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Sesenta gotas de ilusión

La asociación benéfica La Gota de Leche convenció a Olentzero para que se quedase un día más. De esa manera, los niños del comedor de San Antonio de Iralabarri pudieron disfrutar también de sus regalos de Navidad

Sesenta gotas de ilusión

TARDE o temprano todo llega. La asociación benéfica La Gota de Leche no quería que los niños del comedor de San Antonio de Iralabarri se quedasen sin sus regalos navideños y por eso contactó con Olentzero para que permaneciese un día más en la ciudad. Dicho y hecho; el carbonero aceptó y el hotel Silken Indautxu, se convirtió ayer en punto de encuentro de todas sus actividades propias de esta asociación benéfica.

Eran las once y media de la mañana cuando, bajo el sonido del txistulari Mikel, el señor barbudo bajó las escaleras para llegar al hall donde los niños de entre uno y quince años le esperaban ansiosos. Esta vez, Olen-tzero iba acompañado de Txikilandia Show, una familia de payasos en la que también estaban presentes Minnie y Mickey Mouse.

Sandra, una amatxu del barrio San Adrián, esperaba con deseo los regalos de sus hijos Keila, Yeray y Saúl, de 5, 7 y 9 años, respectivamente. “Es la segunda vez que venimos a un evento que organiza La Gota de Leche y es una auténtica maravilla para nosotros”, dijo emocionada. Y es que, después de tres meses de dura preparación para la asociación, por fin vieron el resultado. “Hemos querido hacer un Olentzero solidario para que los niños no se queden excluidos”, confesaba Julio Piñeiro, presidente de La Gota de Leche.

Los aproximadamente sesenta niños que acudieron a la cita estaban emocionados y con mucha ilusión. Y ese era el objetivo del comedor social: “El hecho de que salgan de la rutina siempre les da un toque de aire fresco y de magia y es lo que queremos”, dijo el hermano Toño. A pesar de que la mayoría de los niños observaron al carbonero con mucha admiración, también hubo alguna lágrima. “Normal que les dé miedo, es muy feo”, bromearon.

Tras conseguir un poco de calma, Olentzero comenzó a repartir las bolsas que estaban repletas de ilusión. “Primero a los más pequeños para que no se cansen mucho”, dijo Olen-tzero. Y, tras llamarles uno por uno, llegó el turno de Keila. No se lo pensó dos veces y pegó un salto en cuanto escuchó su nombre. Sin quitar ojo de la bolsa, fue directa a donde sus padres para enseñarles todos los juguetes que había.

Tras terminar de nombrar a los más pequeños, comenzaron a llamar a los niños de entre seis y siete años. Y ahí estaba Yeray con los seis sentidos bien activados para escuchar su nombre. Tras darle dos besos a Olen-tzero y agradecerle los regalos, sacó de la bolsa el detalle que más le impresionó. “¡Una flauta, ama, una flauta!”, gritó ansioso mientras se la introducía en boca para intentar tocar: “Ya aprenderé”, comentó. Pero ahí seguía Saúl. El único de los tres hermanos que todavía estaba sin regalos. “Soy el mayor y me toca esperar un poco más”, confesó paciente. Pero, tarde o temprano, todo termina llegando y, en un abrir y cerrar de ojos, ya había vuelto de saludar a Olentzero. A los más mayores les regalaron dos balones, uno de fútbol y otro de baloncesto. “Esto ya es un regalo de mayor, sabía que serían lo mejores”, comentó sonriente mientras hinchaba el balón de fútbol.

Esperanza “Todos los regalos que les hemos dado a los niños son didácticos e interactivos”, comentó Piñeiro. Flautas, cuadernos para colorear con su estuche lleno de pinturas, un yoyó electrónico, raquetas, balones... fueron algunos de los juguetes que repartieron durante la mañana de ayer para que los pequeños no se fuesen con las manos vacías a sus casas. Según decía Piñeiro, “no hay nada más bonito” que ver a los niños que están en riesgo de exclusión social “tan sonrientes y felices como lo están aquí”. Y ese es siempre el propósito que tiene La Gota de Leche con los niños del comedor de San Antonio de Iralabarri, que ni en las fechas señaladas les falte nunca ni una gota de nada “porque queremos involucrarles en Bilbao”, concluyó Piñeiro.