¿Cómo romper fronteras con un peine y unas tijeras?

-Se puede. Yo lo explico con una anécdota reciente en Malasia. Estaba en un certamen en Kuala Lumpur con otros 32 peluqueros y se me acerca un hombre. Buenas, yo soy Paco, de Lanzarote...

¿Y? Pase de página, no nos deje en ascuas...

-Yo soy Paco, de Lanzarote, y sé de ti más que tú misma. He escrito una biografía tuya como trabajo de fin de curso para conseguir un grado superior tras hacer pelucas para cine o teatro. Me quedé blanca.

Y todo ello desde Bilbao, una tierra a la que peinaría... ¿cómo?

-Con mucho volumen y formas irregulares porque Bilbao es mujer, por mucho que por ahí asome Don Diego. Yo veo a la villa femenina.

¿Dónde le nació la vocación?

-De niña. Todas mis muñecas tenían que tener el pelo largo para que yo les hiciese de todo.

¿Cuánto pesa la belleza en el ser humano del siglo XXI?

-Mucho. La primera imagen es la carta de presentación de una persona. Pesa más la belleza interior, claro. La belleza no me interesa como un cascarón vacío: si no hay nada en el interior de una persona ya puede ser todo lo bella que quiera que...

¿No hemos asociado la imagen a la edad? ¿Se puede ser bello a los 90?

-Claro que sí. Puedes transmitir una imagen agradable y cuidada, acorde con tu edad. Lo que es un error es querer aparentar que tienes cincuenta si tienes ochenta.

¡Guerra al bótox!

-No. En su justa medida es maravilloso, como cualquier otra cosa en la vida. Puede hacerte feliz corrigiendo los estragos del paso del tiempo o los defectos. Lo importante es ponerte en buenas manos y tener un equilibrio.

¿Queremos embellecer para nosotros mismos o para los demás?

-Difícil pregunta. Pensamos en nosotras mismas pero nos importan que nos vean guapos los demás. Lo esencial es sentirse bien, saludable y satisfecha.

¿Cómo lo conseguía la niña Yolanda?

-Jugando. Al hinque, a la cuerda, a campo quemado... Y en los veranos en Busturia con la bicicleta.

¿Recuerda algún pecado ya confesable de aquella época?

-Todas tenemos alguno, no sé. Quizás algún viaje de trabajo que no era tal sino una escapada. Pero no he sido una mujer de locuras.

¿Ni siquiera por amor? Mire que es pantanoso el terreno de los ligues en esta tierra...

-Le diré algo: me parece más difícil hoy que entonces. Yo, al menos, no tengo quejas de aquello. Ja, ja, ja.

¿Por qué?

-Mire. Antes esperabas al autobús y saludabas a la persona que estaba junto a ti, aunque no la conocieses de nada. Ahora tecleas el móvil. ¿Cómo no vamos a sentirnos más solos?

¿Ha conocido muchos zancadilleadores?

-Alguno que otro, por desgracia. Las zancadillas que más duelen son las que traicionan la confianza.

Volvamos al salón. ¿Qué reto pendiente tiene?

-Siempre digo que me gustaría peinar a Carolina de Mónaco. Lleva un peinado horroroso casi siempre, sin formas. Le haría otro corte, con más volumen...

¿La peluquería es uno de los últimos oficios artesanos que quedan?

-Algo de eso tiene, sí. Aunque yo comparto con un viejo experto, Maximiliano, la idea de que está a caballo entre la artesanía y el arte.

No hay lugar para la tecnología... ¿Gracias a Dios?

-Sí hay algunos avances que permiten a una arreglarse en casa, pero una buena base necesita tijeras, dedos y el color.

¿Dedos?

-Peinan y moldean, claro. Y el color es esencial. Hay colores vegetales, ecológicos, con barros: coloraciones sin amoníaco. Eso también es medio ambiente.

¿La peluquería es un confesionario?

-Quizás lo fue. Hoy hablamos menos, eso es claro. Nosotras tenemos algo de psicólogas para entender a quien se sienta en la silla, pero muchas veces están con el móvil o la tablet. Muchas veces apenas se habla.

¿Y eso le duele?

-No en la silla, pero me parece que una sociedad que no habla entre sí es más pobre. La tecnología ha traído mucho y bueno, pero ha dejado algunas lagunas. Esa es una de ellas.

¿Un cambio drástico de imagen equivale a un cambio drástico de vida?

-En muchas ocasiones sí, es cierto. Parece que una diría “Soy otra”.

¿Hay gente que llega con iconos establecidos?

-Cada día. Traen recortes de revistas y te dicen: quiero algo así. Pero yo no puede convertir a alguien en Jenifer López si no lo es. Está bien que el modelo te oriente pero no que te obsesione.

Antes de peinar hay que quitar muchas ideas de la cabeza...

-Si no son buenas, lo intento. Con mucho tacto, eso sí.

Si le diese elegir entre el amor y la amistad...

-El amor, que es lo segundo pero más interesante, ja, ja, ja. Fuera de aquí me dicen que la amistad de los vascos cuesta pero que, cuando se consigue, te dejan entrar hasta la cocina y para toda la vida.

¿Qué se gana y qué se pierde con los años?

-Se gana seguridad y se pierde rapidez de reflejos. Cambian las ilusiones.

¿Alguna dejó atrás y se arrepiente ahora?

-Nunca he tenido hijos y no los añoro, pero no estoy segura de si algún día no pensaré que me equivoqué.

¿Ha notado, para bien o para mal, el ‘peso’ de ser mujer?

-Unas veces te abre paso y otras te cierra puertas. Hemos mejorado, pero la sociedad ha sido muy machista y aún lo es, aunque menos. No es admisible un hombre agresivo a estas alturas de la película.

¡Le doy tiempo libre!

-Viajar, viajar y viajar. Para mí un buen viaje enseña más y mejor que un buen libro. Ves la cultura y las costumbres de primera mano, sin intermediarios que te lo cuenten.

¿A qué teme?

-Al dolor, las enfermedades y a la muerte.

¿Nos espera Dios? ¿Cómo le peinaría?

-¡Uf, qué difícil! Si estuviese ahí le peinaría con algo grandioso, algo así como un soplo de aire.