Otra historia para regalar
El vaso de txikito se incorpora a la oferta de souvenirs para los turistas de Bilbao
Bilbao
la baldosa de Bilbao, el puppy, los bilbainitos... son elementos típicos de l botxo que se pueden regalar en forma de llavero, de perfume o de chocolate. A estos souvenirs se suma ahora el peculiar vaso de txikito. La nueva versión del clásico vaso, con el que los txikiteros hacían la ronda por las calles del Casco Viejo, aspira a convertirse en el nuevo símbolo de Bilbao.
El pack txikito se vende en centros comerciales, en museos y triunfa como regalo institucional. "El alcalde de Seúl se llevó unos cuantos como recuerdo de la visita que nos hizo a finales del mes pasado, y estamos negociando con diferentes instituciones para que den a conocer el vaso de txikito a las delegaciones internacionales que vengan a Bilbao", dice David Tazueco, uno de los creadores de el pack, que incluye una botella de vino y un dossier que resume la historia del txikito.
Cada recipiente se fabrica artesanalmente en una prensa de Barcelona igual que se hacía en 1917. Sólo tiene capacidad para siete centilitros y pesa más de 620 gramos, por lo que no resulta funcional para los hosteleros. El objetivo de Tazueco es dar a conocer a los más jóvenes y al mundo entero cómo bebían los antiguos txikiteros "para recuperar una de las tradiciones más conocidas de Bilbao".
Lo más llamativo de este vaso es el tamaño de su fondo. "Cuatro quintas partes son culo, por eso pesa tanto", comenta Tazueco. "Caben siete centilitros, apenas dos sorbos. Los antiguos txikiteros iban de bar en bar tomando vinos y llegaban a casa contentillos, pero nunca borrachos", apunta.
Cuenta la leyenda que los primeros vasos de txikito eran los farolillos que alumbraban las calles durante una visita a Bilbao de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. Su escasa capacidad y su homogeneidad animó a los hosteleros de comienzos de siglo a cambiar la cera de las velas por vino, con el fin de establecer una cantidad de tinto común a cada txikito en todos los bares de la ciudad. La idea resultó un éxito, sobre todo entre las cuadrillas, que veían en el nuevo recipiente un aliado a la hora de hacer su ronda. "Aquellos farolillos eran muy pesados y al txikitero no le temblaba el pulso a la hora de sostener el vaso. Podía estar bebiendo el décimo txikito, cantando y moviéndose, pero su mano seguía inmóvil y no derramaba ni una gota", explica Tazueco.
Otra característica del vaso es el grosor de su borde. Este tipo de recipientes se caracterizan por poseer un canto mucho más grueso que el resto, lo que también favorece el estado de sobriedad del txikitero porque "entra en la boca mucho menos líquido en cada sorbo". "Así se camufla el mal sabor del tinto barato tan típico de los txikitos", asegura el creador del vaso.
El arte del txikiteo, característico del botxo, se está perdiendo. Los bares del Casco Viejo ofrecen ahora otro tipo de bebidas más sofisticadas y adecuadas a los gustos de los turistas. "Algunos visitantes han oído hablar del txikito, pero no saben en qué consiste en realidad; algo parecido pasa con los más jóvenes. Queremos hacer de este producto un símbolo de la ciudad, pensado para el que quiera llevarse un recuerdo chulo de aquí", explica Tazueco.
Los turistas tendrán ahora más problemas a la hora de escoger su souvenir. Pese a la tradición que representa el vaso de txikito, de momento la baldosa de Bilbao sigue siendo la reina en las tiendas de recuerdos. A Jon Corrales, que patentó el diseño de objetos con la forma de la baldosa de Bilbao hace más de 10 años, no le asusta su nuevo competidor. "Me costó mucho introducir la roseta en el mercado, al principio nadie relacionaba la baldosa con la ciudad", explica el dueño de Creaciones Bilbao, quien tuvo la idea de fabricar este tipo de recuerdos "mirando al suelo".
Los primeros souvenirs que diseñó Jon Corrales fueron llaveros, pines e imanes, pero enseguida se le ocurrió crear algo más dulce. "Las verdaderas rosetas de chocolate son las pequeñas, las que miden sólo 4 centímetros de lado y pesan 7 gramos, el resto son imitaciones", explica Corrales, quien también vende llaveros con la placa azul de las calles del botxo, abanicos del Athletic o puppys de flores. "El escultor del Puppy ha advertido que demandará a quien comercialice imitaciones de su obra, por lo que los perritos ya no se pueden vender", dice Corrales, que tendrá que guardar en el almacén los regalos con la forma del guardián del Guggenheim.
Sin el Puppy, la baldosa de Bilbao tiene un competidor menos, aunque los bilbainitos de chocolate y otros dulces típicos siguen vendiéndose bien. Los carolinos destacan en el escaparate de la pastelería Urrestarazu, donde también lucen las típicas sardinas de chocolate y las traineritas del Athletic. Hasta el metro tiene su versión más dulce. Las tiendas de recuerdos lo ofrecen en forma de bombones, presentados en un envase con el diseño de los vagones del suburbano bilbaino.
Los recuerdos más dulces conviven ahora con el sabor amargo del txikito. Baldositas, carolinos y bilbainitos son buenas formas de endulzar el paladar tras unos tragos de vino peleón. El propio David Tazueco prevé que el pack txikito coexistirá sin problemas con el resto de souvenirs. "No estamos obsesionados con que nos compren muchos vasos, damos más importancia al cómo se vendan y a quién", asegura Tazueco. "Por eso el precio de cada uno es de 35 euros, porque es un regalo con glamour. Un regalo de Bilbao", matiza.