El viernes la jefa dice: “Tienes que hacer un reportaje de cromos del Mundial en la Plaza Nueva”. Con esas coordenadas, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de mi abuelo, campeón de mus e impenitente coleccionista de naipes. La segunda es la de mi hermana mayor guardando en su caja de latón de Biarritz un botín con mis cromos de purpurina, cada vez que jugábamos y me metía una paliza. Debe de ser que tenía la mano demasiado pequeña y no succionaba lo suficiente aquellos papelitos que debíamos voltear y sacar del montón. La tercera idea es una pregunta: ¿El Mundial de qué?, ¿el de surf de Uluwuatu?, ¿el de motos que lidera Marc Márquez?...

Pues no, la misión es salir al encuentro de coleccionistas de cromos de fútbol porque ha echado a rodar la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018. Para la gente forofa del deporte rey, el encargo será una obviedad. Pero como a estas alturas intuirán ya, la que suscribe sabe que el seleccionador de la roja se apellida Hierro porque hace unos días casi se colapsan las redacciones tras el fichaje de Lopetegui por el Real Madrid. Aclarada la misión, llegué ayer puntual a la hora de las rabas a la Plaza Nueva con una pregunta en la libreta: ¿A cuánto se cotiza el cromo de Lopetegui?

Me acerqué a la esquina donde desde hace décadas se reúnen los coleccionistas. La verdad es que estaba muy animada: familias tirando de lista con los repes y gente entrada en años gestionando intercambios de tres colecciones a la vez. También había niños y niñas demasiado pequeños para entender todo el trasiego que supone completar un álbum. Y entre tanta gente, no di con nadie que me aclarase a cuánto se cotizaba el cromo de Lopetegui.

“Es normal”, explicó Juan Carlos Mondolí, uno de los pocos vendedores de cromos del conocido corner. “No se ve nada de movimiento de cromos del Mundial -dijo-, seguramente porque la gente aún está acabando el álbum de LaLiga”. Adrenalyn XL se llama la colección de marras: 469 cartas de jugadores de fútbol, 360 básicas y otras especiales como Guantes de Oro, Balón de Oro o Super Draft.

Juan Carlos es todo un personaje, lleva intercambiando y vendiendo cromos en la Plaza Nueva desde hace una década. “Tengo esta afición desde crío, mi primera colección de fútbol fue en el año 70”. No sabe, o no quiere confesar, cuánto dinero se ha gastado tras años de afición, pero algo así “como unas vacaciones en el Caribe, por lo menos”, dijo. Tampoco sabe muy bien qué mantiene viva la pasión por los cromos, solo que “te tiene que gustar”. Palabra de aficionado.

Pero no todo es fútbol en el mundo de los cromos, también hay colecciones de animales, de dibujos animados o de Lol, esas mini muñecas que vienen en una bola con sus complementos y que se han convertido en un fenómeno mundial. Izaro Arrabal viajó con su familia desde Gasteiz para encontrar los pocos cromos que le quedan para acabar la colección y visitar a los abuelos. Ayer no tuvo mucha suerte, pero sabe que para acabar un álbum “hay que tener paciencia”.