buenas palabras incluso ante las adversidades. Aurrera! convertido en su grito de fuerza donde su pasión eran, no hay duda, su mujer Ainara, su hija June y su hijo Ander. Ir al monte, andar en bici, la playa o la piscina. No había plan familiar que se le resistiera.

“Sin él, está claro que nuestras vidas serían diferentes y, desde luego, desde ahora serán un poco menos alegres. No volveremos a oír su risa y eso es triste, muy triste”. Será imposible olvidar a una persona de la que “no creo que haya nadie que pueda hablar mal”, llora Iñigo Iturrate porque “era maravilloso. Iñaki era una buena persona”.

Siempre dispuesto a pararse a hablar con cualquiera. No sólo a hablar, a reírse con quien se encontraba en su camino. En el Alderdi Eguna, en campaña, en el bar, en los pasillos del Parlamento Vasco. Donde fuera. Iñaki Ozamiz y su sonrisa. Atento para escuchar y conversar.

Su funeral será este jueves a las siete de la tarde en la iglesia San Pedro de Sopela. Será para despedir a un marido, a un aita, a un hijo, a un hermano... y, también, a un gran amigo. Cuán injusta es la vida, te escribí una vez querido Iñaki, si es a ti a la persona que le ha tocado torear tantas dificultades. Y cuán cruel, añado ahora, por dejarnos sin ti. Echaremos de menos a una persona querida por su forma de ser, sus aficiones y su compromiso con el Partido y con el país. El domingo habrá flores en su asiento de San Mamés y en el próximo Aberri Eguna se brindará por Euzkadi… y por él. 

Agur, lagun maitea. Goian bego eta ohore.