El sábado nos dejaba el hombre de referencia en la historia del baloncesto del Colegio Jesuitas de Indautxu, Michel Ureta. Nuestro querido Juan Garteiz nos lo comunicaba a todos los que amamos y sentimos que el rojo del Loyola es algo más que un color cualquiera. Pero sin Michel, esto no lo hubiéramos entendido nunca. Él nos enseñó a andar a todos, a inculcarnos unos valores únicos para entender tanto nuestro deporte como nuestra vida profesional posteriormente. Disciplina, compañerismo, salud, respeto, esfuerzo, y entrenamiento, mucho entrenamiento.

Desde el Dodge hasta el Supermirafiori, siempre aparcado tras los autobuses, y siendo la única persona que podía meter su coche en el colegio, él nos daba las primeras lecciones de nuestra vida. "Pónganse en fila y entradas a canasta, derecha, izquierda y chof", los driblings con las primeras viseras de plástico que te impedían ver el suelo y así manejar bien la bola. Los reversos, los tres contra tres, los pases, de todos los tipos. Fuimos muchas generaciones unos afortunados, porque teníamos todo el repertorio necesario para ser jugadores de baloncesto. Y éramos la envidia de todo el basket vizcaino, porque él te hacía sentir especial.

"Las manos atrás, le estoy hablando", y la tierra te devoraba. Y contra más te quería, más exigente era contigo. Su conocimiento fue recogido enseguida por sus grandes discípulos, Juan Garteiz, Tomás y Juan Torres, Txutxo Sanz, Fernando Kaifer hasta Jon Saratxo, entrenadores que llevaron al Loyola a lo más grande en Bizkaia, Euskadi y el baloncesto estatal. Y jugadores, hemos sido muchos, desde su Juanma López Iturriaga o Juanan Morales, las dos grandes referencias del basket en Indautxu, hasta sus primeros equipos que siempre fueron especiales, la cara de Patxo Navea o de Pablo Galindez cuando hablan del Loyola, siempre es diferente, pero es que a los miles de jugadores restantes, nos pasa lo mismo. Pregúntales a los Andía, a los Arrieta, a los Ortega, a Joaquín Salazar, Jose Borque, Bobby Ruiz, Kiko Lacabex o Juancar Rebollo, a Iñaki Díez, Alberto Larrondo o Juanpa Andrio, qué ha supuesto para ellos el Loyola, pregunta.

Querido Michel, espero que cuando llegues allá arriba saludes a algunos que nos dejaron demasiado pronto, a esos que todos tenemos en mente y que se nos pone un nudo en la garganta cuando no podemos verlos en Orozko cada año. Quería solo desde aquí recordarte, con cariño, mucho cariño y sobre todo con la mayor de las admiraciones hacia alguien que fue muy especial para los que somos del Loyola. Goian Bego, descansa en paz, tío Michel!.