Bilbao. Besarse bajo un ramo de muérdago es mucho más que el gesto pícaro de una pareja en Santo Tomás. Julen y Ana lo hicieron en pleno Arenal bilbaino como ejemplo de una tradición que se remonta a la Edad Media y que sigue manteniéndose en Euskadi cada vez con más fuerza. Y es que esta planta, considerada mágica por los sacerdotes celtas, está muy relacionada con la Navidad, con la buena suerte, el amor e incluso con la fertilidad. "A mi edad, lo del embarazo va a ser que no, pero yo lo que quiero es la buena suerte para 2013, que falta nos hace", indica Ana Belén de Algorta. "En cuanto llegue a casa, la voy a colgar en la lámpara de la entrada", explica con la esperanzada de que el año nuevo sea por lo menos igual a 2012.

La costumbre recoge que las ramitas se deben colocar en las entradas de las casas, y como este es el lugar de intercambio de besos con las visitas que llegan, de ahí viene la vinculación entre el beso y el muérdago. "Las personas asocian esta planta con la costumbre navideña de besarse debajo de ella para conseguir amor eterno y empezar el año con buen pie", relata Itziar que, acompañada de su amiga Marta, se llevaba un buen ramo de muérdago y un pan de caserío. "De momento, no he comprado nada más, pero seguro que caerá algo. Siempre termino picando", reconocía esta mujer de Bilbao.

Entre quesos, pastel vasco, miel, pimientos y alubias colgaban de los puestos de la feria de Bilbao ramos y ramos de muérdago, porque es, curiosamente, junto con el talo con chorizo, el producto más demandado ese día. "En los últimos años, no sé si por la crisis, cada vez piden más muérdago", asegura Mari Tere, una de las vendedoras. Tanto éxito tiene que hay puestos en los que se agotan los ramos que se ponen a la venta a un precio de 3 euros. "No es barato, pero todo sea por las antiguas tradiciones que suelen tener mucho de cierto", afirmaba Jon Ander, que compró alubia tolosana y unos chorizos para preparar una buena alubiada con la familia.

Marisol y Juani, dos amigas de Portugalete, hicieron la primera parada en el puesto de rosquillas. "Me encantan las rosquillas, es una tradición y, si no estoy enferma, no falto", comentaba Marisol.

A Juani le gusta más el pastel vasco y, por eso, iba a ser la segunda parada para estas dos mujeres portugalujas. "Después de comprar los dulces nos iremos a comer el talo con chorizo, que también es tradición en este día de Santo Tomás", relataban las amigas, que habían cogido el metro a las once de la mañana.

Maitane, de Santutxu, compraba un par de tarros de miel en el puesto de Idoia de Bakio, instalado en la Plaza Nueva. "La miel es muy buena. Todas las mañana, una cucharada y te despides de los catarros por una temporada. Aprovecho este tipo de ferias para comprar miel porque hay de muy buena calidad", afirmaba Maitane.

Asiduos a las ferias Lo cierto es que las ferias se convierten para muchas personas en el perfecto escaparate para hallar esos productos de calidad con los que darse un buen homenaje. De eso saben mucho Iñaki y Begoña, un matrimonio de Bilbao que no falta a ninguna cita del agro vasco. "Hemos comprado txakoli y anchoas de Urdaibai", relataba Begoña. Este matrimonio asiduo a las ferias se ha hecho amigo de numerosos baserritarras y vendedores que con sus productos recorren la geografía vizcaina. "Ya nos hemos despedido hasta la próxima cita que será en enero, en San Antontxu", explicaba Iñaki. No les importa madrugar para ver todos los puestos sin empujones y sin el barullo de la gente que se agolpa a partir del mediodía. "Nosotros vamos temprano para ver lo que hay y comprar antes de que se empiece a llenar", dice Iñaki, al que ya se le hacía la boca agua solo de pensar en la porrusalda que le iba a preparar su mujer Begoña. "Hemos comprado también calabaza y pimientos", mostraban las bolsas con los productos.

"La calidad de los productos que se venden en las ferias es muy buena. La gente dice que los precios son caros, pero a mí, personalmente, no me lo parecen. Hay que tener en cuenta que los baserritarras madrugan para poder montar sus puestos. El trabajo empieza el día anterior, no es solo la venta", reconoce Iñaki el esfuerzo de los vendedores que ayer hicieron posible la feria de Santo Tomás.

El ir y venir de clientes fue una constante en los alrededores de El Arenal bilbaino. María Luisa hacía cola en el puesto del pastel vasco. "Parece que regalan", apuntaba la mujer que quería llevarse uno postre para el desayuno de hoy. También fueron numerosos los que aprovecharon la feria de ayer para comprar queso y sidra. "A ama le encanta y le voy a regalar un queso para Olen-tzero", decía Álvaro, que se había acercado a la feria con sus amigos de Mungia. Sobre las 13.00 horas, una molesta lluvia hacía presencia. Sin embargo, la fiesta y las compras continuaron. Un día es un día.

"No me importa, me he traído el chubasquero del Athletic y listo", explicaba Jon Ander mientras compraba unas morcillas de un caserío de Durango. "El año pasado le compré al mismo y estaban riquísimas", recordaba. "Espero que este año le hayan salido tan buenas". Entre empujones, pisotones, paraguas y olor a chorizo se desarrolló ayer una intensa jornada de compras. Una cita ineludible para los millones de usuarios que, además de comer su talo con chorizo, aprovechan la feria para llevarse lo mejor del agro vasco. Santo Tomás es, sin duda, una de esas citas a las que vas y picas: "No iba a gastar nada y mira, llevo de todo: pan, queso, costilla, txakoli y muérdago para la suerte", concluye Rosa, de Santutxu.