Síguenos en redes sociales:

A la sombra de los rascacielos

Vecinos y comerciantes ven ventajas e inconvenientes a vivir en edificios altos

A la sombra de los rascacielosJose Mari Martínez

ala sombra de los rascacielos de Garellano la sensación es agridulce. Para los ya acostumbrados “las vistas desde mi casa son increíbles” describe Anabel, poco después de salir del portal de una de las torres. Sin embargo, Rubén Fernández, el conserje del garaje de la urbanización, que aglutina 1.300 parcelas en 55.000 metros cuadrados, asegura que “no quisiera para mi los problemas que puede generar vivir en este tipo de urbanizaciones tan abigarradas y altas”. Eso sí reconoce que “el hecho de ser un conjunto tan grande viene bien a los vecinos porque cualquier derrama que ocurra en el garaje, como son tantos, sale a poco dinero”. Raquel Alday, de la Frutería de Ana, ubicada en la colindante calle Luis Briñas, opina que “son demasiado altas” y se pregunta “¿Cómo abres la ventana? Solo con el viento que hace ahí arriba, te lleva el aire”. Otra cuestión que plantea es “cuándo se quedan sin ascensores, que ya pasó en una torre por una fuga de agua, ¿cómo subes hasta allá arriba?”. Ainara Calurono, como responsable de los repartos de la frutería en las torres, sabe bien lo que es el transporte vertical. Describe que “hasta pasar el quinto piso en el ascensor, vaya, pero después parece que vas en un avión”. Ella tampoco compraría uno de los pisos más elevados “aunque hasta un octavo no estaría mal”. A pesar de las reticencias, ambas reconocen que “la zona es muy buena para vivir porque tienes de todo al lado”. Esta centralidad también es valorada por Ángel Filibi, “de toda la vida de Pérez Galdós” que ahora vive con su mujer en Benidorm. Mostraba su sorpresa por “¡cómo está cambiando el barrio cada vez que vengo!” para reconocer que “no le gusta tanta altura al lado de mi casa de siempre”, aunque a su esposa, nacida en Benidorm, “dice que le encantan”, apostilla.

El encaje urbanístico también preocupa a Luis Rodríguez, taxista que esperaba al lado de su compañero, Juan Fernández, a coger algún cliente en la parada cercana a Termibus. “No me gusta -indica Luis-, me parece que no casan bien con los edificios cercanos de alrededor que tenemos en Luis Briñas y Pérez Galdos, y al otro lado el Hospital. Son rascacielos que no pegan con la altura media”.

Por su parte, Juan Fernández destaca que “los espacios que hay entre las torres, no los veo muy seguros para las mujeres” para terminar aportando otra reflexión sobre la convivencia. “Aquí son tantos que es difícil saber quién es quién. Eso no es bueno. Donde vivo somos cuatro alturas, nos conocemos todos, y eso te da mucha tranquilidad”, señala este taxista.