Bilbao

EL Arctic Sunrise es una pequeña ONU". Así define Conrado García el barco de Greenpeace que estos días ha hecho escala en Bilbao. Él es uno de sus veintiséis tripulantes. Embarcó en Barcelona para sumarse a la campaña que el Arctic Sunrise está llevando a cabo en Europa en apoyo de la pesca sostenible. Conrado forma parte de esa "pequeña Naciones Unidas" que navega en un viejo rompehielos por los mares del mundo en defensa del Medio Ambiente. Y como en la ONU, en el barco conviven personas de diferentes nacionalidades. "Ahora creo que estamos de 20 países", dice Conrado. Pero eso no es ningún obstáculo ni para la comunicación, ya que todos hablan inglés, ni para la convivencia. "Es muy buena", dice el capitán Joel Stewart. Y como apunta Conrado: "El que haya tantas nacionalidades a bordo refleja la imagen de lo que es esta organización y el medio ambiente, que no conoce fronteras".

En el Arctic Sunrise no hay privilegios. Todo el mundo, salvo los que han estado de guardia, se tienen que levantar a las siete y media de la mañana. Tras media hora de desayuno y aseo, se dedican a limpiar el barco. Y aquí tampoco hay distinciones. "Da igual que seas ingeniero, periodista o biólogo, lo primero que te dan cuando llegas al barco es una fregona", cuenta Conrado. Tras los trabajos de limpieza, cada miembro de la tripulación realiza la función para la que ha sido elegido en la campaña, y a las doce del mediodía, la comida. "Estemos donde estemos, bien en tierra o en el mar, a esa hora se come". Lo mismo que la hora de la cena, seis de la tarde, que es sagrada. No hay toque de queda en el barco, "pero todo el mundo se retira temprano porque al día siguiente hay que madrugar", señala Conrado.

Trabajo La tripulación del Arctic Sunrise, como todos los barcos de Greenpeace, está compuesta por profesionales y voluntarios. Joel Stewart, por ejemplo, es uno de los profesionales del barco. Es el capitán. Nacido hace 58 años en Oregon (EE.UU.), lleva desde 1982 trabajando para Greenpeace. Por convicción, por supuesto. "Me encanta este trabajo", dice Joel, "porque siempre he sido un defensor del medio ambiente y la naturaleza". Cuando termine la campaña con el Arctic Sunrice, dentro de un mes en Londres, Joel se tomará un pequeño descanso antes de volver a embarcarse en el Rainbow Warrior, la joya de la corona de Greenpeace.

También disfruta tanto o más que Joel el primer oficial del barco. Se llama Ignacio Soaje, tiene 37 años y es de Buenos Aires. Pero Ignacio tiene su historia porque después de haber estado doce años en la Armada argentina decidió dar un giro a su vida para enrolarse en Greenpeace. "Me hice socio, solicité el trabajo y al cabo de un año me llamaron", cuenta. No se arrepiente de la decisión que tomó. "Me encanta lo que hago y cada vez estoy más concienciado con los problemas medioambientales", dice. Ha visto "impresionantes auroras boreales en el Ártico y maravillosas puestas de sol en el Pacífico". Por eso piensa seguir en el puente de mando del Arctic Sunrise. "un barco capaz de romper el hielo como si fuese una cuchilla", explica Ignacio. Sobre el barco, cuenta Conrado que "fue utilizado para la caza de focas, e incluso Greenpeace realizó acciones contra él en alguna ocasión". Pero lo curioso de la historia es que la organización ecologista adquirió la nave "utilizando un pequeña artimaña". Tuvieron que crear una empresa fantasma para comprarlo "porque si llegan a saber que era para Greenpeace no se lo hubieran vendido". El caso es que el Arctic Sunrise, construido en 1973, era una herramienta necesaria, al ser un rompehielos, para realizar campañas en zonas como el Ártico o la Antártida. Ahora, una vez concluida esta misión, entrará en el dique seco para someterse a una profunda remodelación.

Será el momento en que Pablo Acatoli, otro de los tripulantes del barco, vuelva a Buenos Aires. Pablo comenzó a colaborar con Greenpeace en 2009 en pequeñas acciones en Argentina y así hasta que este año le brindaron la posibilidad de unirse a la campaña europea de la pesca sostenible. No se lo pensó. Viajó hasta Grecia el pasado mes de abril para incorporarse a la tripulación del Arctic Sunrise. A pesar de las malas mares que tuvieron desde Gibraltar a Galicia, Pablo esta muy contento con la experiencia. "Me gusta mucho navegar y el ambiente que hay en el barco; la gente es macanuda", dice. Tanto es así que piensa enfocar su futuro a través de Greenpeace. "Estoy como voluntario, pero me gustaría trabajar fijo como marinero de cubierta", dice este "miembro de la ONU".