Bilbao
cuando alguien lleva cuarenta años viviendo en el mismo lugar hay pocas cosas que puedan sorprenderle. Sin embargo, esta vez, Enrique Domínguez no ha tenido más remedio que admitir que sí se ha sorprendido. Enrique es vecino de Monte Caramelo, tiene casi 80 años y nunca pensó que vería el barrio tal y como luce ahora. Espléndido. Renovado. Renacido como un Ave Fénix. Esa zona de la ladera de la villa se ha sometido a una completa cirugía urbana a manos del Ayuntamiento. "Está realmente cambiado, una maravilla", dice recorriendo de un vistazo las calles, recién rehabilitadas. "La transformación es tremenda", observa.
Enrique aún recuerda el día que llegó al barrio, allá por la década de los setenta. Por aquel entonces, Monte Caramelo era un barrio joven, con poco más de diez años. Enrique, uno de los más veteranos allí, compartía acera con muchos extremeños que habían viajado hasta la villa atraídos por el brillo de la industria vizcaina. Cuando la noche caía en la ladera, los vecinos se enfundaban el buzo y construían sus propias casas. De la noche a la mañana. Con pocos conocimientos de albañilería pero mucha ilusión. Así nació, desordenado y sin planificación, Monte Caramelo. "No teníamos ni agua", recuerda Enrique. "Dejábamos conectada una manguera a la fuente para poder llenar varios bidones y al menos tener agua para asearnos", cuenta echando la vista atrás.
Eso ya forma parte del pasado; de una historia que se no borrará nunca de la memoria del veterano, que no imagina su vida fuera del escaso kilómetro cuadrado que ocupa el barrio. "Y menos ahora, tal y como nos han dejado las calles", afirma. Y es que la mano de obra vecinal le había pasado factura. Las empinadas y estrechas calles de Monte Caramelo se encontraban dañadas por el paso de los años, llenas de grietas y baches, al igual que las escaleras que habían construido para salvar el desnivel.
"Además, estaban todos los cables por el suelo, de mala manera", describe Enrique, que ha visto con sus propios ojos cómo el barrio ha ido evolucionando hasta el día de hoy. "La última reforma es impresionante", apunta Jesús, otro vecino de Monte Caramelo, apuntándose a la conversación.
Jesús lleva 30 años viviendo en el que consideran uno de los balcones de Bilbao, desde donde la villa se erige poderosa con la silueta de la Torre Iberdrola marcando el ritmo. "Ha cambiado totalmente", cuenta. La fotografía que ve cada mañana al levantar la persiana le resulta desconocida, pero muy satisfactoria. "Los muros, las aceras, los desagües del agua, las farolas, los césped, los parques para los niños... Todo está que da gusto verlo", exclama.
Obras difíciles
Un resultado muy positivo
Lejos les quedan ya, para ambos vecinos, el periodo de obras, en las que los operarios municipales han tenido que echar mano del pico y la pala. "Ha sido un trabajo muy duro", reconocía el alcalde, Iñaki Azkuna, el día que dio por concluida la reforma del barrio. "Las obras, ya sean en casa o fuera, siempre se viven mal, con quebraderos de cabeza, molestias... pero el resultado es muy positivo", cuenta Jaione, nuera de Jesús.
Los poco más de 100 vecinos han sido, durante todo este tiempo, testigos de la dificultad que recuperar su barrio suponía. "Nunca pensábamos que iba a llegar este momento", se sincera Mila Rico, que ha sido partícipe en todo el proceso llevado a cabo con el Ayuntamiento bilbaino. "Nos ha cambiado la calidad de vida a todos", afirma a las afueras del bar Casal, el único del barrio.
Y no es para menos. Gracias a la reforma, Monte Caramelo ha podido subirse al carro de las nuevas tecnologías. La fibra óptica ha llegado hasta la ladera, así como la red de gas natural. Aunque eso de la tecnología no le preocupa tanto a Enrique. Para él, como para muchos de los mayores del barrio, existía otra prioridad: mejorar los accesos para los vehículos de emergencia.
"Hace unos días a un vecino le dio una trombosis y necesitó atención médica de urgencia. La ambulancia pudo subir hasta la puerta de su casa y trasladarse hasta el hospital sin problemas. Eso antes era imposible", relata Rico. "Es una satisfacción saber que podemos estar preparados para cualquier emergencia", se alegra, aún estremecida por el suceso.
Y es que Monte Caramelo es una gran familia. "Todos nos conocemos aquí", cuenta Ildara, asomada a la ventana de su casa. El espíritu de pueblo se pasea entre sus calles, donde ahora, los más mayores pasean con tranquilidad, los pequeños corretean en el parque de columpios y los jóvenes se acercan hasta el bar para ponerse al día en cotilleos y deportes. "Aquí estoy encantada. Me gusta mucho la tranquilidad que se respira aquí", añade Ildara, mientras su chimenea desprende un agradable aroma a madera quemada. El olor de Monte Caramelo.
Cambio de imagen
Pavimento anti resbalones
Poner patas arriba el barrio ha merecido la pena. A Enrique no le cabe la menor duda. El Ayuntamiento, tras recibir la concesión de los vecinos y con un presupuesto de 2,2 millones de euros, ha soterrado todo el cableado eléctrico, renovado por completo la red de saneamiento, acondicionado las escaleras que construyeron los propios vecinos, mejorado los caminos, creado plazas de esparcimiento y pavimentado los caminos de tierra con firme de mortero impreso; un material preparado para soportar las duras condiciones climatológicas de la zona, que han revestido con una patina antideslizante para evitar resbalones. "Seguro que ahora que está más bonito suben más personas a conocernos", sueña Enrique. "Está todo muy decente, muy curioso, ¿verdad?", pregunta caminando apoyado en su bastón. "Ahora solo falta que llegue el autobús hasta aquí arriba". Para eso, tendrán que esperar un poco más. Es la segunda fase del plan de reforma. Entonces, la sorpresa de Enrique ya será redonda.