Son leyenda viva. Durante años, muchos años, han gastado sus buenos duros, estropeado sus indiscretas voces y olvidado sus inoportunas penas en el fondo de un vaso de tinto, entre risas, confidencias y floridos piropos a las camareras. Son una raza única en su especie, inigualable por mucho que algunos se atraganten de vino para tratar de parecerse a ellos, a los auténticos txikiteros bilbainos.
Petiso (José Lejarraga), Bienvenido Pérez y Txutxi Muerza forman parte de ese selecto y reducido club, el de las cuadrillas que alternan y entonan vibrantes melodías mañana y tarde acodados en las barras de los bares de la villa. Hoy, la decena de grupos que aún mantiene viva esta tradición, celebrará su fiesta con resignación por la inexistencia de un relevo generacional. "Es otro Bilbao. Ni mejor ni peor. Diferente", telegrafía Bienve, miembro del grupo Indarra, con su voz de tenor.
Ellos, sin embargo, se consagran cada día a la Amatxu para mantener en alto la copa y enfrentarse con la alegría y el entusiasmo que les caracteriza a un futuro ruidoso e impersonal, enemigos ambos de esta filosofía de vida, "cultura y tradición", apunta enérgico Petiso tras apurar, a sus 81 años, un trago de txakoli.
La edad no es impedimento para que este académico del arte del buen beber y cantar salga a diario a tomarse religiosamente su dosis de charlas, bromas y media docena de potes con sus amigos. "La fama de que salimos a emborracharnos todos los días no es así", zanja. Los análisis médicos y el precio de las consumiciones han situado frente al abismo de la desaparición a las cuadrillas de toda la vida. "Hasta dos euros veinte te piden en algunos sitios por un Rioja. ¿Pero qué se han pensado?", masculla Txutxi.
"Los análisis son muy importantes. A veces te dicen Quieto león, frena que...", razona Bienve. Ésta es una de las razones por las que cada vez sea más habitual escuchar cómo algunos txikiteros disimulan pidiendo mostos o trinas. "Da lo mismo que se beba o no. Lo fundamental es juntarse, la tertulia... La gente no quiere entender que es un acto cultural", insiste Petiso.
De hecho, para ellos quedar a tomar los potes es una obligación. "Como si fueras a una reunión de trabajo", describe Txutxi quien, a sus 78 primaveras, forma parte de la única coral de txikiteros que todos los martes del año recorre y ameniza las siete calles bilbainas con un orden, un itinerario y un horario fijo. Y así cada vez que se sale. Los lunes por Zabala, los miércoles con el Biotz Alai de Getxo, "y los sábados con la fanfarria, que toco el helicón", apunta con agilidad Petiso, un bilbaino que ejerce con orgullo como tal, aunque naciera en Algorta.
Las mujeres, presentes
Auténticos aduladores
"Es como si fueras a la oficina. Es una obligación. Perdona que tengo a la cuadrilla esperando, que son las ocho... Eso es la hostia", añade el negurítico, como le llama con una cómplice sonrisa Bienve, que a sus 66 años no duda ni un segundo en arrancarse con un Ay reina, cuánto te quiero, por tu amor desespero para despedirse de la camarera del bar La Tortilla acompañado en su tonada por Petiso y Txutxi.
Y es que las mujeres son, también para los aduladores txikiteros, otro motivo más para ser felices. Txutxi, por ejemplo, lleva cuarenta años casado. Conoció a su mujer, como la gran mayoría de sus compinches, cantando. "Desde el principio conocen nuestras actuaciones. O sea que tienen que seguir aguantándonos...", bromea. Por eso, como respalda Bienve, "lo importante es la sincronización con la parienta. Si no está por la labor no hay txikitos, ni coro ni nada. Se jode todo", concluye el tenor de Rekalde. Algunas de estas sufridoras se han ido incorporando en los últimos tiempos a las cuadrillas con el propósito de compartir momentos con sus maridos y amigos. Eso sí, han cambiado el cosechero por el clarete. "Pero son peligrosas porque enseguida te mandan para casa", ríe Txutxi.
En el siguiente bar, El Alisas, la tertulia de este terceto vuelve a vestirse de seriedad. La falta de reemplazo en los bares y tascas bilbainas les preocupa, y mucho. "Es ley de vida", dice Bienve. Hoy, día de la Amatxu, volverán a rogar cantando su Salve a la Virgen de Begoña para que alguien retome su "labor social", como la califica Petiso. "Tenemos sentimientos, nos damos consejos, nos escuchamos, cantamos, somos felices y hacemos feliz a la gente" argumenta mientras consume su cigarro negro. "Pero sólo fumo ocho cigarrillos o así. Bueno, si hay chavalas cerca me pongo algo nervioso y fumo más", reconoce casi sin preguntar.
Y es que, los hábitos de la juventud (y de otras generaciones) han relegado casi al ostracismo a esta casta representativa del Bilbao cantarín. "Sólo quedamos cuatro carrozas", lamenta Bienve. "El día que desaparezcan Bilbotarrak, Urretxindorra y demás... Faltando todos esos grupos no hay nada que hacer. No hay seguimiento ni en el poteo, ni en el canto, ni en nada", concluye con resignación. "A los chavales les da vergüenza cantar", agrega Txutxi.
Sin embargo, el brillo de los ojos de Petiso y su traviesa sonrisa encienden otra respuesta: "Procuraremos luchar hasta el final. No se perderá". Hace un tiempo, poco más de un año, el colectivo Txikiteroen Artean propuso que las cuadrillas hicieran un tour por distintas localidades: Barakaldo, Santurtzi, Portugalete, Muskiz,... "Los grupos estábamos dispuestos a ir, estábamos con ganas, queremos que la gente nos siga... Pero no hay ayudas económicas ni forma de controlarlo", concluye Petiso.
Todas estas reflexiones se confunden con las cicatrices de la memoria que ni Txutxi ni Bienve quieren cerrar. "Una vez había en el Marina siete u ocho veteranos..." comienza a relatar el segundo de ellos aunque detiene al instante su narración para volver a llenar el Alisas con una bilbainada compuesta por Ángel Gorostidi, "un casta de la hostia parriba, ex médico del Athletic y director del coro de Goikoa, de Erandio":
Por eso los txikiteros ahora entonamos, ahora entonamos
canciones que nuestros aitas nos enseñaron, nos enseñaron
y como también queremos hacer cantera, hacer cantera
vamos cantando en cuadrilla por los bares de la villa
estas nuevas habaneras.
Qué pena, qué pena nos da que las habaneras
no se escuchen ya tomando un txikito.
Bilbao las cantó...