bilbao- Le duelen los huesos de la pobreza que sufren la humedad de la crisis actual y guarda los recuerdos de su padre en su memoria como si fuesen luises de oro. ¿Qué no hubiese dado por jugar en el Athletic? ¡Quién sabe! Ha viajado por los cafetales de medio mundo y soñó con un porvenir rosado para los más jóvenes, hasta el punto de regodearse en la ensoñación de crear una beca que abriese las puertas a un nuevo mundo para los estudiantes. Tanta vida andada para volver a casa y, desde 1995, dirigir los designios de la empresa familiar.
El mejor café del mundo...
-Viene por el Abra. La idea se nos ocurrió en el año 58 . En realidad la idea nació antes, pero en aquellos años todo era un poco raro, ya sabe... Y tenemos registrada otra marca, café Nervión, que nunca hemos utilizado.
¿De casta le viene al galgo?
-No empecé en la empresa familiar. Yo quería volar por libre. Mi padre tenía un negocio de coloniales, Santamaría; venía del mundo de los ultramarinos. Decidió apostar por el negocio del café cuando yo era muy pequeño y con solo nueve años vi cómo empezó a poner los cimientos de lo que hoy es Cafés el Abra.
¡Un pionero!
-Yo le tengo en un pedestal. Siempre se preocupó por la gente joven. Montaba equipos de atletismo, de piragüismo, iba a las carreras... Siempre muy cercano a la juventud.
¿Qué diría de la actual?
-No tiene nada que ver con aquella. Hoy viven más aislados, más solos. Me da mucha pena la falta de contacto.
Explíquese para los malpensados
-Muchos viven enganchados a una pantalla. Yo soy de tocar mucho: me gustan los besos, los abrazos, los saludos. Por ejemplo, ¿quién escribe hoy una carta...? Me gusta el contacto por encima de la distancia.
Corre el riesgo de que le llamen carca, un hombre despegado de las nuevas tecnologías...
-Se equivocarían. Siempre he sido un ser tecnológico. Implanté mucha tecnología en la fábrica, incluso on line. Fui uno de los pioneros, pero es verdad que me pone nervioso ver a la gente sin hablarse, todo el día con la maquinita.
Usted salió para trabajar y formarse. Hoy en día se escuchan lamentaciones por los grandes cerebros que se ven obligados a hacer lo mismo... ¿Qué se trajo de Alemania: resquemor o ideas?
-Volví con muchas más ideas. Es bueno quitarte la boina y salir del hábitat natural: te da otra dimensión, más seguridad a la hora de afrontar una situación.
¿Nostalgia?
-Uno siempre tiene, pero cuando estás trabajando, ni te enteras. Allí vivía bien y además pude aprender un idioma. Es bueno salir...
Siempre y cuando pueda volver, supongo...
-Eso es. La experiencia es espectacular y me parece bien que los grandes cerebros se quiten la boina. El problema es que luego hay que darles aquí oportunidades para que puedan desarrollarse.
¿Y la tienen?
-No te lo puedo decir. Siempre he sido partidario de unir la industria y la investigación. La universidad tiene que vivir mas cerca de la empresa, más apegada la realidad. A veces uno tiene la sensación de que oye hablar del sexo de los ángeles. Eso del I+D+i está muy bonito pero hay que hacerlo más tangible.
De nuevo, pura teoría...
-¡Oiga, no! Yo creé una beca en Químicas. Lo intenté con todas mis fuerzas, pero los científicos son, a veces, demasiado técnicos.
¿Qué olor se le ha quedado grabado a lo largo de su vida?
-El del café. Imagínese que, ya de niño, para castigarme me mandaban a trabajar a la tostadora... ¡Y aún así, no lo oidé! Ja, ja, ja.
Resuélvame uno de los grandes misterios de la gastronomía. ¿Cuál es la mejor manera de tomar un café?
-Como le guste a cada uno. No hay una forma única de tomarlo, aunque los que saben dicen que solo y sin azúcar.
