Ya en el verano, una alimentación bien planteada puede marcar la diferencia. No se trata de dietas estrictas ni de soluciones milagrosas, sino de un enfoque inteligente que permita reducir la inflamación, activar el metabolismo y sentirse más ligera. La clave, según los expertos en nutrición, está en apostar por alimentos que desinflamen, sacien y favorezcan la eliminación de líquidos.
Ten en cuenta estos consejos
1. Alimentos no procesados. Reducir al máximo los ultraprocesados es el primer paso. En su lugar, apuesta por frutas, verduras, proteínas magras y grasas saludables como el aceite de oliva. Las sardinas, ricas en Omega 3, son un aliado eficaz por su efecto antiinflamatorio y su fácil digestión.
2. Hidratos de carbono. Eliminar por completo los hidratos no es una opción, ya que puede ser hasta contraproducente si buscamos mantener energía y evitar antojos. La clave está en elegir los que tienen bajo índice glucémico y alto contenido en fibra como quinoa, arroz integral, avena, patata cocida o legumbres. Estos alimentos se digieren más lentamente, generan mayor saciedad y no provocan subidas bruscas de glucosa, lo que ayuda a evitar el almacenamiento de grasa.
3. Proteína en cada comida. Incluir una fuente de proteína en cada comida es fundamental para conservar la masa muscular, aumentar la sensación de saciedad y elevar ligeramente el gasto calórico del cuerpo. Además, las proteínas ayudan a estabilizar los niveles de azúcar en sangre y evitan las caídas de energía a media mañana o media tarde. Opciones como huevos, pescado blanco, tofu, pollo o pavo son alimentos ideales.
4. Hidratación y drenaje. Beber agua es esencial para eliminar toxinas y favorecer la perdida de líquidos retenidos. Las infusiones también pueden ser grandes aliadas. El té verde, el diente de león o la cola de caballo tienen propiedades drenantes que ayudan a aliviar la hinchazón en cualquier época del año, también en verano.
5. Ejercicio diario. El ejercicio físico sigue siendo un complemento imprescindible durante las vacaciones. No se trata de realizar entrenamientos de alta intensidad si no forman parte de la rutina habitual, pero sí de moverse cada día de forma regular. Caminar, practicar yoga, hacer una rutina de fuerza suave o incluso bailar puede ser suficiente para activar el cuerpo.