La mayor satisfacción es saber que ayudas a niños que lo necesitan. Eso es muy gratificante y te llena interiormente”. Lydia Arroniz lleva tres años como voluntaria de Unicef y ahora está sumergida en la organización del rastrillo solidario. “Estoy encantada y valoro enormemente la labor que de una manera muy profesional realizan desde Unicef”, afirma Arroniz. Lydia no es la única; junto a ella, alrededor de cuarenta personas llevan una semana trabajando para que un año más este evento sea posible.

Sawsan es jordana y está realizando un máster en dirección de Proyectos de Ocio en Bilbao. Desde hace unos meses aporta su granito de arena para ayudar a esta ONG. Su experiencia ha sido positiva y reconoce la importancia de involucrarse en proyectos que ayuden a niños que sufren desde el primer momento que llegan al mundo. La desnutrición, la falta de recursos para integrarse en los colegios... Unicef trabaja para reducir la mortalidad infantil llevando a cabo programas de salud, nutrición y agua y saneamiento. “En el máster debía colaborar en una ONG y elegí Unicef. Está siendo toda una experiencia en la que estoy aprendiendo mucho”, comenta la voluntaria nacida en Amán. El trabajo desinteresado de los voluntarios es clave para dar sentido a un proyecto global cuyo fin es ayudar a los más pequeños. La solidaridad en Euskadi no se desinfla, todo lo contrario, crece y lo hace cada día con más intensidad. Las raíces son firmes y germinan cada vez con más fuerza, a partir de hoy, en un rastrillo que se puso en marcha hace seis años y que se ha consolidado. Marije es, junto a Loli y Teresa, voluntaria fija de Unicef. En su opinión, la crisis no ha podido con la solidaridad. Solo en Euskadi, esta ONG cuenta con el apoyo de más de 21.000 socios. Además, según Marije, “hay mucha gente con un gran corazón, que todos los años nos traen un montón de objetos para poner a la venta en el rastrillo”. El año pasado fueron una treinta de personas las que colaboraron con esta iniciativa a favor de Unicef y cuyos fondos se destinarán “íntegramente a los programas de Unicef por la supervivencia y el desarrollo infantil”, destacó ayer el presidente de la ONG en el País Vasco, Carlos Epalza.

La sala oval del hotel Carlton de Bilbao será el privilegiado escenario en el que un año más, y a partir de esta tarde, se pongan a la venta un sinfín de objetos donados. A lo largo de todo el fin de semana, (mañana sábado, de 11.00 a 21.00 horas, y el domingo, de 11.00 a 20.00 horas ininterrumpidamente) las personas interesadas pondrán acercarse hasta el rastrillo. La inauguración será hoy a las 18.00 horas, con la presencia entre otros, del alcalde de Bilbao, Ibon Areso, y de caras conocidas de la sociedad bilbaina que apoyan esta iniciativa.

De todo un poco Desde un sofá, pasando por colecciones de libros y música clásica, cuadros, objetos decorativos, mesas, una impresora, juguetes, ropa, complementos, alfombras, vitrinas, vajillas, coches en miniatura para coleccionistas, trenes eléctricos, candelabros, lámparas... La lista es interminable, tanto como la solidaridad de quienes a lo largo de los últimos días se han acercado hasta Unicef para hacer sus donaciones. Hay quien por falta de movilidad no ha podido acudir en persona. “Eso no es un problema. Nosotros vamos a sus casas para recoger lo que nos quieran donar. Hay gente muy mayor que no puede acercarse”, cuenta Epalza. El presidente de Unicef en el País Vasco destacó también la ayuda que año tras año presentan importantes empresas bilbainas. “Vendemos boletos a tres euros para un sorteo con objetos muy interesantes. No contamos más, que la gente se acerque y lo compruebe in situ”, explicaron ayer. La cita es ineludible. El año pasado se recaudaron 12.000 euros y el objetivo es superar esa cantidad.