Hay quien lo tacha de veneno lento...
-Hay cantidad de estudios científicos que demuestran sus virtudes.
Pagados por la industria cafetera...
-Muchos de ellos sí, pero tenga por seguro que si se difundiese algo que no fuese cierto la comunidad médica se echaría encima. Hoy sabemos que el café es bueno para el Alzheimer, para el cáncer de colon... Como en todo en la vida, la importancia está en la dosis. Cuatro o cinco diarios es una buena medida.
Y si un estudio de esos sale mal...
-Pues sale mal. O no se publica.
¿Qué le quita el sueño además del café?
-El café no me lo quita. A medida que cumples años hay menos cosas que te lo quitan. Hoy quizás la situación económica y la pobreza. Me produce desazón y tristeza ver a gente tirada en la calle. Espero una nueva situación política para crear unas nuevas perspectivas.
¿Podemos?
-Me entristece que haya gente que engañe a quienes esperan cambios reales. Es un marketing que no me gusta aunque tampoco me gusta lo que veo. Digamos que prefiero lo que provoca Podemos a lo que promete.
Sueños le queden por cumplir
-Que Cafés el Abra siga siendo innovador, que a mis hijos les vayan bien las cosas, que la nieta que llega en abril venga bien...
Sueños utópicos, digo.
-No sé si tengo edad para eso. Hubo un tiempo en que quise dar la vuelta al mundo a vela, pero siempre he trabajado como un cabrón y para eso hacen falta uno o dos años libres. Me encanta oír cómo golpea la ola en el casco del barco.
¿Un hoyo en uno?
-¡Eso sí que es una utopía! Ja, ja, ja.
¿No va demasiado rápido el mundo para una afición tan serena?
-No lo creo. Va como tiene que ir, Hoy todo es para ya, es verdad. Pero desde que se inventó el teléfono hasta que se generalizó su uso pasaron décadas... ¿eso es bueno? Conocemos los riesgos de la velocidad pero no nos queda más remedio que asumirlos para estar en este mundo.
¿Qué cambiaría entonces, si pudiese, con un superpoder?
-Borraría todo lo hosco y hostil del mundo. Me gustaría que fuésemos más humanos, más cercanos. La distancia y los políticos lo joden todo.
¿Qué ídolos guarda entonces?
-Me gustan los ídolos de carne y hueso. Es lo que le decía antes de la teoría del I+D+i, algo que pueda tocar. Si me pregunta, igual no le hablo de Teresa de Calcuta sino de alguien más cercano.
¿Y Zarra?
-¡Ay, el Athletic! Me ha gustado siempre. Cuando la fábrica estaba en Etxebarri, siempre que ganaba el Athletic ondeaba la bandera del equipo. Cafés el Abra siempre ha estado muy ligado al Athletic, de ahí el color rojiblanco de sus envases originales.
¿Cuando supo que no estaba llamado a ser ‘león’?
-Ja, ja, ja. Muy pronto. Jugaba de portero porque era el que menos se cansaba. Con eso le digo todo.
¿Hay una idea que valga una vida?
-Ni una sola. No se puede matar en nombre de nada ni de nadie.
¿Ha tenido una historia más complicada la mujer que el hombre?
-Sin dudarlo. No olvide que hasta el concilio de Trento a la mujer no le reconocían que tuviese alma. Y aún hoy, ahí tiene algunas ramas islamistas, cómo las tratan.
¿Usted tuvo mano con ellas?
-Ja, ja. Digamos que me he llevado bien con el género femenino.
El islam, decía. ¿Es hombre de fé?
-No. Soy de formación científica y fe y ciencia no combinan bien. Aunque creo que algo hay.
¿Amor o amistad?
-Creo en la amistad por encima del amor. Las mariposas en el estómago para toda la vida son muy incómodas. Incluso entre hombres y mujeres. La amistad es lo que nos queda después del amor.