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Aires de gaita para animar Masustegi

José Lozada lleva más de medio siglo viviendo en el barrio y en 1975, creó el club de gaiteros compuesto por diez músicos

Aires de gaita para animar Masustegi

J OSÉ Lozada se ha convertido, en casi medio siglo, en el rostro más popular de Masustegi. Forma parte de la Asociación de vecinos del barrio desde hace más de 25 años y también de la de jubilados. Todo el mundo le conoce como Pepiño. “Si preguntas por José nadie sabe quién soy”, dice entre risas. No es de Bilbao pero como si lo fuera aunque siempre tendrá una clara vinculación con su A Coruña natal. Su acento gallego le delata y también su fiel compañera: la gaita.

Poco cuenta de su infancia pero varios hechos puntuales marcan su recorrido vital. “A los nueve años falleció mi padre, que era maestro, y como había que comer mi madre se vino a Bilbao”, rememora. Aquí conoció a un hombre que pronto se convirtió en su marido y se trajo a Pepiño. Dejó atrás sus orígenes y aquí comenzó una nueva vida. “No me costó adaptarme porque había gente muy buena y ahora también la hay”, acota.

Masustegi es conocido por ser algo así como tierra de gallegos. “Todos los de Galicia nos hemos venido aquí porque no sabíamos donde meternos. No había viviendas entonces por aquel entonces, hace 50 años, levantamos el barrio nosotros”, admite. Aquí, conoció a su mujer, también gallega, de manera muy casual. “Me preguntó cómo podía llegar a un barrio y le dije que le acompañaba. ¡Menudo viaje porque seguimos juntos!”, cuenta.

Antes de todo esto, Pepiño fue al colegio como uno más de su edad. Allí estuvo desde los diez hasta los trece años y después, sin saber qué hacer, se puso a trabajar. “Estuve en un taller que le llamaban procardiacos. Es exactamente donde hace 50 años hicieron las primeras operaciones de corazón y yo allí estaba de pinche”, dice entre risas. Le gustaba lo que hacía pero confiesa que el sueldo no le daba para mucho así que se puso manos a la obra y encontró un nuevo oficio. De la noche a la mañana, sin esperarlo, se convirtió en carpintero. “Desde los 15 hasta los 22 años estuve en una empresa y después me fui a la mili, como todos por aquel entonces”, cuenta. Pero a su vuelta continuó lo que había dejado y reconoce que ahora en su casa “no entra ningún gremio”.

Este trabajo lo compaginaba con muchas otras cosas. Era gaitero en la Casa de Galicia y confiesa que el afán por la música lo lleva en las venas. “Mi abuelo, mi padre, mis hijos... Todos somos músicos”. Ya a los 9 años comenzó a tocar lo que se conoce como el puntero “una parte de la gaita”. “Nunca he querido alejarme de mis raíces así que con el sueldo de mi primer trabajo me compré aquí una gaita que me costó 1.500 pesetas. Por aquel entonces era mucho dinero pero la fui pagando poco a poco”, recuerda con cierta nostalgia en su voz.

El grupo Con mucha ilusión decidió crear, en 1975, el primer club de gaiteros de Masustegi bajo el nombre Agarimos. “El párroco, que también era gallego, comentó en misa que se iba a montar un grupo y el sábado siguiente me encontré con 50 chicas para aprender a bailar. No sabíamos quién les podía enseñar así que mi madre, que lo hacía muy bien, se encargó de ello”, cuenta. Las fiestas de Masustegi ya no se entenderían sin su presencia porque allá por donde pisa deja huella.

Pepiño y su grupo se han encargado de animar a todos los bilbainos con sus pequeños conciertos. “Todo el mundo sabe quién soy y qué es lo que hago”. En su memoria guarda momentos anecdóticos, entre ellos, recuerda el día en que actuaban en las fiestas de Masustegi y días más tarde tenían que ir a Zorrotza a tocar. “Me quedé en blanco, nunca me había pasado pero rápidamente se me vino todo y lo arreglé”, ríe.

Después de tantos años, reconoce que el grupo ha mermado. Las chicas que les acompañan cada vez son menos, hoy solo lo componen 10 músicos, pero confiesa que todavía tienen mucho que ofrecer a su público, sobre todo a los jubilados. “Actuar en Aste Nagusia me parece maravilloso pero ir a la residencias es lo que más me gusta porque mañana puedo estar yo allí. Les veo disfrutar”, cuenta.

Pepiño lo da todo también por su barrio. Desde hace más de 25 años forma parte de la asociación de vecinos donde confiesa que todos son unos luchadores. “Ahora estamos peleando porque nos pongan un ascensor. El barrio está muy bien, arreglaron las tuberías y todo pero nos gustaría tener mejores accesos porque esto para las personas mayores sería vida”, comenta.