Bilbao. A Francisco de Larracoechea -"el apellido lleva escribiéndose así más de cien años y no me veo con legitimado para cambiarlo dentro de la familia", dice...- le gusta un chiste. "Un día Botín llegaba a la sede oficial del Banco Santander. Un pobre pedía en la puerta: 'una limosna, una limosna por caridad' y Botín hacía oídos sordos. De repente, el pobre dijo: 'una limosna, por amor de Dios'. Entonces Botín se dio la vuelta y dijo. "¡Ah, trae recomendación y avales! Entonces, tome". La humorada refleja, se verá en la conversación, la imagen que él extrae del espejo de la vida, donde lo mismo se cruzan la revolución tecnológica - "Internet nos va a comer por las patas..."- que la social, "porque la gente tiene un límite y las desgracias parece ser que no..."

Cierre los ojos y evoque la primera historia del Casco Viejo que le venga a la cabeza...

Tiene que ver con el valor de la palabra y la integridad, algo que se ha perdido. Hoy en día das tu palabra y te piden un aval, no te creen.

Cierre los ojos, por favor

¡Voy, voy! El dueño de un local lo tenía alquilado al Perro Chico, aquel que tantos años estuvo con la Torre Eiffel en el escaparate. Un día entró en el comercio y dijo: dame unos juguetes, pero de los buenos, que son para mí. El comerciante se agarró un globo de aúpa, diciéndole que todos sus juguetes era buenos y que se quedase con el local, que se iba. ¡Y se fue!

¿¡Ay de aquel Bilbao elegante! o no es para tanto la transformación?

¡Ay, ay! A los 14 años yo venía del colegio y me ponía a trabajar en la tienda. Bilbao era elegantísimo.

¿Era?

He visto a gente en la opera con pantalón corto, camiseta y chanclas.

¡Delito!

No, delito no. Peor yo tampoco voy de traje y corbata a la playa. Hay cosas que hacen daño a los ojos.

¡Libertad al vestir!

Hay que tener un poco de vergüenza ajena. La juventud puede ponerse lo que quiera, todo le sienta bien. Pero no todos somos juventud.

¿Cuesta amoldarse a la realidad, cuando aúlla el lobo de la crisis?

Cuesta. El problema es la falta de consumo. La gente ya no compra las cosas para toda la vida sino para que duren un mes. Y si al mes siguiente no tienen, no compran.

¿Hay sequía de consumidores?

Cuando llegó el euro el café de 100 pelas pasó a costar 166 y se dio por bueno. Seguimos. Pero hoy pintan bastos.

¡El dinero crecía por las esquinas!

Eso parecía. Empezamos a vivir por encima de nuestras posibilidades. Firmábamos cualquier cosa era eterna. Y lo peor fue que también los bancos lo pensaron.

Un poco de ciencia económica: pongamos una fecha de despegue a la crisis de hoy

No soy un experto, pero yo creo que esto proviene de la época de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Desde que los americanos empiezan a pensar en la venta de pisos como alternativa al alquiler cambiaron las reglas del mercado.

Parece mentira que no viésemos al lobo...

Cuando Lehman brothers cayó debimos suponer que venían tiempos duros, pero seguimos. Así que nos pilló la crisis cargados de créditos e hipotecas.

Tengamos la crisis en paz.

Espere, espere un poco. Se han hecho obras faraónicas e incomprensibles; aeropuertos sin aviones, y cosas así. Ahora vemos mucho imputado y mucho investigado, incluso algunos en la cárcel. Piden perdón pero nadie devuelve el dinero. Parece que se esfuma.

Volvamos a la infancia: catorce años y dinero en el bolsillo...

No crea que tanto, venir a trabajar cuando mis amigos tenían vacaciones era una faena, sobre todo al principio. Pero a todo se acostumbra uno y busca la manera de ser feliz.

¿Y usted lo fue?

Sí. Hacíamos deporte, íbamos al cine, bailábamos con chicas... Eso sí, llegar a las tres de la mañana a casa ya era un alarde.

¡Bailábamos con chicas!

Ya sé, ya. Eso del milagro que tanto se dice es, en parte verdad. Lo que en verdad prima en los recuerdos son las risas. Nos reíamos mucho.

Recuerde aquel día que...

Que fuimos al cine Abando, en Hurtado de Amezaga. Estábamos arriba, en un banco corrido. Comenzamos a bambolearlo y... ¡zas! cayó al piso inferior. El impacto fue terrible y me acuerdo aún de un acomodador, Tarzán, que nos persiguió un buen tiempo.

El cine como una de sus pasiones, supongo...

Así es. Y con los medios de hoy en día los efectos especiales son magníficos.

¿La tecnología lidera la revolución de nuestra época?

La revolución de nuestro tiempo es el teléfono móvil. Además de estar enganchados estamos controlados, al igual que sucede con Internet, que nos va a comer por las patas. La red nos ha pescado. Tiene cosas muy buenas, pero me asusta lo localizados que estamos. Y luego ponemos el grito en el cielo por cuatro cámaras en la calle... ¡Increíble!

La máquina sobre el hombre, ¿qué esperanzas le quedan a las revoluciones sociales?

Ya estamos en un principio de revolución social. Ahí tiene al 15-M. Con tanta juventud en paro y tan menguantes expectativas no veo otra salida. Lo malo es que tampoco tengo mucha fe en esa.

