Bilbao. Laura nunca pensó que acabaría trabajando en una "historia tan interesante" como la que desarrolla la asociación La Posada de los Abrazos en Bilbao desde el año 2003. El pasaporte para entrar en el mundo de la cooperación y el voluntariado lo encontró definitivamente mientras compaginaba su trabajo como delineante con los estudios de Integración Social. Tras su paso por una ONG, en 2006 se involucró en La Posada que edificó la colombiana Luz Amparo.

¿Contenta con el premio?

Mucho. La verdad es que no lo esperábamos porque pensamos que el Premio Norte-Sur estaba más orientado al ámbito de la cooperación. Pero luego ya nos explicaron desde el Ayuntamiento que también reconoce la labor que se hace contra la injusticia social.

¿Qué supone este galardón para La Posada de los Abrazos?

Por un lado, el reconocimiento del trabajo que estamos realizando. Siempre está bien que desde una institución valoren lo que estás haciendo. Y por otra, la económica.

¿A cuánto asciende el premio ?

A 9.000 euros.

¿Qué van a hacer con el dinero?

Tenemos la idea de repartirlo, porque creemos que en estos momentos hay gente que le hace más falta que a nosotros.

¿Con quién lo van a compartir?

Todavía no lo sabemos, pero es probable que con asociaciones que no tienen convenios.

Pero ustedes se quedarán con algo, ¿o no?

Sí, claro. Nos quedaremos con una pequeña parte para el mantenimiento de los pisos; pero, como nosotras somos muy de reciclar, no necesitamos mucho presupuesto para mantenerlos.

¿De cuántos pisos disponen?

De dos. Uno en la calle Gimnasio y otro en Corazón de María. Los dos son de Viviendas Municipales y los tenemos en régimen de alquiler.

¿Y a cuántas personas tienen acogidas?

A 11 personas. En uno de los pisos viven tres mujeres y en el otro, cinco mujeres, de las cuales, tres viven con sus respectivos hijos.

¿Solo mujeres?

Sí. Actualmente solo tenemos mujeres alojadas en los pisos, porque son mucho más vulnerables que los hombres en la calle.

¿Siempre ha sido así?

No. Al principio, y durante años, vivieron hombres y mujeres en las cuatro viviendas que teníamos. Pero, a partir de 2010, vimos que había una demanda muy grande de mujeres solas con hijos pequeños. Nunca habíamos trabajado con menores, pero decidimos tirarnos a la piscina, y ahí estamos. Hacemos lo que podemos.

¿Cuál es el perfil de la mujer que vive en La Posada de los Abrazos?

La mayoría son extranjeras. De las ocho mujeres, solo dos son autóctonas. Normalmente vienen huyendo de situaciones de violencia en sus familias, pero la mayor dificultad que tienen es la económica. No llevan el tiempo suficiente en el padrón como para acceder a las ayudas sociales.

Ante esa situación, ¿qué es lo que hacen ustedes?

Les proporcionamos un espacio donde poder arrancar. Esta gente, que viene de todas las partes del mundo, no tiene el refugio que la mayoría de las personas tenemos aquí, en nuestras casas. No tienen ni amigos ni familiares para compartir sus angustias. Por eso, hay que empezar por darles seguridad y tranquilidad, para que luego puedan plantearse otras historias como encontrar ayudas o trabajo.

Además de facilitarse alojamiento, ¿qué otro tipo de ayuda les prestan?

Nosotros ofrecemos dos tipos de acompañamiento: el residencial, por el que les ofrecemos un espacio de vivienda, y el de realizar gestiones, como los trámites para el permiso de residencia o el de ir a Lanbide.

¿Existe algún límite de tiempo en la ocupación de la vivienda?

No.

¿Cuánto suele ser la estancia media?

Antes solía ser de un año, más o menos, porque las situaciones se resolvían en menos tiempo. El acceso a la RGI o a las prestaciones sociales era más rápido, pero ahora... No sabemos lo que va a pasar. Actualmente, el tiempo para acceder al padrón son tres años y pensamos que va a haber otro cambio por el que se va a quedar más gente fuera. Subsistir tres años sin una fuente de ingresos es muy complicado.

¿Tienen lista de espera para entrar en La Posada?

Sí. Tenemos un cuaderno en el que hay más de 90 personas.

Y solo tienen dos pisos. ¿No sienten impotencia?

No, porque nosotros tenemos la filosofía de que siempre se puede hacer algo por las personas. Si alguien viene pidiendo un espacio de vivienda y no se le podemos dar, le echamos un cable en lo que podamos, en buscar trabajo o en lo que sea.

¿Con la crisis han notado algún cambio en las personas que se acercan hasta La Posada en demanda de ayuda?

Sí. En los últimos dos años hemos visto a gente autóctona que ha tenido que cerrar el negocio o que ha perdido el empleo y han sido desahuciados. Esta es una lista que cada día es más grande.

¿Qué le pediría a las instituciones?

Yo les pediría más flexibilidad y que sean más ágiles a la hora de adaptarse a las necesidades. Ya sé que es difícil, pero a veces las instituciones mantienen unos perfiles muy cerrados para poder acceder a los servicios. A mí me gustaría que hubiese más recursos para los que están en la calle.

¿Cómo y cuándo surgió La Posada de los Abrazos?

En 2003. La idea salió de Cáritas al ver la gran cantidad de personas, más bien autóctonas, que se habían quedado fuera del entramado social. Entraron en contacto con Luz Amparo y fue ella la que se atrevió a ponerlo en marcha en la calle San Francisco.