Más de la mitad de los edificios centenarios renovados íntegramente están en Abando
De los 1.578 inmuebles de Bilbao que superan los cien años 101 han sido sometidos a una rehabilitación completa
BILBAO. Los supersticiosos que rehuyen caminar bajo los andamios influenciados por la creencia de que da mala suerte están condenados a sortear cada vez más instalaciones de este tipo en el Ensanche de Bilbao. La rehabilitación de los inmuebles está a la orden del día en la ciudad, donde 1.578 edificios de los 11.555 totales son centenarios. El efecto impulsor de la Inspección Técnica de Edificios (ITE) -que busca el mantenimiento continuado de las construcciones-, sumado a la mayor conciencia sobre la importancia de mantener a punto las estructuras de las viviendas, ha provocado un aluvión de reformas que se traduce, además, en una mejora del paisaje urbano de la ciudad. Mientras muchas de las edificaciones han optado exclusivamente por la renovación de la fachada, 101 edificios se han sometido a una rehabilitación integral. Más de la mitad, 56, se ubican en el distrito de Abando.
El arquitecto José Ramón Foraster y Carlos Murga, jefe de estudios de Construcciones Olabarri, son responsables de algunas de las intervenciones realizadas en los últimos años en edificaciones construidas a finales del siglo XIX en el centro de la ciudad. “Los edificios de aquella época estaban hechos por maestros de obra, una figura que con el tiempo desapareció y fue absorbida por los arquitectos”, asegura Foraster, quien indica que se realizaban los inmuebles “siguiendo la sabiduría popular de la artesanía de cada ciudad”. Se refiere a una arquitectura inherente a cada lugar, con edificios que presentan similitudes en la fachada, “con una simetría muy clara, balconadas y miradores”.
El arquitecto alude también a la sintonía cromática existente en las construcciones del centro. “Aunque tengan diferentes colores, unos en verde, otros en rojo... van muy bien unos con otros. Se percibe la influencia y reminiscencia de los pueblos pesqueros, donde empleaban las pinturas de los botes para pintar las casas. Es lo que da la atmósfera y la esencia de lo que es Bilbao”, asegura el arquitecto. Es más, considera que estos edificios “de segundo plano” -por no ser representativos o no estar realizados por grandes arquitectos-, son los que caracterizan la arquitectura de la villa. La gran mayoría de las 1.578 edificaciones centenarias -1.466 en concreto- son de uso residencial, mientras que solo 121 se destinan a otros usos.
En ese sentido, el arquitecto añade que en las comunidades “ahora existe una sensibilidad para mantener lo antiguo”. Un condicionante que, considera, hace unas décadas brillaba por su ausencia: “Si en los años 60 Bilbao hubiera sido como Nueva York y hubiéramos tenido muchísimo dinero, la mitad de los edificios estarían derruidos y se habría hecho todo nuevo, con rascacielos de cristal, que era lo que se llevaba en aquella época”. Por ello, afirma que la rehabilitación “es una forma de ir contra la globalización que tiende a que todos los edificios sean iguales, independientemente del lugar en el que se ubican”.
Algunas Intervenciones
Una de las intervenciones realizadas el año pasado fue en el número 7 de la plaza del Ensanche. “Por efecto del agua, la fachada tenía problemas en los balcones, que habían quedado inutilizados ya que las filtraciones habían podrido la madera”, relata Carlos Murga. Durante la reforma se respetaron todas las ornamentaciones, así como los miradores “de forma concienzuda”. Asimismo, se siguió la estela de los colores primitivos que tenía la fachada, porque estaban bastante deteriorados con el paso de los años.
¿Pero cómo pueden saber los arquitectos y constructores cuáles eran los rasgos originarios de un edificio? La utilización de los archivos del Ayuntamiento de Bilbao o de la Diputación Foral de Bizkaia son imprescindibles para dicha labor. “Para realizar una rehabilitación una de las cuestiones previas a la actuación es conocer qué quería hacer el ancestro en su día”, asegura José Ramón Foraster. Añade que en ocasiones los planos antiguos aportan pistas de lo que se edificó en un inicio, “ya que en cien años puede haber transformaciones”. Como ejemplo de ello, cita una ocasión en la que durante una reforma detectaron un hueco en la escalera que no fueron capaces de identificar. “Un vecino mayor nos reveló que en los años 40 había caído una bomba, pero lo taparon y ahí nadie sabía nada”, narra el arquitecto.
Pero las intervenciones se centran, más que en borrar las huellas del pasado, en hacerlas perdurar. Eso sí, incluyendo las virtudes de los avances en materia de edificación. Muestra de ello son las rehabilitaciones integrales como la realizada en el número de 27 de la calle Colón de Larreategui en 2015. “La renovación fue completa, de arriba a abajo. Se introdujeron nuevas tecnologías en las viviendas, además de elementos sostenibles en materia de aislamiento o accesibilidad”, apunta Foraster, quien expone que las viviendas se encontraban deshabitadas y en una situación de abandono. Asimismo, los locales que se ubican en los bajos, que actualmente están ocupados por negocios, también fueron reformados.
A poca distancia, en el número 22 de la Gran Vía, también se llevó a cabo una reforma en la fachada. “Se mantuvieron los comercios abiertos, pero de la primera planta hacia arriba se modificó la composición de las viviendas para realizar tres por piso en lugar de dos”, narra el arquitecto que también participó en esta reforma. Según expone, las viviendas de la arteria principal, al situarse en lotes que ya en su origen eran más caros que en las calles secundarias, “suelen tener más ornamentación y materiales nobles”.
A su lado, Carlos Murga incide en la dificultad de trabajar en calles tan transitadas como la Gran Vía. “Había que trabajar los sábados a las 6 de la mañana y dejarlo todo libre para las 9. No es lo mismo en esta zona que en una obra nueva en Miribilla”, expone el constructor, quien asegura que la “rehabilitación es un reto, ya que es más fácil tirarlo todo y volver a construir”. En ese sentido, también realizan un llamamiento a la paciencia de los ciudadanos por los inconvenientes que puedan causarse en la circulación de los peatones: “La intervención de una fachada dura de 3 a 5 meses, mientras que una rehabilitación integral puede durar de 14 a 18 meses”.