Rafael Sarría: "El 'yo' está condenado con un buen equipo"
Bilbao. Sentado en la terraza del Gran Hotel de Portugalete, escudriña el paso de la gente, el tráfico de barcos, el soplo de los vientos... El movimiento es, si se mira tras las gafas de la metáfora, una de las grandes pasiones de Rafael Sarria, un hombre que cree antes en el nosotros que en el yo; en la fuerza de la convicción que en la convicción a la fuerza. Rafael, el niño que se crió en el caserío Sutzus, es hoy un hombre marcado por el destino. Su nombre está ligado a alguno de los hitos de esta tierra, desde el Puente Vizcaya al Metro Bilbao. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. O el vino, cuando lo consagran.
Perdone si digo Puente Colgante en lugar de Puente Vizcaya. ¿Peco?
¡Qué va! No es un puente colgante, sino transbordador, pero hay que respetar la vox pópuli. A mí me da igual cómo se llame.
Mientras, supongo, no se olvide que es Patrimonio Industrial de la Humanidad.
Eso es. Fue reconocido como un ingenio del hombre que mantiene la función para la que fue creado y que está integrado en la sociedad. Mientras no pierda esas características, que cada cuál le llame como quiera.
Una obra hecha con cabeza que toca el corazón de los hombres... ¿Qué pesa más, la razón o los impulsos?
Tienen que ir juntos. Profesionalmente, no soy ni obediente ni sumiso, pero creo con firmeza en los equipos que combinen las dos facetas. Con el tiempo me he especializado en esa gestión de grupos.
¡Un hombre de látigo!
¡Ni hablar! La autoridad no funciona. Creo en el liderazgo, de convencer desde el respeto, el compromiso y la humildad. El yo y el mí están condenados ante los equipos.
Perdón, pero hay gente con cerebro privilegiado que...
¡Nada! Cuando me encuentro con un propietario del conocimiento siempre pienso lo mismo: cuando muera, ese conocimiento muere con él. Hay otra fórmula mejor.
Desarróllela, por favor.
Cuando en un equipo hay un elemento débil, entre todos le refuerzan. Tampoco creo en las estrellas sino en el trabajo y el compromiso, sin renunciar, por supuesto, a tus capacidades; poniéndolas al servicio del objetivo. Da resultado.
Hay quien dice que se ha perdido la fidelidad a la 'empresa de toda la vida'.
Yo huyo de las lealtades personales, salvo en el caso de la familia y los amigos, que son quienes te forjan.
¿Ha predicado con ese ejemplo?
Entré en La Naval con 16 años y un buen día dije en casa: "Me voy de la empresa, esto no tiene futuro". Mi padre llevaba 40 años allí y estuvo un año sin hablarme, solo de usted.
¿Tan duro era aquello?
Sigo diciendo que fue mi mejor universidad y que yo soy un constructor de motores frustrado, aunque toda mi vida profesional la he dedicado al transporte.
¿Con qué soñaba, entonces...?
Con ser bombero. Con seis años desaparecí y estaba escondido en la cabina de un camión de bombero. Por algo me llamaban trapasegi...
Pronto al tajo.
Así es. Había necesidad en casa y con 16 años entré en La Naval. Trabajaba y estudiaba, desde las cinco de la mañana hasta las 12 de la noche.
¿Dónde quedaba la juventud?
Había que organizarse. Trabajábamos, sí; pero también formamos un grupo de dantzas y nos echábamos novias. Yo pesaba 59 kilos y me comía el mundo.
¿Dantzas, ha dicho? En aquella época no sería algo cómodo...
Había un comandante en jefe que... Estuve tres días en La Salve. Dejémoslo en que aún me duele cuando cambia el tiempo. Ahora lo cuentas y te dicen, ¡bah!, otra batallita.
Así que cuando oye decir que la juventud de hoy lo tiene duro...
Es diferente, desde luego. Pero lo tienen difícil y muy complejo. Se tienen que preparar para salir a hacer mundo. Ya no vale solo con prepararse profesionalmente.
¡Fuga de cerebros!
En Euskadi hay en marcha iniciativas muy positivas para recuperar eso. Tenemos gran capacidad empresarial, pero el mercado manda y está fuera. Aquí preparamos bien, pero el know how profesional se desarrolla fuera. Hace cinco o seis años la situación no era así.
¿Qué pasó entonces?
El que dé con esa piedra filosofal es el siguiente a Pitágoras.
Usted tendrá una teoría...
En la humanidad predomina el yo, el mí. ¿Qué tenemos? Una pérdida de valores. No hay respeto, no hay compromiso.
Mucha gente parecida...
Es como la moda. Y yo soy antimoda. Soy desobediente por naturaleza.
Mal asunto para convivir con una mujer...
Hay que ser inteligente para eso. Llevo 39 años casado más diez de IVA, de noviazgo. Nos conocimos en la parroquia de Portugalete y yo todavía tenía flequillo, no crea... Mal profesional sería si no supiese qué hacer. El primer negocio que ha de salir adelante es la familia.
Aunque haya hijos que...
Oí a un filósofo catalán decir que el hijo no es un amigo.
¡Y padres descarriados!
Sí, que están de jota. Subyace el egoísmo y se dice: que lo eduquen en el colegio. El colegio enseña.
Hablaba antes de la parroquia, ¿qué papel juega la religión en su vida?
Somos católicos aunque no suficientemente practicantes. Creo en el concepto religioso pero no en su estructura, soy más de la Teología de la Liberación. Tuve la suerte de conocer a Ellacuría y a Jon Sobrino y me ganaron.
¿El Athletic es la religión del vizcaino?
No entiendo de fútbol, pero que al Athletic no me lo toque ni Blas. Aunque de fútbol y de mujeres creo que no entiende nadie.
Cuando ve que no todos los jugadores tienen el mismo compromiso...
Es predicar en el desierto pero no por eso hay que dejar de predicar. Cuando nos falten los referentes estaremos perdidos.
Hablaba de las mujeres...
Un amigo mío dice: mira si son complicadas que no traen ni libro de instrucciones.
Siente nostalgia de...
La nostalgia solo es buena si sirve para modificar actitudes. Miente quien dice que no comete errores y conviene mirar atrás para no repetir los mismos.
¿Cree en la suerte?
Ni en la buena, ni en la mala. Sí creo en que hay que estar en el andén cuando pasa el tren.
¿Usted lo estaba cuando llegó la llamada del puente?
Me llamó Josu Bergara, un buen amigo. Y me dijo que había un empresario que quería hablar conmigo. Era Javier Cardenal. Me habló del proyecto...
¿Y?
¡Como el pez que muerde la carnada! Cuando quise darme cuenta, ya estaba moviéndome de aquí para allá, porque tenían un proyecto que era una barbaridad.
De aquellos años se queda con...
Todo el proceso. De 2002 a 2006 viví cuatro años fabulosos. Aprendí qué había y, sobre todo, qué no había que hacer.
Me dirá que usted era de los que creyó en el metro a la primera...
Estaba en el Bizkai y llegó Alberto hablando del Guggenheim, del metro... Le pregunté, ¿metro en Bilbao, con toda la Margen Izquierda jodida...? A buena hora me equivoqué. Hay que tener humildad para reconocer los errores.
Durante su mandato, el metro se mantuvo impecable.
El milagro fue establecer prioridades. No fue una casualidad elegir a Ghery, a Foster... Marcabas un elemento diferenciador que elevaba la autoestima del ciudadano. En una conferencia oí al director del metro de París decir que un ambiente de suciedad implica una sensación de inquietud e invita a comportamientos que pueden convertirse en delito. E hice la frase mía.
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