Con orden y limpieza
Un grupo de cuatro inspectores se asegura cada feria de que los productos a la venta no supongan un riesgo sanitario para los compradores Las deficiencias registradas ayer carecían de importancia
Bilbao
MIREN, Carmen, Ibon e Iñaki madrugaron ayer de lo lindo. Para las siete y media de la mañana ya estaban pateando los puestos del mercado de Santo Tomás. No buscaban la mejor docena de puerros, catar un pedazo de queso de Idiazabal o desayunar fuerte escanciando sidra. No son compradores potenciales, aunque todos los productores, que a esa hora colocaban sus mejores viandas en el expositor, cuando les veían venir, les mostraban su mejor sonrisa. No es para menos teniendo en cuenta que casi todos les conocen de años anteriores y que de su visita depende el negocio de la jornada. Los cuatro conforman el grupo de inspectores del área municipal de Salud y Consumo, que ayer se encargó de que los 286 puestos que se desparramaban entre El Arenal y la Plaza Nueva ofrecieran sus productos sin riesgo sanitario alguno. Una labor que ayer fue sencilla ya que, aparte de retirar unos pocos kilos de caracoles silvestres -dos caseros los vendían pese a estar prohibido- y quitar algunas ramas de muérdago, las infracciones detectadas fueron leves.
Más ojos en las txosnas Las primeras horas de la jornada son intensas para los examinadores. Se dividen en dos parejas y recorren todos los puestos empezando por los más susceptibles de dar problemas, las txosnas. Un total de 21 mostradores de todo tamaño y condición, que ofrecen el tradicional talo con chorizo, bacon o morcilla acompañado de txakoli o sidra.
Miren Garai, la jefa del grupo, explica que "entramos dos por el lateral del puesto y mientras uno de nosotros examina las autorizaciones correspondientes, el otro pasa dentro e inspecciona ocularmente que todo se encuentre en su lugar y los alimentos estén en condiciones".
Cada txosna y cada puesto de venta de productos agrícolas tiene que contar antes de su apertura con una memoria sanitaria, en la que se concretan todos los preceptos que debe cumplir. La organización de BBK se encarga de que así sea y luego los inspectores controlan que lo que se detalla en los papeles se cumpla. Iñaki Jauregi, inspector veterinario y veterano también en estas lides, describe cómo se fijan en todo. "Miramos que la etiqueta de la harina con la que hacen los talos tenga todo en regla, pero también que los cuchillos que se usan estén limpios y que los que manejan la morcilla cuenten todos carné de manipulador de alimentos", describe.
Para las diez y media de la mañana ya se había cumplido la ronda y en el mapa de productores que llevan en su carpeta no se había puesto ninguna cruz roja negativa. Todos pueden vender sin problemas. Pero su trabajo no finaliza aún. Siguen patrullando y fijándose en algunos puestos de manera puntual siempre y cuando la marabunta de gente les deje observar desde fuera.
Ayer, el concejal de Salud y Consumo, Mariano Gómez, quiso inspeccionar a los inspectores. Todo con buen rollo, ya que el ahora político también es veterinario y más de una vez le ha tocado efectuar controles en su etapa profesional. "La calidad de los productos en este mercado ha mejorado mucho con el paso de los años", comenta Mariano Gómez dentro de la txosna Laskituerrota mientras de fondo media docena de mujeres no daba abasto en las dos planchas donde calentaban las obleas de talo.
El recorrido prosigue de El Arenal a la Plaza Nueva, donde para las doce de la mañana ya no cabía ni un alfiler. El único mostrador del mercado donde se venden animales vivos en la feria vuelve a ser revisado. Juan Zabala abre su puesto sin rubor, mientras decenas de personas se abalanzan sobre los bellos ejemplares de capones que vende. Miren explica que "un puesto como este tiene que estar separado de los que venden alimentos frescos, cada animal debe contar con una guía sanitaria y tiene alguna exigencia más que el resto de productos que se venden".
A Adela Andikoetxea, la eterna ganadora de premios por sus excelentes hortalizas producidas en Urduliz, también le toca otro repaso. Las etiquetas de unos botes de pimiento choricero, unas cajas con verduras depositadas en el suelo, las cestas del mostrador, en todo se fijan los inspectores. Adela comenta que "son estrictos" y se queja de que "no hemos podido poner todo como nos hubiera gustado, ya que hasta las ocho de la mañana no hemos tenido luz en el puesto".
El clima, influye Las temperaturas bajas que envolvieron ayer la feria agrícola hicieron también más fácil el trabajo de los inspectores municipales. "No es lo mismo vender productos comestibles con 4 o 5 grados que con 14 o 15. El calor influye a la hora de indicar a los productores si deben o no tener más cuidado con el mantenimiento de los alimentos al aire libre", apostilla la especialista.
Para la hora de comer, el trabajo de los examinadores ha concluido. Son conscientes de que el mercado sigue por la tarde y ya se dan casos en los que algunos aldeanos aprovechan para sacar de debajo del mostrador productos extras que quieren vender. Iñaki recuerda hace unos años cuando "estábamos tomando algo por la tarde y vimos cómo un puesto vendía productos caseros sin etiquetar y sin licencia. Llamamos a la Policía Municipal y desmontó inmediatamente el chiringuito".