Este miércoles hizo calor en Miribilla. El pabellón entero notó ese bochorno que se pega al alma cuando esta está enfervorecida. Porque los hinchas del Bilbao Basket demostraron su entusiasmo, en cada bote y canasta. Pero si alguien sabe de exaltaciones enajenadas, esa es la afición griega. Así, empapados por la devoción que profesan al PAOK Salónica, los 500 seguidores que acompañaron al conjunto heleno en la ida de la final de la FIBA Europe Cup disfrutaron de los 80 minutos de partido sin camiseta. A pecho descubierto. Como jugaron este miércoles los de Jaume Ponsarnau. Tampoco sé para qué pusieron asientos en la grada visitante, porque ninguno de ellos se sentó ni un segundo. El partido era demasiado importante como para hacerlo. Lo cierto es que los hinchas del PAOK, a pesar de la derrota, se lo pasaron bien en Bilbao. Mejor que bien.
Hicieron turismo por la mañana, se dejaron la cartera en cerveza por la tarde y disfrutaron de su primera final europea en 29 años por la noche. Incluso en los pocos ratos en los que Miribilla les dejó, pudo escuchárseles animando. Botando en una parcela que se les quedó pequeña. No hubo ningún incidente reseñable, a pesar de que la exagerada presencial policial hizo pensar lo contrario. Los más radicales, unos 150, fueron escoltados por la Ertzaintza hasta su puerta de entrada al Bilbao Arena; pero más allá de unas cuantas bengalas de humo y un par de gritos en un griego que desconozco, no paso nada. De hecho, la mayoría optó por integrarse con la afición del Bilbao Basket y disfrutar de la fan zone que se dispuso en los aledaños del pabellón. Así, el medio millar de aficionados del PAOK que se dieron cita en la capital vizcaina demostraron que el baloncesto no es un deporte, sino una pasión que se disfruta mejor sin camiseta.