Bilbao. Los martes y jueves por la tarde, Igor tiene una cita ineludible con el baloncesto. Esos dos días de la semana, en cuanto sale de clase del colegio público Tomás Camacho, en Irala, donde estudia Primaria, baja como una flecha hasta Miribilla para entrenar con sus compañeros de equipo. Igor tiene 13 años. Nació en Brasil, pero vive en Bilbao desde que comenzaron a salirle sus primeros dientes. Igor es uno de los 140 jóvenes que juegan a baloncesto y disfrutan de otras muchas actividades culturales y de ocio gracias a a la asociación Bakuva, una iniciativa integradora que lleva funcionando en Bilbao La Vieja desde hace cinco años y medio. Durante este tiempo se ha asentado un proyecto ideado por dos exalumnos de Jesuitas, Juan Garteiz y Juan Carlos Grijelmo, que intenta aunar el baloncesto, la cultura y los valores en uno de los barrios más castigados de Bilbao. Bakuva ha conseguido que el polideportivo del colegio Miribilla, donde entrenan todos los equipos, se convierta en una gran cancha multicultural.

Igor, Bryan, Gerardo, Antoni, Israel, Ayub, Julio César y el resto del grupo atienden las explicaciones técnicas de Cristina. Todos ellos forman parte del preinfantil, uno de los siete equipos que tiene Bakuva en la competición escolar. Es martes, y a Cristina Bilbao, que es la coordinadora de las actividades deportivas de la asociación, se le ha acumulado el trabajo. Va a tener que enlazar dos sesiones de entrenamiento, ya que el responsable del equipo preinfantil no va a poder acudir a la cita. Así que Cristina, una vez finalizada la sesión con los chicos, dirigirá el entrenamiento de su equipo, el cadete femenino. En una de las pausas, Cristina habla de su experiencia y sus inicios en Bakuva. "Se pusieron en contacto conmigo después de que Gorka Goikoetxea, un entrenador que tuve en el Loyola Indautxu les diera mi nombre a los promotores de Bakuva", recuerda. Y dieron su nombre porque Cristina cumplía como nadie con el perfil que buscaban. A pesar de que es joven, solo tiene 27 años, ha jugado toda su vida al baloncesto, y lo más importante, ha estado involucrada en el mundo del voluntariado, además de haber cursado los estudios universitarios necesarios para ser Educadora Social. Con ese currículum entró a formar parte del proyecto Bakuva desde el primer día, a principio de 2007. "Comenzamos a trabajar después de una Semana Santa con muy pocos niños", recuerda Cristina.

Habilidades El primer objetivo de la asociación fue darse a conocer. Y para ello funcionó muy bien el boca-oreja de los barrios donde iban a asentarse. Puestos de lleno en faena y sobre el terreno, es decir, en San Francisco, Zabala y Miribilla, comprobaron desde el principio, según relata Cristina, que "había niños muy deportistas, que estaban todo el día con el balón en la calle; aunque el baloncesto no lo conocían tanto". "Descubrimos que eran niños muy habilidosos para el deporte", recalca Cristina. Así que tras lanzar sus redes por Bilbao la Vieja, el curso 2007-2008 sacaron el primer equipo de baloncesto para participar en la competición escolar. "Empezamos con niños de 10 y 11 años", recuerda la coordinadora deportiva. Y a partir de ese momento fue creciendo el número de niños y niñas que se iba uniendo al proyecto de Bakuva. Así, hoy es el día que tienen un equipo junior que compite en categoría federada, otros siete equipos, masculinos y femeninos, que lo hacen en la liga escolar y una escuela de baloncesto, en donde se da cabida a los más pequeños, a partir de los 7 años, "para que se vayan familiarizando". Además tienen un equipo de futbito, que, debido a la demanda, podría desdoblarse la temporada que viene. En total, entre 130 y 150 niños y niñas entrenan semanalmente en los diferentes equipos. Pero no solo juegan al baloncesto o al fútbol. Bakuva está diseñado para que los niños y las niñas tengan apoyo escolar y puedan compaginar deporte y estudios. Sara Garteiz, directora de la asociación, explica que "mientras unos entrenan otros acuden a las instalaciones de la asociación para que hagan los deberes; unos lo hacen antes de entrenar y otros después". En la sede de Bakuva, a escasos metros del colegio Miribilla, una educadora social y un integrador social esperan a los niños y niñas para ayudarles en las tareas académicas.

Estudios Todos los chicos y chicas que acuden a Bakuva estudian, pero todos no juegan al baloncesto o al fútbol. "Hay niños", señala Cristina, "que participan en nuestras actividades de apoyo escolar, pero no practican deporte porque no les gusta". Sin embargo, la gran mayoría se desvive por el baloncesto. Como Silvia, por ejemplo, una joven de 16 años de Guinea Ecuatorial que dice que es "supermegahiper" lo que hace en Bakuva. Silvia forma parte del equipo cadete femenino, que es un crisol de culturas. Sus jugadoras proceden de Senegal, Colombia, Paraguay, Marruecos, Bolivia, Brasil y, por supuesto, Guinea Ecuatorial, que son mayoría. Entre ellas no tienen ningún problema intercultural, lo mismo que en el resto de los equipos, donde sus integrantes proceden de diferentes países. "El tema de las culturas ni se comenta entre ellos", dice Cristina, "lo asumen con naturalidad". "Además", señala Sara, "enseguida aprenden el idioma, porque son como esponjas".

Hábitos Además de enseñar tácticas, Cristina y Sara tienen un cometido mucho más complicado con toda esa tropa multicolor. "Como educadores sociales", dice Cristina, "debemos mediar para que los niños y las niñas adquieran hábitos que a nosotros nos parecen normales". Por ejemplo, tanto Cristina como Sara hacen hincapié desde el principio en que "algo tan sencillo como venir a entrenar a la hora o traer ropa deportiva no se les olvide". Reconocen que hay niños a los que les ha costado "entrar en esa disciplina". Por eso, para el trabajo que desempeñan Cristina y Sara, "hay que saber de baloncesto, pero sobre todo tener mucha paciencia". Aun así, las dos están muy contentas porque "nos encantan los niños y el deporte". Además, realizan una labor de integración sobre la base de los valores y la cultura.