¿Qué hacer, entonces?

Yo creo que estamos en el inicio de algo gordo. La falta de dinero nos lleva hacia el conflicto social grave.

¿Pagará la inmigración nuestras pensiones?

No, no. ¡Qué va! Se forman una suerte de ghettos. ¿Usted a visto a muchos chinos contratar a alguien de aquí? Entre ellos se lo guisan y se lo comen.

Hablaba de internet, ¿son las redes sociales el nuevo punto de encuentro?

En la red hay más libertad y a la vez se limita el poder de los medios de comunicación. Twitter, por ejemplo, es uno de los mejores ejércitos en la lucha a favor de la libertad. Ahí tenemos los ejemplos de las atrocidades que han salido a la luz en oscuras dictaduras.

¿Me está diciendo que con un teléfono móvil Franco hubiese durado menos?

No. Ahí siguen los problemas en Egipto, por ejemplo. Pero se hubiese sabido más. Para derrocar a un dictador tiene que haber intereses internacionales. Como en Libia, por ejemplo.

Hablando de Franco, ¿cómo lo ven 'incrustado' en una máquina de Coca Cola?

La gente busca llamar la atención a cualquier precio. Podían haber puesto a Hitler o a cualquier otro.

¿Eso es arte?

No. Es un camino atípico para llegar al éxito. Así lo veo yo.

Un éxito fue la gestión para salir a flote de las inundaciones del 83...

Yo era uno de tantos damnificados. Mientras en el centro de Bilbao apenas había destrozos, en el Casco Viejo todo parecía un ghetto.

¿Qué hizo cuando vio el desastre?

Recuerdo que el primer día bajé y me encontré con el padre de Eusebio Melero. Nos abrazamos y rompimos a llorar. A partir de ahí, nos pusimos manos a la obra.

Poco después los comerciantes le dieron su confianza...

No podía decir que no. Cuando vi el desastre me acuerdo que dije: el Casco Viejo tiene forma de corazón y ha sufrido un infarto, pero se saldrá de ésta.

¡No había otra!

Nuestro porvenir estaba aquí aunque hubo un cierto caos. Nos precipitamos a la hora de la recuperación, queríamos correr demasiado, abrir cuanto antes. El cineasta Pedro Olea rodó una película, Bihotz Bihotzez, fabulosa.

¿Cómo corrigieron esa precipitación?

Al de una semana de concedernos créditos muy blandos, pedí un aplazamiento de los pagos. Me miraron como si estuviera loco, pero era la única salida. Y nos lo concedieron.

Como desahogo de tanto trajín, la música como bálsamo, supongo...

Me ha gustado siempre. Y por encima de todas, la ópera.

¿Zarra o Pavarotti: qué hubiese querido ser?

Amo al Athletic desde niño. Me acuerdo de mi primera vez...

¡Oiga, oiga!

En San Mamés, quiero decir.

¡Aaaahhhh!

Fui con mi padre y me emperré en tomar una Coca Cola en el campo. Mi padre me dijo que no y yo, dale que te pego. Así hasta que me mandó para casa sin ver el partido. ¡Como para olvidarme! Pero si tengo que elegir, el don que me hubiese pedido es el de tener una gran voz. Es algo muy hermoso.

¿Qué tiene la ópera que no tiene el rock?

Melodía, una música fabulosa, y, sobre todo, las mejores voces y una capacidad para despertarte la imaginación. Te tienes que creer a un tío gordo que canta con una voz prodigiosa y que dice ser Romeo. Pero el rock también me gusta.

Desde el sillón de mando de la ABAO habrá visto...

¡Uy, miles de cosas! Son divos y divas. Había una soprano que cantaba parecido a María Callas. Vino a Bilbao y pidió el teatro a 27º. Unos minutos después, llamo alterada... ¡Estaba a 28º! Nos volvió locos.

¿Alguna bella historia que lo contrarreste?

Estaba el lehendakari Ibarretxe en el teatro. De repente, el barítono de Rigoletto se quedó sin voz y hubo que parar. En el palco estaba el barítono de la ópera que debía cantarse unos días después. Rigoletto se la saben casi todos, así que bajó, se puso una capa y seguimos.

¡Bravo! ¿A quien más se lo gritamos?

Pavarotti ha tenido la mejor voz que yo haya escuchado jamás.

El famoso 'concierto de San Mamés'... ¡ejem!

La ABAO colaboró en las gestiones. Me pareció una buena idea. Y aunque los resultados musicales no fuesen excelentes, mucha gente recuerda aquel concierto con agrado.

Hagamos memoria:Adiós a las armas

Corresponden a otra época. El pasado ya no hay quien lo mueva, pero hay que exigir a los políticos que estén a la altura del presente.

¿Y lo están?

Ni hablar. No creo en ellos. Hace cuatro días, Rajoy hizo un discurso durísimo contra Sortu. Llegó al poder y su tono ya es otro. No creo en los políticos como no creo en la política, que me ha desengañado.

¿Cuestión de fe?

Soy católico, pero lo mejor de la religión es la idea, lo que expresa. Los sacerdotes son humanos y me entristecen los casos de pederastia, el tema de Irlanda, las guerras internas del Vaticano. Hay que quedarse con el contenido, con la idea.